Después de analizar los últimos datos proporcionados por la nave Mars Reconnaissance Orbiter, investigadores de la Brown University (EEUU) publican hoy sus conclusiones en la revista científica británica "Nature".

Vastas regiones marcianas fueron ricas en agua durante el periodo Noachian, una época en la que hubo procesos hidrológicos dominantes en toda la corteza marciana, hasta los 5 kilómetros de profundidad.

Los minerales que estuvieron en contacto con el agua son los que han permitido a los científicos comprender que Marte no era un "caldero a punto de ebullición", sino un lugar "benigno" que pudo albergar vida microorgánica.

Estos minerales son los filosilicatos, una suerte de arcillas que se han encontrado en los restos del periodo Noachian de las regiones montañosas del sur del planeta y que han preservado la huella de la interacción con el agua.

La formación de los filosilicatos, o silicatos hidratados, necesitó una elevada acción del agua y un ambiente de pH de moderado a alto.

Además, los científicos aseguran que la temperatura a la que se formaron fue baja, de 100 a 200 grados centígrados, algo que mantiene abierta la posibilidad de que la vida de microorganismos fuera una realidad en Marte.

Un mapa del planeta rojo indica que hay regiones ricas en estos minerales, aunque se limitan a terrenos antiguos y a una banda estrecha de elementos: hierro, magnesio y esmectitas de aluminio.

Los estratos de la Nili Fossae -una de las fosas de Marte- muestran capas del mineral olivina por encima de estos filosilicatos, lo que indica el momento del cese de la actividad hidrológica antes de la formación volcánica de la olivina.

La Mars Reconnaissance Orbiter ha documentado cientos de muestras de filosilicatos de hierro y magnesio en cuencas, eyecciones y cimas de cráteres del sur del planeta.

Además, se han encontrado estos minerales en depósitos sedimentarios claramente transportados por el agua.

En concreto, en el cráter Jezero se han descubierto dos deltas y los científicos aseguran que existió un lago de grandes dimensiones y unas corrientes acuáticas de 15.000 kilómetros cuadrados.

Debido a la abundancia de agua y al transporte de sedimentos, los investigadores sugieren que, de existir la vida marciana, los deltas fueron el lugar idóneo para su desarrollo.