Existen alrededor de 80 especies de cetáceos, que se sitúan en el último eslabón de la cadena alimenticia, y basan todas sus actividades en el intercambio de informaciones acústicas, por lo que el estudio de sus procesos bioacústicos se ha convertido en una prioridad para su protección y la conservación de mares y océanos.

Según los autores del estudio, quienes también han demostrado que el cachalote es capaz de localizar a un calamar de 25 centímetros a dos kilómetros de distancia, los cetáceos se encuentran entre las especies más amenazadas del mundo debido, entre otras causas, al ruido producido por fuentes artificiales de sonido (como las producidas por maniobras militares y extracción de gas y petróleo).

Hasta el momento, el único sistema para medir la sensibilidad auditiva consistía en trasladarlos a un laboratorio, pero, dado su tamaño y su precaria condición de salud cuando aparecen varados, este procedimiento conllevaba riesgos para su supervivencia.

Ahora, con el nuevo sistema portátil, desarrollado por el Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas de la Universidad Politecnica de Cataluña en colaboración con la Fundación BBVA, sólo se necesitan un máximo de 20 minutos para conocer, en el lugar donde se encuentre el animal (varado o no), las posibles lesiones auditivas.

Los cetáceos, de los que se conocen bien diez especies, reciben las vibraciones auditivas a través de sus mandíbulas y el nuevo sistema de medición, cuya investigación ha sido liderada por Michael André, permite saber cómo reacciona el cerebro a las señales acústicas.

André ha explicado que este sistema también es capaz de medir la sensibilidad del oído de un cetáceo ante determinadas frecuencias mediante el análisis de los "potenciales evocados" o respuestas auditivas del tronco cerebral.

"Si un animal oye un sonido, su cerebro registrará esta vibración como un impulso eléctrico susceptible de ser detectado", según André, quien ha dicho que este sistema con autonomía energética tiene un tamaño como el de un ordenador y ha concretado que, debido al ruido en el mar, estos animales viven como en un aeropuerto con plena actividad.

El aparato, en el que han participado también científicos de Reino Unido, Francia, Holanda y Estados Unidos, funciona, además de con un software, a través de unas ventosas que se pegan en el tronco cerebral, la aleta dorsal y la ventral del animal, cuya mandíbula, en el caso de estar varado, tiene que descansar en un cojín de gel, de características acústicas similares a las del agua.

El investigador, quien ha recordado que una de las causas del varamiento es la alteración de su sistema acústico y, por tanto, pérdida de orientación, ha explicado que con este proyecto también se ha desarrollado un modelo de análisis de las secuencias de señales acústicas que los cachalotes utilizan durante sus inmersiones en busca de presas.

Las fuentes artificiales de sonido pueden mermar esta actividad (a la alimentación dedican el 80 por ciento de su tiempo) y desequilibrar "irreversiblemente" toda la cadena alimenticia.

Es difícil saber cuántos cetáceos varan en las costas, pues depende del número de observadores, según André, quien ha añadido que aquí llegan sobre todo a Galicia, Andalucía y Levante, y existe una buena respuesta.

Se ha referido a los cadáveres de zifios aparecidos en Canarias hace años y a la causa-efecto de las maniobras militares con estas muertes, si bien ha valorado que se prohibiera el uso de sonares militares en estas aguas, y ha remachado que las maniobras militares es solo una de las causas y no la más grave de los varamientos.