Dos días he tardado en recuperarme de lo visto el viernes por la noche en la pantalla amiga, la de Telecinco. Ni litros de alcohol corriendo por mis venas ni sesiones intensas de Little Britain (pequeña joya de la tele británica imprescindible para amantes del humor bizarro) han conseguido eliminar de mi cerebro el esperpento propuesto por la cadena de Vasile en La Tribu para hacerle competencia al corralillo de DEC (o lo que es lo mismo, el programa de Ana Rosa en Antena 3).

Si la jaqueca me lo permite, creo recordar que hacía un par de meses se anunciaba la vuelta de Javier Sardá a la televisión en directo después de haberse paseado por medio planeta, a costa de sus productores, en Duti Free para que asistiésemos al espectáculo que el comunicador, convertido en payaso (perdón para los ofendidos), ofrecía a lo largo y ancho del planeta.

Pero esta ocasión, el catalán venía acompañado por la condesa más roja de la televisión, Mercedes Milá. Dos monstruos televisivos dispuestos a reventar las audiencias que perpetúan la clásica de si yo resulto y tú también, nos juntamos en un programa y entonces los audímetros explotan. La misma fórmula que Hollywood repite año tras año en sus estrenos y que semana tras semana defraudan a los espectadores.

¿El problema es mío entonces? ¿Por qué no me salen las cuentas? Pues porque desde que se enciende el primer foco del programa hasta que se apaga el último todo atufa a aquellas Crónicas Marcianas (convertidas en marranas) que hace algo más de 10 años llegaba a nuestras pantallas para espetarnos las mayores bajezas morales vistas en las 625 líneas de este país.

La mesa y el plató es la misma que la anterior por mucho que se empeñen en tapiar las paredes y teñir el fondo de rojo en lugar del naranja marciano. Boris Izaguirre es merecedor de estudio pues la bipolaridad del venezolano me preocupa. Es curioso como en otros círculos (léase literarios y radiofónicos) se emperra en convertirse en un intelectual de respeto para luego, delante de las cámaras, pedirle a Sardá el disfraz que llevaba en su programa de viajes. Latre sigue siendo el Jose Luis Moreno del siglo XXI sin muñecos, tampoco es que se haya molestado en explotar otras facetas y Mercedes Milá insiste en ser la mujer más moderna del planeta insistiendo que Internet está que arde y que los internautas están que no paran. ¿Realmente la Red necesitaba a esta mujer?

La cuestión ya no es que Sardá trate de enmendar lo hecho en el pasado y recupere al estupendo entrevistador que era sino que, y a estas alturas, cuando te la meten doblada una vez, la segunda ya no cuela.