Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El custodio gallego del Cantar del Mio Cid

Don Ramón accedió al original del Códice de Vivar cuando éste era custodiado por sus tío Roque, quien lo vendió por 10 millones de pesetas tras que su sobrino hubiese publicado sus primeros ensayos sobre el Cantar del Mio Cid

Pedro José Pidal

En Madrid, la Biblioteca Nacional ha tenido que ampliar este fin de semana los horarios de visita a la exposición del "Códice de Vivar", el documento que contiene la transcripción más antigua del "Cantar de Mio Cid", una de las grandes joyas de la literatura española y universal y el único poema épico conservado casi en su totalidad, donde se cuenta una parte de la historia de don Rodrigo Díaz de Vivar (1045-1099), el Cid Campeador.

Esta exposición se muestra bajo el título "Dos españoles en la historia: el Cid y Ramón Menéndez Pidal", ya que en ella se cuentan también las investigaciones y los trabajos del filólogo don Ramón Menéndez Pidal ( A Coruña, 1869-Madrid, 1968) en torno a la figura del Cid Campeador. De este modo la exposición es también un homenaje a Menéndez Pidal, de quien este año se conmemora el 150 aniversario de su nacimiento.

Las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar se recogieron por primera vez por escrito entre los siglos XII y XIII. Las primeras noticias sobre la existencia del Códice que ahora se expone en la Biblioteca Nacional se tuvieron a finales del siglo XVI y sitúan el pergamino en el archivo del concejo de Vivar, en la provincia de Burgos, el pueblo que dio al Cid su segundo apellido. Fue allí donde el pergamino original permaneció unos dos siglos. Desde el archivo pasaron al convento de las monjas de Santa Clara. En 1775, un oficial de la Secretaría de Estado llamado Eugenio Llaguno Amírola, lo sacó del convento para que el filólogo e historiador Tomás Antonio Sánchez lo utilizase para editar el Cantar en forma de libro, que se publicó en 1779. Terminada la operación, el códice no volvió a su emplazamiento original. Después de años de haberse dado por perdido, a principios del siglo XIX apareció como parte de la herencia del conde de Santa Marta. A mediados de ese siglo ya estaba en manos de un librero y bibliófilo llamado Pascual de Gayangos. Este fue quien en 1858 lo ofreció a Pedro José Pidal, Marqués de Pidal y ministro de Narváez, después de que el Estado rechazase comprarlo. Gracias al marqués el manuscrito no fue al British Museum de Londres ni a la Biblioteca de Washington, desde donde el hispanista Archer Milton Huntington había hecho al propietario ofertas muy generosas. Por esta vía familiar, en 1865 llegó el manuscrito a manos del hijo de José Pidal, Alejandro Pidal y Mon, tío segundo de don Ramón Menéndez Pidal y presidente que fue de la Real Academia Española, quien mandó construir un cofre de madera para resguardar esta joya bibliográfica. El cofre se puede ver también en la exposición junto con el Códice.

Fue durante la custodia familiar del Códice, cuando Ramón Menéndez Pidal inició sus trabajos sobre la épica española primitiva, labor que cristalizó en la publicación, en 1896, de "La leyenda de los infantes de Lara" y que continuó con una serie de ensayos sobre el Poema del Mio Cid, cuidadosamente editados por él entre 1908 y 1911.

El hijo del Marqués de Pidal, Roque Pidal, que heredó el manuscrito en 1913, lo vendió a la Biblioteca Nacional por diez millones de pesetas, una cantidad que pagó la Fundación Juan March el 30 de diciembre de 1960. Hasta 1936 había permanecido en la caja fuerte de un banco de Madrid y el gobierno republicano lo envió a Ginebra, junto a otras obras de arte de varios museos, para preservarlo de las consecuencias de la guerra civil y no volvió al depósito del banco hasta finalizada la contienda. Desde su adquisición por la Biblioteca Nacional el códice permanece protegido en una cámara de seguridad de esta institución.

