Política científica

Aprobado por fin el Tratado Global de los Océanos

Protegerá mejor la biodiversidad marina, pero es ambiguo sobre los recursos genéticos del mar

Los océanos vistos por la Inteligencia Artificial.

Los océanos vistos por la Inteligencia Artificial. / Jaycee Bernadas en Pixabay

SMC/T21

El Tratado Global de los Océanos ha sido finalmente aprobado en la ONU: si bien representa un adelanto significativo en la protección de la biodiversidad marina, también muestra vaguedades en cuestiones cruciales como los beneficios del patrimonio genético de los mares.

(Segunda actualización)

Pasado el plazo marcado y después de dos noches maratonianas de reuniones, las delegaciones de los Estados miembros de la ONU han conseguido llegar a un acuerdo para que el conocido como Tratado de los Océanos –o Tratado BBNJ, Biodiversity Beyond National Jurisdiction– sea una realidad.

El Tratado global de los océanos es una especie de Constitución para los mares, un nuevo acuerdo bajo la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, que persigue proteger y regular el uso de las áreas situadas fuera de las jurisdicciones nacionales, que representan más del 60 % de los océanos, lo que equivale a casi la mitad del planeta. Los recursos genéticos marinos y cómo repartir esos beneficios han sido uno de los principales escollos y en este aspecto el tratado es ambiguo.

Acuerdo histórico

Carlos García-Soto, investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) y excoordinador del Informe Oceánico Mundial (2021-2022, Naciones Unidas), señala que se trata de un acuerdo histórico, ya que permitirá poner en marcha áreas marinas protegidas en las aguas internacionales y proteger así la biodiversidad marina, cumpliendo el llamado objetivo 30x30 (la protección del 30% del océano para el año 2030), el mínimo necesario para revertir la dramática pérdida de biodiversidad marina.  

Añade que el tratado posibilitará realizar evaluaciones de impacto ambiental en las regiones más allá de la jurisdicción internacional, que representan dos terceras partes de todo el océano, y que permitirá también organizar la explotación de los recursos genéticos marinos de tal manera que los beneficios lleguen a todos los países, que son colectivamente sus propietarios morales. 

Destaca que este acuerdo internacional permitirá por último cumplir la eterna promesa de fortalecer las capacidades de los países en desarrollo, incluida la transferencia de tecnología marina desde los países más desarrollados. Esta transferencia les permitirá, por ejemplo, hacer su propia investigación sobre recursos genéticos marinos y sus propias evaluaciones de impacto ambiental. 

Han sido 17 años largos y el tratado es mejorable, pero citando a Noam Chomsky, cuando las opciones son abandonar la esperanza, asegurando que sucederá lo peor, o aprovechar las oportunidades que existen y contribuir a un mundo mejor, la elección no es muy difícil. Hoy hemos visto la mejor cara de las Naciones Unidas, concluye García-Soto.

También cautela

Guillermo Ortuño Crespo, codirector del Grupo de Especialistas en Alta Mar de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas (WCPA) de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), es más cauto en la valoración de este acuerdo.

Destaca que, a pesar de que está lejos del tratado que muchos miembros de la comunidad científica y la sociedad civil hubiesen deseado y del que se merece la biodiversidad del planeta, el nuevo texto da un paso en la dirección correcta de cara a la conservación y uso sostenible de la naturaleza en nada más ni menos que el 46 % de la superficie terrestre. 

Explica que, una vez firmado el texto, dará comienzo el complicado proceso de ratificación e implementación que tendrá en frente, entre otras, a las flotas industriales de varios países, incluyendo la española, que han disfrutado de varias décadas sin límites de impacto ambiental en aguas internacionales.

La UE asegura que trabajará para garantizar que esta tramitación se desarrolle rápidamente y para ayudar a los países en desarrollo a prepararse para su implementación. Con este fin, la UE ha prometido 40 millones de euros como parte de un Programa Global de los Océanos y ha invitado a los miembros de la High Ambition Coalition a hacer lo mismo dentro de sus capacidades.

Ortuño concluye que la sección del tratado causante de mucha parte de la demora tiene que ver con la redistribución de beneficios del patrimonio genético internacional, del cual unos cuantos países o compañías se han visto beneficiados hasta ahora. 

Vaguedades

Carlos M. Duarte, director ejecutivo de la Plataforma Mundial de Aceleración de la I+D en Arrecifes Coralinos, precisa al respecto que en donde parece que el acuerdo es aún más vago, a falta de leer el texto, es en la distribución de los beneficios económicos derivados de los recursos genéticos del océano, en el que el tratado parece contener vaguedades, como que se explotará con criterios de equidad, sin articular un mecanismo para conseguirlo.

Añade Duarte que hace una década una investigación de la que formó parte demostró que 10 naciones se apropiaban del 97% de los recursos genéticos del océano, de donde una empresa, BASF, era propietaria del 70% de las patentes.

“En nuestro trabajo ya apuntábamos a un mecanismo para compartir recursos, que tiene que ver más con compartir y construir capacidad que con compensaciones monetarias. Esto tendrá que esperar, quizás una década más. En resumen, un paso adelante, aunque no con el impulso necesario”, concluye Duarte.