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Oriente y Occidente

Tras Graham Greene, Lawrence Osborne vuelve a defender con "Bangkok" el título de nuestro hombre en el Sudeste Asiático

Bangkok - Lawrence Osborne - Gatopardo 283 páginas

El ruido ensordecedor, por un lado, y la relajante música de flautas, gamelanes y frascos de yogur, por otro, conviven como banda sonora en Bangkok. Lawrence Osborne es un farang (extranjero) que ha elegido las largas vacaciones económicas del todo a cien: por unos dólares al día, cierto lujo asiático, sexo y odontología barata. No es el único occidental, los australianos se jubilan en el paraíso thai para no tener que soportar la grisalla de Perth, lo mismo hacen los ingleses y los americanos que deambulan empapados en sudor entre bares de alterne y templos derruidos como personajes sacados de una novela de Graham Greene. Sin embargo, cuando el libro, que ahora ve la luz en castellano gracias a Gatopardo, fue escrito, Tailandia era una democracia vigilada por el ejército, como casi siempre ha ocurrido que los militares no han ocupado el poder, y amenazada por los movimientos teocráticos musulmanes que aborrecen todo lo que allí sucede. Una especie de sharia recorría el sur del país igual que si fuera un flagelo de la perversión.

Osborne recuerda que un amigo, Michael Myers, le dijo una vez a precisamente a Greene que no comprendía la atracción de estar con una prostituta. "Es como pagar a alguien para que te gane jugando al tenis". McGinnis, Farlo, Lionel, y el resto de los farang que frecuenta el autor de Bangkok, pasan la vida perdiendo partidos, se mueven como tortugas cansadas subiendo a la red para experimentar las derrotas placenteras que no les infligieron en el pasado sus matrimonios convencionales o las relaciones fracasadas. Farlo, un viejo mercenario, sin ningún sentido del negocio ha abierto un hotel en Camboya, cerca de la frontera, para atraer gilipollas ricos y turistas de Singapur con el reclamo de los tigres rampantes. Pero no hay tigres, han volado por los aires hace tiempo por culpa de las minas de los jemeres rojos. El lugar donde se encuentra el hotelito es el más minado del planeta, con la excepción como él mismo admite, de la zona desmilitarizada de Corea.

Para Osborne, el mundo es una caricatura de nuestras propias fantasías, como demuestra El turista desnudo, publicado hace un año por la misma editorial. Ronda los sesenta. Se ha cansado de viajar de un lugar a otro y, al igual, que Greene no deja de destilar descreimiento de la civilización occidental. En el transcurso de sus numerosas visitas a Tailandia -en la actualidad reside allí- serpenteó por su exuberante capital, junto con otros muchos extranjeros, conoció hospitales, balnearios vacíos, burdeles y restaurantes móviles. Todo lo que desee saber sobre la ciudad y mucho más aún está en las 290 páginas de su libro, y se lee como una novela. No se trata de un baedeker perfumado con gotas de literatura barata.

Bangkok es una lectura con meandros, informativa y reflexiva, que plantea situaciones disparatadas. El autor novela sus propias experiencias y las mezcla con anécdotas y referencias históricas y religiosas del país donde se encuentra. Sus personajes, de la tercera edad, algo perdidos, creyendo haber encontrado la felicidad lejos de la mojigatería occidental, filosofan y permiten establecer comparaciones entre uno y otro mundo. Osborne permanece ligeramente distante de los demás: no está dispuesto a tomar parte plenamente del sórdido mundo subterráneo de la ciudad, su figura emerge solitaria incluso cuando está con los amigos. O comiendo, por ejemplo, en el restaurante No Hands, donde los clientes tienen prohibido utilizar las manos y son cebados por camareras personales que atienden solícitamente sus necesidades sin avergonzarse de la servidumbre, porque en el budismo no encarna un acto de sumisión. Mientras recorre la ciudad, nos presenta al kathoey, el "tercer sexo" de Tailandia, homosexuales afeminados o transexuales, a los farang extranjeros de origen europeo, a las mujeres japonesas entradas en años a la caza de una polla (sí señora, en el argot), y a personajes legendarios como Mae Nak, la hija fantasmal de un jefe de aldea del siglo XIX. Toda la atmósfera de Bangkok está condensada en este libro gracias a la ágil y brillante prosa de Lawrence Osborne. Si Graham Greene tuviera que reencarnarse no tendría dudas en quién hacerlo.

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