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El calentamiento le saca los colores al gorrión alpino

El examen de los rasgos del plumaje en ejemplares colectados para museos a lo largo de un siglo evidencia una extensión de los tonos oscuros, potenciada por el aumento de la radiación ultravioleta

El ambiente invernal, nevado, del macizo de Ubiña

El gorrión alpino, un pájaro especializado en la vida en la alta montaña, es señalado como uno de los principales testigos del impacto del cambio climático y se vaticina una fuerte reducción de sus poblaciones en este siglo por la modificación de la estructura de las comunidades vegetales y la desaparición de los neveros a causa de la subida de las temperaturas. Su estricta dependencia de los hábitats alpinos y subalpinos no solo lo sitúa en un ambiente particularmente sensible, sino que lo deja sin escapatoria: solo puede ascender hacia la cumbre, y en España el margen de maniobra es muy estrecho, ya que en época de reproducción suele encontrarse por encima de 1.800 metros de altitud y el "techo" pirenaico (su distribución ibérica comprende esta cordillera y la Cantábrica) llega solo hasta 3.404 metros en el Aneto. Pero el cambio climático no solo lo acorrala; también está alterando su aspecto.

Ese cambio, como el del clima, no es un fenómeno nuevo. De hecho, ha sido descubierto a través del examen de ejemplares de museo colectados entre 1850 y 1950. Y no solo afecta al gorrión alpino "sensu stricto", es decir, a la especie que recibe ese nombre concreto y que habita en las montañas ibéricas (y euroasiáticas), sino también a las otras siete especies de gorriones propios de hábitats alpinos que existen en el mundo: los gorriones de Henri, de Adams, de Taczanowski, cuellirrufo, de David, de Blanford y afgano, todos ellos asiáticos y distribuidos por encima de 2.000 metros de altitud (y de 5.000 en el Himalaya).

"Me gusta analizar series temporales largas de datos relacionándolas con el cambio climático, y con los gorriones alpinos me pregunté si este fenómeno podía estar afectando a su coloración y a su morfología", señala la bióloga María del Mar Delgado, de la Unidad Mixta de Investigación en Biodiversidad (UMIB) de la Universidad de Oviedo, responsable del proyecto, financiado por la British Ecological Society. Y sí, existen cambios en ambos parámetros, cromático y biométrico. Los colores negro y marrón ganan extensión en el plumaje, y el tamaño de las aves merma.

"Me fui a museos de Italia, Alemania (Munich y Berlín), Austria y Estados Unidos (Nueva York y Chicago), y trabajé con datos de un siglo de las ocho especies de gorriones alpinos del mundo", detalla Delgado, quien explica la extensión del negro y el marrón porque "son derivados de la melanina, que protege frente a la radiación ultravioleta", algo sumamente necesario en las condiciones de alta radiación de la montaña alpina, cuya intensidad se extrema con el cambio climático. Estos colores, añade la científica, "vienen determinados por el mismo conjunto de genes que expresan cierto tipo de respuestas frente al estrés".

Para medir las variaciones en el plumaje, la investigadora utilizó un espectrofotómetro que tiene la UMIB en el Campus de Mieres de la Universidad de Oviedo y que calibra con precisión los patrones de colores. El análisis evidenció un cambio progresivo a unos plumajes con mayor presencia de los tonos negros y marrones. "Uniendo esa serie con la del clima, con el registro de las temperaturas y las precipitaciones en el mismo intervalo temporal, que muestra una subida de las primeras y una disminución de las segundas -en concordancia con lo que predicen los modelos climáticos para el futuro-, se advierte un paralelismo con el aumento del negro y el marrón, y también con la reducción del tamaño de los pájaros", establece María del Mar Delgado. Ambas variaciones concuerdan con lo que dictan las reglas ecotípicas, según las cuales "el tamaño corporal de los animales aumenta con la latitud y los colores oscuros se potencian con el calor, por una mayor eficiencia en la termorregulación y en la protección antibacteriana, entre otras razones", explica.

El interés de María del Mar Delgado por el gorrión alpino no acaba en esa perspectiva histórica, en el análisis temporal de la variación, sino que se extiende al conocimiento de su vida y de su situación actual, concretamente en lo que concierne a la población del macizo de Ubiña, en el sector central de la cordillera Cantábrica. La estudia desde hace cuatro años y ha advertido una fuerte reducción demográfica en ese corto período de tiempo, de manera que "ahora no creo que haya más de unas treinta parejas reproductoras" en la zona. Las causas de esa pérdida poblacional aún no están claras. "Me estoy planteando solicitar al Gobierno del Principado un mayor nivel de protección para la especie", anuncia.

El estudio de los gorriones alpinos de Ubiña subió de nivel hace dos años, cuando Delgado y la estudiante italiana Chiara Bettega, que la ayuda en este proyecto (con el que también colaboran Rubén Tarifa, Antonio López Ortega y los miembros del "European Snowfinch Group"), comenzaron a marcarlos con GPS, "en realidad, diminutos data-logger", aclara. Los aparatos recogen todos los detalles de los movimientos de las aves, pero deben ser recuperados para poder disponer de esa información. Parece complicado, pero de los 14 pájaros marcados el año pasado han recuperado cinco, un resultado muy satisfactorio. Este año han marcado otros 16 ejemplares. "El marcaje con GPS es para estudiar los patrones de movimiento de la especie porque no se sabe nada de cómo se mueve", indica la científica. "Hay quien cree que el gorrión alpino realiza migraciones, mientras que otros sostienen que solo lleva a cabo movimientos nomádicos. Y es muy importante conocer su conducta real para la dinámica de poblaciones, ya que el movimiento representa intercambio genético, fundamental para el buen estado de las poblaciones", añade. Recientemente ha incorporado a las técnicas de estudio el análisis de los isótopos de hidrógeno como marcadores del movimiento de los pájaros. Por lo que se sabe de momento, "hay una alta probabilidad de que los gorriones alpinos que llegan en invierno al Pirineo procedan de Suiza", mientras que en la Cordillera Cantábrica "no tenemos constancia de la llegada de aves de otras poblaciones", concluye.

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