Convertirse en un aventurero requiere fortaleza y serenidad para salir al paso de los inconvenientes que la madre naturaleza te impone a cada paso, recordándote que eres tú el extraño en una parte del mundo que todavía alberga zonas vírgenes sin explorar.

Los jóvenes expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA vivieron en carne propia las dificultades de una marcha, bajo una intensa lluvia, a través del Parque Nacional del Chagres, donde habitan monos, jaguares, serpientes y todo tipo de alimañas.

"Cuando las condiciones son extremas hay que mantener la cabeza fría y la moral alta", afirma Luis Puleyo, experto en supervivencia que acompaña a la excursión desde hace varios años en su recorrido por distintos países de Latinoamérica.

Puleyo, como es conocido entre los "ruteros", conoce palmo a palmo la selva. "He sido instructor de campamentos de scouts en México y de militares norteamericanos aquí, en Panamá", recuerda.

Con un traje de camuflaje como segunda piel, con el que incluso se baña, el "rambo" panameño ayuda a los chicos a conocer los secretos de la jungla y les enseña a convivir con sus habitantes "respetado su entorno".

"La naturaleza impone sus condiciones y nos recuerda que es ella la que marca el ritmo de la vida, y no los humanos", explica.

Machete en mano, Puleyo es capaz de distinguir cualquier planta, árbol o insecto, unos conocimientos que adquirió "leyendo mucho" y con la experiencia de años de largas caminatas a través de la selva.

"Una vez sufrí unos hongos muy fuertes en las plantas de los pies y era incapaz de caminar. Mi compañero tuvo que arrastrarme en una camilla improvisada durante horas hasta que una canoa indígena vino a rescatarnos. Es así como se aprende. Mantener los pies secos es fundamental", indica.

El ex militar tiene su propio código. Su grito de guerra, "\¡esto es vida!", anima a los jóvenes expedicionarios en su andadura selvática, y un potente chillido "a lo Tarzán", capaz de oirse a kilómetros de distancia, los reagrupa cada cierto tiempo.

Junto a Puleyo, la Policía Ecológica de Panamá acompaña a los "ruteros" en su aventura desde Colón hasta alcanzar el cauce del Río Chagres en la región de Gamboa.

La tarea que desempeñan estos días es una excepción, porque su auténtica labor es la de controlar la caza furtiva en los parques nacionales del país, "que es muy habitual".

José y Andrés, comandante y subteniente de la Policía Ecológica, pasan desde hace 20 años semanas enteras en la selva patrullando entre la espesa vegetación para proteger la flora y la fauna de un país todavía desconocido en muchas partes para ellos.

"Solemos pasar ocho días seguidos de guardia y luego descansamos otros ocho. Hay que controlar la caza de animales, sobre todo de jaguares y la tala de árboles", explica el subteniente Andrés.

Son los "guardaespaldas" de la expedición, pero incluso ellos sufren las inclemencias de largas horas de marcha en condiciones adversas.

"En todos los años de profesión no recuerdo un recorrido tan duro", afirma contundente José desde la hamaca en la que se recupera de los calambres que afectaron a sus piernas y le impidieron completar a pie la última parte del Camino Real hasta el poblado Emberá.

El comandante tuvo que ser "rescatado" por sus propios compañeros "porque sentía un dolor muy fuerte y era incapaz de caminar".

"Es increíble como estos muchachos han aguantado todo el recorrido, con la lluvia, el barro y el peso de las mochilas. La juventud puede con todo", dice.

Ex militares, policías, miembros de Protección Civil y un equipo de médicos acompañan a la expedición de la Ruta Quetzal BBVA, que después de dos días de convivencia con los indígenas emprende hoy el descenso del Río Boquerón rumbo a Gamboa.