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Cabeza borradora

Cabeza borradora

Sin anunciarlo, Disney acaba de eliminar una toma falsa de "Toy Story 2" por considerarla "machista". En la escena se ve a un personaje masculino, llamado el Capataz, que le habla a dos Barbies dentro de una caja: "Así que las dos sois totalmente idénticas", les dice mientras les coge la mano. "¡Seguro que puedo conseguiros un papel en 'Toy Story 3'! Encantado de hablar con vosotras. Cuando queráis consejo sobre interpretación me encantará charlar". Los medios internacionales y "El Periódico", que han publicado esta noticia, han interpretado que los responsables de Disney han borrado esta escena "controvertida" por considerar que bromea sobre el "casting couch sex": la abominable práctica por la que directivos de Hollywood obtenían favores sexuales de las actrices a cambio de facilitarles papeles en sus películas, algo de lo que se ha acusado al poderoso productor Harvey Weinstein. Mencionan también la influencia del movimiento #MeToo y que John Lasseter, codirector de "Toy Story 2", se desvinculó de Disney tras ser acusado de abuso y acoso sexual por varias mujeres.

Se trata de una toma falsa incluida en los créditos finales de una película para niños estrenada en cines hace ahora 20 años. La eliminación afecta, obviamente, a las copias de uso doméstico producidas desde principios de este año y a las futuras emisiones en televisión.

¿Era necesario? ¿Realmente hay alguien tan retorcido en Disney que piensa que entre los cuatro guionistas acreditados (entre ellos, por cierto, una mujer, llamada Rita Hsiao) hubo alguien que quiso bromear sobre algo así en una película destinada al público infantil? Y, suponiendo que esto haya sido así, que es mucho suponer, ¿alguien cree que algún niño podría interpretar esa toma falsa como algo sucio y pervertido? ¿No estamos llevando la corrección política demasiado lejos?

Tal vez esto sería solo una anécdota si se tratase de un hecho aislado. Vayamos a otro ejemplo cercano en el tiempo: el borrado en los registros de la Universidad de Alicante del nombre de un alférez del ejército franquista que, en funciones de secretario judicial, participó en el consejo de guerra que condenó a muerte al poeta Miguel Hernández. La medida fue tomada a petición del hijo del militar, amparándose en la ley de protección de datos. Hablamos de un hecho histórico -trágico, pero histórico al fin y al cabo- ocurrido hace casi 80 años, y que atañe a uno de los más grandes poetas de la literatura española de todos los tiempos.

Seguimos para bingo: como denuncia la divulgadora Déborah García Bello en "Cultura Científica", hay quien plantea no publicar los estudios científicos que demuestran la eficacia limitada de ciertas vacunas, como la de la gripe (entre un 10% y un 60%, una efectividad baja para una vacuna), o que plantean diferencias entre los cerebros masculino y femenino. Como dice la química gallega, en ocasiones llamamos responsabilidad a lo que realmente es censura. Más allá de que resultan moralmente cuestionables y rayanos en lo totalitario -y si no, ahí están "1984", "Un mundo feliz" y "Fahrenheit 451"-, los intentos de borrar partes de nuestra cultura, nuestra historia o nuestros hallazgos científicos consiguen, ya bien entrado el siglo XXI, la consecuencia contraria, el llamado "efecto Streisand". Eso mismo puede aplicarse a la cancelación del concierto en un barrio de Madrid de Def Con Dos, cuyo cantante, César Augusto Montaña (alias César Strawberry) fue condenado por enaltecimiento del terrorismo. El nuevo Ayuntamiento de Madrid le ha facilitado una publicidad impagable al grupo surgido hace 30 años en el mítico El Manco de Vigo.

En el fondo, lo que subyace en todo esto es la idea de una sociedad infantilizada y por tanto irresponsable, a la que hay que ponerle aquellos antiguos dos rombos de la televisión de hace 40 años para no perturbar sus mentes. No extraña que el poder abrace la corrección política: es mucho más fácil de dominar una sociedad ciega y desinformada.

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