Más de un siglo después de la aparición de la mecánica cuántica, existen serias dudas sobre la naturaleza de la realidad, que podría ser solo una función de onda cuántica, o incluso una mera expresión de la voluntad humana que tal vez nunca lleguemos a conocer.

La antigua pregunta surgida desde los principios de la mecánica cuántica ¿existe el mundo? no solo sigue sin una respuesta clara, sino que es objeto todavía de debates en los que se mezclan descubrimientos recientes con reflexiones sobre su alcance, lo que se conoce comúnmente como epistemología.

Los últimos episodios de este debate señalan, por un lado, que la realidad es solo una función de onda cuántica, y, por otro lado, que la teoría cuántica de campos, que supuestamente explica todos los entresijos de las partículas elementales, es insuficiente para explicar el universo primitivo, los agujeros negros, las estrellas de neutrones, o la materia y la energía oscuras.

Según esta teoría, no podría haber vida después de la muerte, ya que la información acumulada en la mente de una persona (la consciencia de uno mismo) está codificada en la configuración física de los átomos de su cuerpo, y no existe un mecanismo físico capaz de sostener esa información después de la muerte.

¿Y la consciencia?

Así lo explica el autor de esta interpretación de la teoría cuántica de campos, Sean Carroll, cosmólogo y autor del libro Something Deeply Hidden, Quantum Worlds and the Emergence of Spacetime (Dutton Books 2019) y de un artículo publicado en arXiv sobre esta materia.

Según informa un comunicado del Instituto Santa Fe de California, Carroll sostiene también que los problemas de la consciencia deben ser respondidos en última instancia en términos de procesos que sean compatibles con la teoría cuántica de campos.

Añade que no podemos esperar que el descubrimiento de nuevas partículas o fuerzas de la naturaleza en el futuro cambie nada que afecte al hecho de que la teoría cuántica de campos impregna todo lo que representa nuestra realidad cotidiana, formada por átomos y moléculas.

Para reforzar esta teoría, Carroll ha elaborado una ecuación según la cual las leyes de la física que subyacen en la vida cotidiana son, en un nivel de descripción, completamente conocidas y no hay que esperar cambios significativos sobre esta evidencia en el futuro.

Rizando el rizo

Pero no parece todo tan sencillo: la profesora de Filosofía de la Universidad de California (Davis), Alyssa Ney, autora del libro The World in the Wave Function: A Metaphysics for Quantum Physics (Oxford, 2021), se desmarca de la propuesta de Carroll, aunque reconoce su interés, en un artículo publicado en IAINews.

Suscribe otra teoría en boga, conocida como realismo de función de onda, según la cual la realidad no es una colección de objetos (partículas, átomos) esparcidos en un espacio tridimensional o incluso en un espacio-tiempo tetradimensional, sino una función de onda distribuida a través del espacio.

La realidad así entendida forma una especie de campo físico paralelo, que existe en alguna realidad cuántica de dimensiones desconocidas, añade Ney, aunque matizando que esas supuestas dimensiones superiores no deben ser consideradas ocultas o misteriosas, ya que están surgiendo otras interpretaciones dignas de ser tenidas en cuenta.

Y precisa no sin cierta impaciencia: esto no significa que podamos saber con certeza que estas dimensiones superiores, donde supuestamente se desenvuelve la función de onda de nuestra realidad, son reales. Pero en esta etapa temprana de lidiar con sorprendentes resultados experimentales, es una explicación, y esto hace que valga la pena continuar investigando, concluye Ney.

El universo guarda muchos secretos. Vicente Salomón (Unplash)

Seguimos en las mismas

Estas reflexiones ponen de manifiesto la confusión que existe todavía en la mente humana sobre la naturaleza de la realidad de la que formamos parte y de la que supuestamente somos conscientes.

No es de sorprender: a la duda de si realmente existe el mundo, se añade otra constatación reciente no menos paradójica. La objetividad sería un espejismo paradójico en el universo cuántico: presenta una perspectiva única para cada observador, sin perder al mismo tiempo su validez universal.

Según los autores de la investigación que llegó a esta conclusión, en los niveles más básicos de la naturaleza, la realidad no puede verse a sí misma porque forma parte de la percepción.

Eso significa que, aunque el mundo existiera, no podríamos saberlo porque formamos parte inseparable de él: el espejo en el que nos miramos nos proporciona una imagen distorsionada de nosotros mismos que no podemos eludir.

Horizontes lejanos

Se deduce por tanto que el sujeto y el objeto formarían una dualidad particular, como la onda y la partícula, o como la superposición de estados, que nos impide llegar al fondo de la cuestión, ya sea una función de onda (como dice Alyssa Ney) o algo que no puede escapar de la teoría cuántica de campos (como dice Sean Carroll).

No desesperemos, para liarla aún más, Tim Andersen, científico de Georgia Tech especializado en relatividad general y teoría cuántica de campos, autor de The Infinite Universe: A First Principles Guide (2020), explica que la voluntad (humana) es la base de la realidad, tal como sugería el filósofo Schopenhauer en 1819, o el físico Bernard d’Espagnat en pleno siglo XX, cuando aseguró que el espacio no sería más que un modo de nuestra sensibilidad.

El debate sobre si realmente existe el mundo continúa, y no parece que esté cerca de alcanzar una conclusión determinante.

Una duda en la que nos hemos instalado y a la que nos hemos acostumbrado, porque exista o no en nuestra reflexión, el mundo está delante de nosotros cada día y no podemos esquivar sus requerimientos para la vida, la creatividad y la felicidad, que están presentes como si nada en la configuración de nuestros átomos.

Referencia

The Quantum Field Theory on Which the Everyday World Supervenes. Sean M. Carroll. arXiv:2101.07884v1 [physics.hist-ph]