Ciencia y sociedad

La mayor contaminación lumínica de las ciudades no viene de las farolas, sino de las casas y la publicidad

La excesiva luz artificial urbana prolonga la temporada de crecimiento de las plantas casi dos semanas

La luz artiticial de las ciudades altera los ecosistemas urbanos.

La luz artiticial de las ciudades altera los ecosistemas urbanos. / ChatGPT/T21

EDUARDO MARTÍNEZ DE LA FE/T21

EDUARDO MARTÍNEZ DE LA FE/T21

Madrid

Un nuevo estudio revela que la iluminación artificial nocturna supera a la temperatura como principal motor del cambio en los ecosistemas urbanos, alterando los ciclos de la naturaleza de forma insospechada. Deberíamos correr las cortinas de casa por la noche y apagar las oficinas y los escaparates.

Durante décadas, la ciencia apuntó a la "isla de calor" como la gran transformadora de la vida en las ciudades. Creíamos que el aumento de temperatura era el principal responsable de que las plantas brotaran antes y perdieran sus hojas más tarde. Sin embargo, una investigación exhaustiva ha encendido las alarmas sobre un culpable mucho más potente y subestimado: el brillo constante de nuestras noches.

La luz artificial de las ciudades, un motor ecológico más potente que el calor y cuya composición ha sido revelada por la ciencia ciudadana, está alterando los ecosistemas urbanos de formas hasta ahora subestimadas, según dos investigaciones simultáneas publicadas en la revista Nature Cities.

Durante mucho tiempo, el fenómeno de la "isla de calor urbana", que eleva la temperatura en las ciudades, fue considerado el principal factor que modificaba los ciclos de la vegetación. Sin embargo, una investigación exhaustiva demuestra que la iluminación nocturna tiene un impacto aún mayor, especialmente en la prolongación de la temporada de crecimiento de las plantas.

El poder oculto de la luz urbana

Un estudio a gran escala, basado en observaciones por satélite de 428 ciudades del hemisferio norte entre 2014 y 2020, ha cuantificado por primera vez los efectos relativos de la temperatura y la luz artificial nocturna (conocida por su acrónimo en inglés, ALAN) en la fenología de las plantas, es decir, en el calendario de sus eventos biológicos como la brotación y la caída de las hojas.

Los resultados revelaron que la estación de crecimiento de la vegetación en las áreas urbanas se alarga significativamente en comparación con las zonas rurales circundantes. Concretamente, el inicio de la estación (primavera) se adelanta una media de 6,4 días, mientras que el final de la estación (otoño) se retrasa 7,1 días.

Lo más revelador del estudio es que, si bien tanto el calor como la luz contribuyen a este fenómeno, la luz artificial nocturna ejerce una influencia más fuerte que la temperatura en la extensión del período de crecimiento. Especialmente notable es su papel en el retraso del final de la estación.

El análisis de correlación parcial mostró que la ALAN era el factor dominante para retrasar el otoño en el 48,8 % de las ciudades estudiadas, superando el efecto de la temperatura. Para el adelanto de la primavera, la temperatura sigue siendo un factor predominante en más ciudades, pero la influencia de la ALAN es considerable y decisiva en casi un tercio de los casos.

Este hallazgo se explica por los diferentes patrones de ambos fenómenos: mientras la temperatura del aire aumenta de forma cuadrática desde la periferia hacia el centro urbano, la luz artificial lo hace de manera exponencial, volviéndose un factor cada vez más dominante en los núcleos urbanos densamente iluminados.

Las implicaciones de esta estación de crecimiento prolongada son complejas, ya que pueden aumentar la captura de carbono por parte de los árboles urbanos, pero también exponen a las plantas a un mayor riesgo de daños por heladas y alteran las interacciones con los polinizadores.

¿De dónde viene tanta luz?

Si la luz artificial es un factor ecológico tan determinante, la siguiente pregunta es obvia: ¿qué compone exactamente esa iluminación urbana? Un innovador proyecto de ciencia ciudadana en Alemania, llamado Nachtlichter (Luces Nocturnas), ha arrojado luz sobre esta cuestión, movilizando a ciudadanos para que contaran y clasificaran más de 234.000 fuentes de luz en un área de 22 km².

Los resultados desmontan un mito común: el alumbrado público no es la principal fuente de luz en las ciudades. Los hallazgos clave del proyecto son, en primer lugar, que la publicidad y los escaparates dominan: en los centros urbanos alemanes, las luces con fines publicitarios y estéticos (como escaparates comerciales y letreros) superan en número a las farolas.

En segundo lugar, las ventanas privadas: a nivel general, las ventanas de viviendas particulares fueron la categoría más numerosa, representando el 48,2 % del total de luces contadas. Esto subraya la importancia de la iluminación privada en la contaminación lumínica urbana total.

Hay un tercer factor, la mala protección lumínica: una gran parte de la iluminación no está correctamente apantallada, lo que significa que emite luz directamente hacia el cielo, agravando el brillo artificial. Por ejemplo, el 58% de los focos proyectores observados no tenían ningún tipo de apantallamiento.

Por último, se aprecia una escala masiva: extrapolando sus datos, el estudio estima que unos 78 millones de fuentes de luz individuales permanecen encendidas a medianoche en toda Alemania, lo que evidencia el enorme potencial de mitigación que existe.

Referencias

Artificial light at night outweighs temperature in lengthening urban growing seasons. Lvlv Wang et al. Nature Cities (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s44284-025-00258-2

Citizen science illuminates the nature of city lights. Team Nachtlichter. Nature Cities (2025). DOI:https://doi.org/10.1038/s44284-025-00239-5

Hacia un futuro urbano más sostenible

La combinación de estos dos estudios ofrece una visión reveladora y complementaria que no afecta solo a Alemania. La luz urbana, que altera profundamente los ciclos naturales de las plantas, proviene en gran medida de fuentes que no son el alumbrado público esencial, sino de la iluminación comercial, publicitaria y privada, a menudo mal diseñada y peor gestionada.

Esto implica que las políticas de iluminación urbana deben ampliar su enfoque más allá de las farolas para ser efectivas. Las soluciones pasan por regular la iluminación publicitaria, exigir el apagado de luces en edificios de oficinas y comercios vacíos durante la noche, promover un mejor apantallamiento de todas las luminarias y concienciar sobre el uso de cortinas en los hogares.

El reto para las ciudades del siglo XXI reside en diseñar estrategias de iluminación que no solo sean eficientes energéticamente, sino también ecológicamente responsables, protegiendo la salud de los ecosistemas urbanos de los que dependemos.

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