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El humor en los Evangelios

Félix Caballero subraya el humor y la ironía de Jesucristo en su ensayo "Jesús, humorista"

Jesús, humorista. Comicidad, humorismo y sátira en los Evangelios - Félix Caballero - Amazon, 322 páginas. - 12 euros

¿Fue Jesús un humorista? "Seguro, si por humorista entendemos a aquel que posee un profundo sentido del humor y es capaz de usarlo para hacer frente a las vicisitudes de la vida", responde Félix Caballero, autor del ensayo "Jesús, humorista. Comicidad, humorismo y sátira en los Evangelios". El libro es un estudio riguroso -y a la vez ameno- sobre el humor en los relatos evangélicos, particularmente en la persona de Jesús. Un libro original -son pocos los trabajos anteriores que tratan esta cuestión tan pormenorizadamente-, fruto de una lectura personal y libre de los Evangelios, aunque siempre desde el punto de vista de un creyente. Su autor, Félix Caballero, es un periodista riojano afincado en Vigo que ha centrado su labor en los últimos años en la investigación del humor, muy particularmente del humor gráfico gallego.

En "Jesus, humorista", Jesucristo se revela como un maestro en el uso del humorismo, "esa forma del humor que consiste en un esfuerzo por comprender y responder con sentido a una situación conflictiva que se mueve en un horizonte de comicidad y tragedia, y que se traduce en una sonrisa comprensiva más que en la risa".

Jesús debió de tener un gran sentido del humor, una tesis que el autor cree probada por muchos de los relatos evangélicos, pero de la que a priori da cuatro razones. Primero, porque fue hombre verdadero, y el humor es un atributo plenamente humano: no hay persona que no tenga sentido del humor ni tampoco ningún animal que lo posea. Segundo, "porque no fue un hombre abstracto, sino concreto, condicionado sin duda -como todos- por el lugar y el tiempo en los que le tocaron vivir, y como buen palestino de su época, debió de participar del carácter colectivo de los pueblos del Mediterráneo y del Cercano Oriente y, por lo tanto, de la ironía, una tendencia al sarcasmo y una mirada un tanto desengañada de las pretensiones humanas de importancia personal". Tercero, porque -cree Caballero- es también Dios, y el humor -sospecha- constituye también un atributo divino. Probablemente es propio del hombre porque este está hecho a imagen y semejanza de Dios. Cuarto, porque si no hubiese tenido un acentuado sentido del humor no habría podido concitar a su alrededor el nutrido grupo de discípulos que concitó ni, sobre todo, haber arrastrado multitudes como arrastró, ni los niños se habrían acercado a él como se acercaron ("los niños van detrás solo de quien sabe reír y jugar"). Y quinto, porque la alegría es más que un atributo para el cristiano; constituye un verdadero mandato, y no hay alegría sin humor ni sin risa. No podía ser de otra manera teniendo en cuenta que Evangelio significa "buena nueva", "noticia feliz", y la alegría -más aún, la exhortación a la alegría- es un leitmotiv en todo el Nuevo Testamento: "Alégrate" es el saludo del ángel a María (Lc1, 28); el mensaje de Jesús es fuente de gozo: "Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena" (Jn15, 11); y San Pablo, en su carta a los Filipenses: "Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres" (Flp 4, 4), por citar solo tres ejemplos.

Para el autor, las fuentes principales del humor de Jesús son tres: 1) la cerrazón mental y la flaqueza moral de los discípulos, que generan en él un humorismo benévolo, esencialmente comprensivo; 2) las trampas y asechanzas de los fariseos y maestros de la ley, que le provocan un humorismo burlón, autodefensivo, sabedor de que a veces la mejor defensa es un ataque; y 3) la Pasión, que da lugar a un humorismo dolorido y sarcástico.

Según Caballero -y esta es la afirmación más audaz y arriesgada de todo el libro-, es en la cruz donde Jesús alcanza el culmen de su humorismo.

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