"Todos los datos recopilados por los expedicionarios serán enviados a los cartógrafos, historiadores, etnógrafos de las academias científicas de Rusia", señaló un portavoz de la compañía aérea Urálskiye, organizadora de la expedición, a la agencia Interfax.

El líder de la expedición ártica, Oleg Maiórov, señaló que son muchos los islotes desconocidos para el hombre en el Ártico, ya que allí "tanto la tierra como el océano están cubiertos por una densa capa de hielo y las islas pasan desapercibidas".

Los catorce miembros de la expedición procedentes de Yekaterimburgo (Urales) tuvieron que desplazarse en avión a Vorkutá, capital de la república septentrional de Komi, y después recorrer 530 kilómetros en motos de nieve, periplo que les llevó cuatro días y tres noches.

Durante la expedición, la temperatura ambiente nunca fue superior a los 25 grados bajo cero y varias de las motos se estropearon debido a las bajas temperaturas y a la incesante ventisca.

"El hecho de haber tomado parte en la colonización del Ártico hace olvidar cualquier incomodidad y alimenta la atracción por lo salvaje e inaccesible", señaló Kiril Skuratov, director comercial de la aerolínea Urálskiye.

Rusia alberga aspiraciones de soberanía sobre el lecho marino del océano glacial ártico, que acogería la cuarta parte de las reservas de hidrocarburos del planeta, según expertos estadounidenses.

Dos batiscafos rusos Mir-1 y Mir-2 descendieron el 2 de agosto de 2007 a las profundidades de océano glacial ártico justo debajo del Polo Norte geográfico.

El Mir-1 depositó en el lecho marino, a una profundidad de 4.261 metros, una bandera de Rusia hecha de titanio y resistente a la corrosión, de un metro de altura.

Estados Unidos, Canadá y otros países con intereses en la zona replicaron que la colocación de la bandera en el fondo del Ártico no tiene implicaciones jurídicas.