El carácter extraño y alocado de muchos sueños serviría para ayudar a nuestro cerebro a comprender mejor las experiencias cotidianas y sobrellevar el tedio de la rutina. Según un nuevo estudio desarrollado por un investigador de la Universidad de Tufts, la extrañeza de los sueños tendría una razón concreta: alejarnos de lo cotidiano para no familiarizarnos demasiado con las actividades que realizamos día a día.

De esta forma, los sueños nos sacarían de esa «zona de confort» y nos estimularían a no quedarnos estancados en nuestro pequeño mundo diario y conocido. En consecuencia, los sueños «encontrarían su función biológica en su divergencia con la experiencia de la vigilia», según destaca el autor de la investigación, Erik Hoel.

El investigador estadounidense explica en una nota de prensa que esta mecánica es similar a la que siguen las redes de Inteligencia Artificial, a las cuales es necesario «complicar» con cierta dosis de caos para evitar que se familiaricen demasiado con el conjunto de datos que procesan, creyendo así que a partir de esos datos se puede analizar cualquier tipo de información.

Al igual que los sistemas de aprendizaje profundo, nuestro cerebro puede caer en sesgos y errores generados por la repetición permanente de estructuras y patrones, que en determinado momento toman el papel de una verdad absoluta, llevándonos a intentar comprender la realidad y resolver los problemas que enfrentamos únicamente bajo esos modelos.

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El ruido de los sueños

Del mismo modo que los científicos de datos introducen las llamadas «inyecciones de ruido» o entradas de datos aleatorios que generan confusión en los sistemas de Inteligencia Artificial y los obligan a abandonar las estructuras repetitivas de las cuales se han «enamorado» en demasía, nuestro cerebro «inyecta» sueños que enriquecen nuestro mundo simbólico y nos obligan a escapar de las ceremonias repetitivas de lo cotidiano.

Teniendo en cuenta estos aspectos, Erik Hoel habla de un «cerebro sobreajustado», precisamente porque su teoría está inspirada en las redes neuronales artificiales sobreajustadas, que como se explicó anteriormente quedan «atrapadas» en un conjunto de datos con el cual se han familiarizado y del que no pueden escapar: pierden entonces la posibilidad de comprender otros problemas que requieren el trabajo con otro tipo de información.

Ese «sobreajuste» nace en el entrenamiento excesivo al que se somete a los sistemas de aprendizaje profundo en torno a un tema o problema en concreto. Se los induce tan insistentemente a seguir determinados patrones que, cuando deben abandonarlos para afrontar un nuevo reto, quedan encerrados en las estructuras conocidas. Si pensamos en las experiencias de la vida humana, rápidamente podemos advertir que en muchas ocasiones nos sucede algo parecido.

El «ruido» que se introduce en las redes neuronales artificiales cumple un papel similar al de los sueños en el cerebro humano, pero Hoel incluso va más allá en su estudio, publicado en la revista Patterns: sostiene que las obras de ficción, como novelas o series televisivas, podrían funcionar como sustituciones o complementos de los sueños, propiciando un efecto similar, pero en el marco de la vigilia.

Pensar mejor

De esta manera, cuando habitualmente se dice que leer nos permite escaparnos de la realidad, no estaríamos apelando a una figura retórica: hablaríamos de un mecanismo cerebral a través del cual el órgano que nos dirige nos permite superar la reiteración permanente de patrones rutinarios, como sucede con los sueños.

Podríamos decir, entonces, que la ficción y los sueños no solo hacen posible evitar el aburrimiento: también nos permiten pensar mejor.

Referencia

The overfitted brain: Dreams evolved to assist generalization. Erik Hoel. Patterns (2021).DOI:https://doi.org/10.1016/j.patter.2021.100244

Foto:

La ilustración representa la hipótesis que sustenta al nuevo estudio: el carácter alucinatorio de los sueños no es un error, sino una característica que nos ayuda a evitar que el cerebro se adapte demasiado a lo conocido y a sus fuentes diarias de aprendizaje, que en muchos casos pueden estar sesgadas. Crédito: Georgia Turner.