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Pescado frito en Forcadella

Roberto Saviano cuenta la precocidad criminal en Nápoles de unos adolescentes que buscan respeto en una sociedad que los considera perdedores

La banda de los niños - Roberto Saviano - Anagrama, 392 páginas

Forcella, en dialecto local Furcella, es uno de los barrios históricos del centro de Nápoles. Situado entre el Pendino y San Lorenzo, cerca de la via Duomo, su nombre se debe a la forma de horquilla de su trazado. Desde hace un par de años su fisonomía está presidida por la cara grande, en la Piazza Crocelle, de San Gennaro, un enorme mural de arte callejero moderno inspirado en Caravaggio que representa al patrón de la ciudad.

En Forcella comienza a abrirse paso la paranza dei bambini, que protagoniza la última novela de Roberto Saviano, una banda de diez adolescentes decididos a conquistar el sacrosanto imperio de la Camorra. Ninguno de ellos tiene más de dieciséis años, todos salvo uno proceden de familias honradas, pero nadie está dispuesto a llevar una vida normal. No quieren ir a la escuela, ni aspiran a trabajar. Prefieren ganar dinero, obtener respeto. Nunca serán esclavos. Nicolas Fiorillo, alias el Marajá, su líder, decide que el grupo lo tomará todo y ningún jefe tendrá control sobre él. Se sitúan fuera del sistema. Su objetivo es hacerse con Nápoles, y para conseguirlo nada les va a arredrar: forjan alianzas, compran plazas para traficar, matan si es necesario.

Saviano es un buen escritor. Domina la metáfora, que siempre ha sido de gran utilidad para describir la actividad criminal. Los mafiosos aluden a la matanza del atún para referirse a sus rituales de muerte. El autor de Gomorra ha elegido la paranza en la definición de su banda de niños camorristas. En Nápoles se conoce como paranza a los balandros que se utilizan para pescar, y a los pescaditos de la fritura. "Rápido nace en el mar, rápido se pesca, rápido acaba en la sartén candente, rápido llega a los dientes, rápido es el placer". (pag 272). El pescadito frito está compuesto de merluzas y lenguados que no han crecido y nadado lo suficiente. Bendecidos por la harina, el secreto está en masticarlos todos juntos, al momento, si se enfrían el rebozado se separa del pescado. "La comida se convierte en cadáver".

La banda de los niños es un libro despiadado, oscuro, violento, una novela de formación y de deformación. Responde a una realidad degradada que engulle a los que pertenecen a ella y no les permite ninguna salida. Los protagonistas de la novela de Saviano no nacen en familias de la Camorra; son hijos de personas buenas. De hombres y mujeres que despiertan por la mañana y van a cumplir con su deber de traer el salario a casa. Los chicos renuncian a ser como sus padres, pero para destacar en el mundo en el que viven son conscientes de que deben usar las armas e ir a la guerra. La historia que cuenta Saviano es trágica e indigna al lector. Pese al respeto que proclaman y al temor que infunden, los miembros de la paranza son perdedores en una sociedad que los ha condenado a un estado de ánimo culpable, ausente y silencioso. El propio Nicolas lo explica a su manera con el sentido que imprime a sus razonamientos : "Quien, para obtener algo, se deja matar, tiene pelotas, punto. Aunque la cosa sea una gilipollez, religión, Alá, qué coño sé. Quien va a morir para obtener algo, es grande". (pag. 293) Abunda en la prosa recalentada de Saviano el expresionismo que le lleva a repetir con frecuencia lo mismo y en cierto modo infarta su obra. No en vano aún se cierne sobre él la amenaza del clan de los Casalesi, que le obligó a vivir protegido bajo escolta policial. La obsesión es comprensible. En La banda de los niños los personajes y los hechos se agolpan, pasan y suceden rápido, con la misma prontitud que se come la fritura del pescado recién salido del aceite. Algunos de los mimbres del pasado que el autor teje pesan demasiado en la narracción y a veces cuesta mantener el hilo de la lectura, que adquiere cortes cinematográficos. La novela acabará siendo, con toda seguridad, una película o una serie de televisión de éxito igual que lo es Gomorra.Al final, se impone la triste realidad. Nadie que escribe sobre Nápoles pretende hundir su belleza en la miseria pero de alguna manera todos lo logran. A Ana Maria Ortese jamás se lo perdonaron. Pero, ¿cómo evitar que en el ajetreo de Forcella, el sol, a través del inmenso velo de polvo, difunda las inquietante luces rojas de alarma?

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