Así, los investigadores percibieron ante las canículas una respuesta "diferente" entre las especies mediterráneas y las atlánticas. En el caso de las mediterráneas (boj y encina), "fueron mucho más plásticas, con una capacidad de inducir los sistemas de defensa mucho mayor", afirma uno de los autores del estudio, José Ignacio Plazaola.

Según el experto, la mayoría mantienen sus hojas verdes todo el año, están "mucho más protegidas" frente a las adversidades ambientales y han desarrollado mecanismos que permiten una "eficiente aclimatación" ante las olas de calor, e incluso ante las olas episódicas de frío".

EXTINCIÓN PARCIAL EN LAS ESPECIES ATLÁNTICAS

En cambio, las especies atlánticas, como la gayuba, "registran menor capacidad para responder al estrés agudo del verano", por las respuestas a la fotosíntesis y por la inducción de moléculas fotoprotectivas, y presentan "extinciones parciales" tras las olas de calor, entre los árboles o los arbustos.

Según la investigación, este fenómeno podría ser relevante con el futuro calentamiento global, en el que las especies atlánticas se verían más afectadas, "como es el caso del haya", concluye García Plazaola.

El estudio compara los efectos del verano 2003 con el mismo periodo para los años 1998, 1999 y 2001. En general, todos los veranos fueron secos, salvo en el 2003 en el que hubo un aumento de cinco grados centígrados de media, considerándose el "más estresante" para los árboles, que se volvieron amarillos y empezaron a despojarse de sus hojas antes del otoño.