La muestra, que se abre mañana y para un mes en el Instituto de México de París y se inscribe en la Estrategia Cultural por la Conservación del Gobierno mexicano, pretende "concienciar al visitante" de la necesidad de "proteger" las mariposas ante la amenaza humana, indicaron a Efe los comisarios de la exhibición.

Pinturas, fotografías, dibujos e instalaciones artísticas, algunas creadas sólo para la exposición, "sumergirán" al visitante en el hábitat de las mariposas y le harán comprender desde un "punto de vista didáctico" que acciones como la tala indiscriminada de árboles o el uso de insecticidas pueden acabar con las Monarca.

Armadas con alas de diez centímetros de envergadura, estas mariposas vuelan a razón de unos 75 kilómetros por día o, si el viento acompaña, unos 130, en busca de un lugar cálido.

Proceden de la zona fría de los Grandes Lagos, entre Canadá y el norte de los Estados Unidos, y su paradero es siempre uno de los cuatro o cinco "santuarios" o espacios de hibernación en los estados mexicanos de Michoacán o México, donde se reúnen para aparearse entre octubre y noviembre.

"Estos santuarios no tienen nada de religioso pero sí de sagrado", apuntaron los comisarios, al realzar la imagen bucólica de las mariposas que, reunidas en enjambres, cubren de naranja y negro las hojas, troncos y ramas de los bosques mexicanos cada año.

Vuelven a los Grandes Lagos para poner los huevos en los campos de maíz y soja, donde crece una hierba de flores amarillas llamada "venenillo" o "maleza lechosa", que produce una sustancia tóxica utilizada para protegerse de los depredadores.

Ninguna vuela otra vez hacia los bosques de México porque allí acaba su ciclo de vida que, en los mejores casos, como el de la llamada generación Matusalén, vive sólo siete u ocho meses.

El Santuario Monarca fue registrado en 2000 en la denominación de Reserva de la Biosfera, que incluye también la flora y la fauna de las regiones Neártica y Neotropical donde habitan las mariposas.