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Ciudades de ópera

Una exposición muestra en Madrid objetos relacionados con el panorama operístico de cuatro siglos a través de ciudades y compositores europeos

Cartel de La Loie Fuller como Salomé

La exposición "Opera. Pasión, poder y política" recorre la historia de la ópera en ocho de las grandes ciudades en las que el género experimentó un desarrollo de gran esplendor en los últimos 400 años. Y para cada una de esas ciudades se ha elegido un autor y una obra representativa. Lo novedoso de esta exposición es que, además de poder contemplar los objetos y las obras de arte relacionadas con cada una de las ciudades, los títulos y los autores, en las salas se pueden escuchar las óperas a las que están dedicados los montajes a través de unos auriculares que el visitante se coloca desde el inicio del recorrido. De este modo, las partituras, los instrumentos, las prendas del vestuario, las fotografías, los libretos, los dibujos y los cuadros se acompañan por la banda sonora de las obras a las que se dedica la exposición (uno de los objetos más sobresalientes es un piano que Mozart tocó durante una visita a Praga). Este hilo conductor sirve también para recorrer la vida de los últimos cuatro siglos en esas ciudades europeas.

El objetivo de la muestra que acoge CaixaForum (Madrid) es descubrir al espectador los factores sociales, políticos, culturales y económicos que han influido en el desarrollo de la ópera. Para ello se utilizan las perspectivas emocional y pasional de las obras, así como la perspectiva social y los aspectos relacionados con los argumentos de cada una de las obras.

De Venecia al mundo

Para atraer al público a las iglesias, la ópera llegó a Roma por voluntad del Papa Urbano VIII, para que compitiese con los teatros y otras representaciones escénicas, aunque aquellas primeras óperas sólo intervenían actores hombres, entre ellos niños y castrati, y sus argumentos eran edificantes. Muy pronto se instaló en otras grandes urbes, entre ellas Venecia, una ciudad que se recuperaba de la peste que había diezmado su población en 1630. Culturalmente seguía manteniendo una envidiable actividad gracias a los artistas y librepensadores que se habían refugiado en sus calles. Sus carnavales se hicieron famosos por las variadas ofertas de entretenimiento que se ofrecían a sus visitantes y la ópera se manifestó entonces como una preferencia destacada. La obra elegida para esta exposición es "L'incoronazione di Poppea" de Monteverdi, estrenada durante el carnaval de la ciudad de 1642. Representa la transición de la ópera como entretenimiento privado de la corte al ámbito público. Su argumento se basa en un hecho real, las relaciones entre Nerón y Popea, en lugar de en un tema religioso o mitológico, como era tradicional.

Muy pronto, desde Italia, la ópera comenzó a extenderse por toda Europa. En Londres cobró un gran impulso gracias a Jorge I y la Royal Academic of Music y en 1711 se estrenó con éxito "Rinaldo" de Friedrich Händel, con decorados barrocos e incorporando a los escenarios elementos como agua, fuego y aves reales. Fue durante el reinado de Ana Estuardo, cuando la ciudad atravesaba un periodo prosperidad y estabilidad política tras una época de tensiones y guerras civiles. "Rinaldo" fue la primera ópera que se cantó íntegramente en italiano en la ciudad de Londres, con cantantes estrella y castrati, aunque la crítica advertía del peligro de la competencia que suponía el género para el teatro británico.

En Viena, otra de las grandes sedes de la ópera, los grandes compositores (Bach, Telemann, Vivaldi) eran artesanos a sueldo que componían y actuaban a requerimiento de los señores e iban de un trabajo a otro, de una corte a otra, de una iglesia a un teatro. En 1786 la ciudad se convirtió en el centro neurálgico de la cultura de la Ilustración, cuya representación operística fundamental fue la ópera de Mozart y del libretista Lorenzo Da Ponte "Le nozze de Figaro", sobre una obra de Beaumarchais. Se representó con personajes de la vida cotidiana y con los cantantes luciendo trajes contemporáneos. El emperador José II promocionó la música y participó personalmente en la gestión y el funcionamiento de la ópera de Viena. Esta ópera de Mozart fue la primera en representar personajes de diferentes clases sociales, dando protagonismo a los sirvientes como reflejo del nuevo pensamiento ilustrado.

De vuelta a Italia, el Milán del Risorgimento que llevó a la unificación del país está representado por el "Nabucco" de Verdi, que se estrenó en la ciudad en 1842. Su "Coro de los esclavos hebreos" (Va, pensiero) fue durante años un himno no oficial para Italia. Milán era entonces la ciudad que acogía los ideales de rebeldía contra el dominio austriaco y los palcos de la Scala eran centros de reunión y de encuentros políticos subversivos. Inspirada en el relato bíblico de Nabucodonosor, Verdi utilizó su composición operística para introducir la política, la religión, la guerra y para reivindicar una identidad nacional.

París era una ciudad en transformación en la década de 1860, con la remodelación urbanística iniciada por el barón Haussmann a instancias de Napoleón III. Capital internacional de la cultura, la ópera se instaló aquí con una gran fuerza y tuvo un importante papel en el desarrollo de las artes y las letras. En 1861 se estrenó en París el "Tannhäuser" de Richard Wagner, revisada personalmente por el autor, que la adaptó para el estreno en esta ciudad. "Tannhäuser" fue concebida como una obra de arte total, que sintetiza la música, el teatro, la danza y el espectáculo. El estreno de esta ópera no estuvo exento de escándalo, sobre todo por transgredir las normas de protocolo de la ópera tradicional y pretender crear un nuevo lenguaje musical.

La Barcelona modernista fue posiblemente la ciudad española en la que la ópera tuvo una mejor acogida. Sus calles eran escenario de un bullicioso ambiente artístico en el que se mezclaban la pintura de Rusiñol y Casas con la música de Erik Satie. En 1896 se estrenó en la ciudad "Pepita Jiménez" de Isaac Albéniz, una ópera con repercusión internacional que poco después viajó a Praga y a otras ciudades europeas.

La ciudad alemana de Dresde es otro de los escenarios que recorre esta exposición. En esta ciudad, que atravesaba una era de prosperidad económica e industrial, se estrenó en 1905 la ópera "Salomé" de Richard Strauss, que provocó un sonoro escándalo al ser calificada de indecente por la percepción que se hace de la mujer en la cambiante sociedad de aquel tiempo. La obra apostaba por el feminismo y la emancipación de la mujer. Calificada como "ópera psicosexual", las ideas provocativas de la antiheroína de "Salomé", que habían sido rechazadas en Berlín y Viena, encontraron una gran acogida en el ambiente progresista que se vivía en Dresde.

En Leningrado, en la Rusia soviética, se estrenó en 1934 la ópera "Lady Macbeth del distrito de Mtsenk", de Dmitri Shostakovich, que provocó también un sonado escándalo, en esta ocasión al ser descalificada por el propio Stalin. La protagonista de la ópera, un ama de casa burguesa, no encajaba en el ideal estalinista de la mujer soviética y la obra fue censurada. La prohibición en todo el territorio soviético causó graves problemas a su autor, que no volvió a componer ninguna otra ópera.

La exposición se despide con una sala en la que se muestran imágenes de estrenos de óperas durante los siglos XX y XXI, donde se recogen los desplazamientos desde sus orígenes europeos a todo el mundo. Obras contemporáneas como "Peter Grimes" de Benjamn Britten, "Eisntein on the beach" de Philip Glass o "Mittwoch aus Licht" de Karlheinz Stockhausen sirven de hilo conductor a este epílogo.

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