Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Manganelli & Johnson

El autor de Centuria y el virtuoso desafío de la brevedad

El vestido azul - MichÈle Desbordes - Periférica, 150 páginas

Nadie, como el milanés Giorgio Manganelli, autor de las cien novelas río más breves de la literatura, para escribir en apenas un centenar de páginas la vida de Samuel Johnson que Boswell plasmó en dos mil. Como bien consta en la contraportada del libro que ha publicado Gatopardo, Marcel Schwob solía decir que si James Boswell hubiera sido capaz de concentrar en diez páginas su monumental Vida de Samuel Johnson habría logrado la obra de arte tan esperada. Es como si Manganelli aceptase, dos siglos después, el desafío virtuoso de la brevedad.

Manganelli desciende al oscuro pozo de la Historia en busca de un antepasado ilustre y lo halla en el brillante hipocondríaco inglés del siglo XVIII, un hombre que encarna a la perfección las contradicciones de su época: el gran polemista, lexicógrafo y crítico literario Samuel Johnson, el Doctor para los amigos. Lo hace por persona interpuesta a través de la enorme biografía de su confidente oficial, el escocés Boswell. Pero no es, como él mismo escribe, una crónica de eventos extrínsecos, ni ensayos panegíricos ni críticos, sino la reconstrucción de una figura compleja, de su ritmo y vitalidad; no se trata de la historia de la fortuna de un escritor, sino de una interpretación alucinada de su existencia, de su singularidad. Manganelli juega a ser Boswell, pero un Boswell provisto del admirable don de la síntesis, y también se arroja en los brazos de Johnson para compartir su neurosis y melancolía.

Vida de Samuel Johnson, por Giorgio Manganelli, es la transcripción de un folleto escrito en 1961 para ser leído en una serie de episodios radiofónicos emitidos por la RAI. Nada menos que tres historias en una: el retrato de un Londres sórdido y sublime al mismo tiempo, una visión personal del autor sobre el fenómeno del divismo y el nacimiento de la cultura de masas, y finalmente un relato psicoanalítico del encuentro con un antepasado literario muy querido, o mejor, un fantasma de dos siglos, que aún emana extraños destellos y sombras sobre nuestra era de locura.

El intelectual inglés hábilmente resucitado por Manganelli marca el contexto fértil, del cual germinará una novela moderna que tiene entre sus propagadores a Defoe, Fielding y Richardson. Ese Londres sombrío y fétido, increíblemente sucio y mal iluminado, con caminos sin pavimentar, privado de sistemas de alcantarillado y rico en miseria. El Londres de Moll Flanders, en cuyos barrios miserables abundan los ladrones en pleno ejercicio, de donde brotan, como por arte de magia, figuras memorables de escritores y periodistas que no pueden pagarse un techo pero cuya energía fascinará inmediatamente al recién aterrizado Johnson, un pasajero de las Midlands que llega desde la aburrida Lichfield, para buscar fortuna literaria en la capital. Se deja caer por tabernas, traba amistad con escritores fracasados, como Richard Savage, libertinos impenitentes como Topham Beauclerk y fieles admiradores, caso de Boswell. Entre ellos Johnson se alza como un rígido moralista y paladín del sentido común. Es un hombre solitario y a la vez sociable, inseguro y angustiado en la metrópolis, dueño de tics y de neurosis. Aterrorizado por la muerte, una mezcla de "candor imaginativo y arrogancia inocente" reposa en las profundidades de su gran virtud: la sinceridad, una mercancía tan rara hoy como entonces. Inconmensurable y contradictorio, el Doctor vive tanto en una región iluminada como en un área de sombra, pendenciera, melancólica y triste, obsesionado por la muerte que representa para él el fin de la posibilidad de ejercitar la inteligencia y aliviar al mundo de la barbarie.

Un personaje a la medida de Manganelli, que ha formulado tantas vidas y que en su impagable Centuria (Anagrama 1982 y 2011) dejó escritas historias anónimas de inicios así de prometedores: "Un señor de mediana cultura y decorosas costumbres encontró, al cabo de una ausencia de meses, debido a acontecimientos horriblemente bélicos, a la mujer que amaba. No la besó; sino que apartándose en silencio, vomitó copiosamente. No quiso dar ninguna explicación de aquel vómito a la mujer estupefacta; ni se la dio a nadie; y sólo con paciencia llegó a entender que aquel vómito expulsaba de su cuerpo las innumerables imágenes que de la mujer amada se habían depositado, intoxicándolo amorosamente". La misma melancolía de su alma gemela y admirado Doctor.

Compartir el artículo

stats