EL ÉXITO DE LA EXPOSIÓN

El documento que se expone en la Biblioteca Nacional es una copia hecha en el siglo XIV del famoso original de 1207 firmado por Per Abat, hoy perdido. Desde el pasado 5 de junio unas 900 personas han pasado cada día por la exposición para ver este documento, que se muestra por primera vez al público. La entrada es gratuita pero sólo se puede acceder en grupos de veinte personas en pases de 15 minutos como máximo. La amplia demanda para tener el privilegio de ver este manuscrito auténtico, con largas colas de espera, se debe a que a partir de la próxima semana, concretamente el 18 de junio, será sustituido por una reproducción facsímil que estará expuesta hasta el 22 de septiembre. A pesar de que el Códice está protegido por una vitrina hermética y monitorizada, a 21 grados centígrados y a una humedad del 45 por ciento, la medida obedece a que una exposición pública más larga podría dañar aún más el estado del documento, del que ya no se pueden leer algunos pasajes a simple vista, aunque sí con avanzadas tecnologías de la imagen. Según las investigaciones, ya desde el siglo XVI se aplicaron sobre el manuscrito ácidos que ennegrecían la tinta para poder leer aquellos pasajes más tenues, como hizo Juan Ruiz de Ulibarri en 1596 para hacer una copia con el título de "Poema del Cid". El propio Menéndez Pidal, quien dedicó una gran parte de su vida y de su obra al estudio de la biografía y la literatura en torno al Cid Campeador, algunas de cuyas conclusiones figuran en un trabajo publicado en 1908, confesó haber utilizado productos químicos, en concreto sulfidrato amónico, prusiato amarillo de potasa y ácido clorhídrico, para poder leer algunas páginas

El Cantar original se escribió unos cien años después de la muerte del Cid. La obra está dividida en tres partes: "El Cantar del destierro", "El Cantar de las bodas" y "El cantar de la afrenta de Corpes". Precisamente corresponden a esta tercera parte las páginas 55 y 56 por las que está abierto el manuscrito en esta exposición. En estas páginas se cuenta el ultraje sufrido por las hijas de Rodrigo Díaz de Vivar causado por sus maridos los infantes de Carrión. El Códice consta de 74 páginas de pergamino grueso de pequeño tamaño (198x150 milímetros) probablemente de piel de cabra (faltan las cuatro primeras páginas, aunque su contenido se conoce gracias a varios escritos y crónicas medievales), en las que se relatan, en 3.700 versos irregulares escritos en letra gótica, los avatares de los últimos años de la vida de don Rodrigo Díaz de Vivar y su enfrentamiento con el rey Alfonso VI, que le costó el destierro de Castilla, así como algunas campañas militares en las que participó, como las conquistas de Castejón de Henares y de Valencia, que le valieron el perdón real y el regreso a la corte. En estas gestas se basa Menéndez Pidal para calificar de héroe a Díaz de Vivar. "El héroe -dice don Ramón en el epílogo de su obra sobre El Cid Campeador- no lo es por la permanencia de sus conquistas o de sus construcciones. En esto le puede superar cualquier modesto general o magistrado (?) El destierro, por lo mismo que quitaba al caballero todo apoyo regio, le confirió la plena fuerza individual, y la epopeya pudo ensalzar en el desterrado, tanto como un logro de seguridad contra el enemigo, el prodigioso esfuerzo personal desplegado en realizar estas y otras empresas sustanciales de la nación".

El Códice consta de once cuadernillos más dos guardas (hojas dobladas que unen el libro y la tapa). Se sabe que fue encuadernado hasta en tres ocasiones, la última en el siglo XIV, la que se conserva y se expone ahora, hecha en tabla forrada de badana y con orlas estampadas. Junto al Códice se muestran otras dos obras medievales también propiedad de la Biblioteca Nacional: "El debate de Elena y María" y "El Cantar de Roncesvalles".

Compartir el artículo

stats