Cada año, en los primeros días del verano, Billy deja a sus padres y la gran ciudad, se sube a un tren y cruza todo el país hacia el oeste. Una vez llegado al rancho de su abuelo, bajo el cielo infinito y el ardiente sol de Nuevo México, se calza las botas, se reencuentra con su caballo y se lanza a cabalgar por aquellas extensiones inabarcables. Billy ha aprendido de su abuelo el amor y la reverencia que merece aquel territorio tan yermo como salvaje. Y durante sus paseos con él ha visto innumerables maravillas que lo han aterrado o fascinado, pero cuyo recuerdo se agita en su interior.