De ponerse en práctica en la capital del país, el sistema evitaría el desperdicio de entre 100 y 200 litros de agua por día y habitante, en una ciudad con 20 millones de habitantes, muchos de los cuales viven en zonas con frecuentes interrupciones de suministro hídrico.

El sistema, desarrollado en la Facultad de Ciencias Químicas de la UNAM por Carlos Alberto Sagredo Suazo y Jesús García Fadrique, permite el tratamiento de las llamadas "aguas grises", que constituyen el 75% de los 250 litros de agua que a diario consume una persona.

El 25% restante son las denominadas "aguas negras", que contienen materia orgánica y no pueden ser reutilizadas.

Según explicaron los inventores, el proceso de depurado consta de tres etapas.

En la primera se inyecta aire para producir espuma, con lo cual los detergentes, la fibra y el aceite presentes en el líquido se concentran y pueden eliminarse con facilidad.

En segundo lugar, se añade cal de construcción (un tipo de sal de calcio) para que los jabones que no hayan sido eliminados sufran una reacción química en la que se asocien con el calcio y de este modo precipiten y puedan retirarse.

Por último se inyecta dióxido de carbono, que forma carbonatos con el hidróxido de calcio que se encuentra en solución y hace que éste se precipite.

Ello provoca que el ph del agua deje de ser alcalino para convertirse en el ph neutro de un agua típica que "ya no presenta ni olores ni turbidez" pero que no es potable debido a la presencia de un relevante contenido de electrolitos.

Los inventores aseguraron que éste es un método económico y sencillo y que sólo requiere un inyector de aire, un contenedor para el líquido y cal, además de que los hogares cuenten con una separación de aguas grises y negras.

Además, señalan que es posible que en un futuro si se continúa con la investigación se llegue a obtener una mayor calidad del agua.