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Tres nombres para una ciudad

Bettany Hugues da en "Estambul" una lección de historia apasionante con una narrativa eficaz y evocadora

Estambul - Bettany Hughes - Crítica, 968 páginas

Fue Bizancio. Fue Constantinopla. Es Estambul. Nombres míticos para una ciudad de historias interminables que ha sido capital de cuatro imperios diferentes en seis mil intensos años: el romano, el bizantino, el imperio latino de los cruzados y el otomano. Un lugar que acogió el patriarcado cristiano y el califato islámico, centro estratégico de confluencia entre oriente y occidente y hogar de fenicios, griegos, venecianos o vikingos. Pausanias, Constantino, Justiniano, Teodora o Suleimán el Magnífico se dan cita en un relato que Bettany Hughes hace fascinante por la vía de una exhaustiva documentación al servicio de una narración de pasmosa agilidad y una extraordinaria capacidad para conseguir que el lector viaje en el tiempo y "vea" literalmente lo que se cuenta.

En el origen, una catástrofe que nos suena inquietantemente familiar: "La topografía que actualmente delimita Estambul y su periferia", recuerda la autora, "surgió en torno al año 5500 a.C., en medio del memorable fragor de una conmoción de la corteza terrestre llamada a determinar el carácter y la subsiguiente trayectoria vital de la ciudad. Tras un espectacular aumento del nivel del mar debido a la fusión de grandes casquetes glaciares, las aguas del mar penetraron tierra adentro, creando a su paso el estrecho del Bósforo. El mar Negro quedó totalmente transformado, ya que dejó de ser un lago interior y poco profundo de agua dulce para convertirse en un recurso marítimo al venir los mariscos de agua salada a sustituir a los existentes con anterioridad. El Cuerno de Oro adquirió así la condición de estuario y quedó dotado de varios puertos naturales, alimentados por dos corrientes conocidas como las Aguas Dulces de Europa: Kydaris y Barbyzes. En la creación de este nuevo mundo fueron muchos los seres que perdieron la vida, ya que actualmente están aflorando del fondo del mar Negro diferentes signos de habitaciones humanas, así como edificios sumergidos y maderos labrados".

El acontecimiento "destruyó el mundo conocido, pero posibilitó el surgimiento de una ciudad de primer orden (?). Por consiguiente, cuando frecuentemos la ciudad de Estambul deberemos recordar que su historia no se reduce a la narrativa de una ciudad sino que es también un relato marítimo". Como bien explica la autora, "para muchos hombres de un gran número de confesiones, tanto de Oriente como de Occidente, Estambul no es solo una ciudad, sino una metáfora y una idea, una suerte de posibilidad que apunta al lugar al que deseamos que nos lleve la imaginación y en el que aspiramos a reposar el alma. Es una urbe que estimula la circulación de abstracciones y de ejércitos, de dioses y mercancías, el movimiento de pasiones del alma y del cuerpo, los viajes de la mente y del espíritu".

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