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Retratos de África

El fotógrafo vigués Augusto Rodríguez Criado narra la experiencia de su último viaje a Etiopía

Retratos de África

Esta es la sexta vez que viajo a África y siempre cuesta; tienes que desprenderte de tus miedos igual que cuando pasas por una fiebre alta. Los tres primeros días siempre son así: tiras la toalla o te adaptas .

La llegada, además de la adaptación, supuso encontrarme con una Addis Abeba soliviantada por los Oromo independentistas que quieren hacerse con el poder. Como pude, ya que tenía el equipaje repartido en dos sitios, fui haciendo lo mío y eso me sirvió para avanzar e integrarme en mi nueva vida allí. Visité y documenté un orfanato donde dan cabida a niños, la mayoría con padres VIH, microcéfalos con parálisis o que simplemente han sido abandonados a su suerte. Conocí una comunidad de Madre Teresa, donde además de huérfanos dan cabida a los que no caben. Estas tomas de contacto con la vida misma es lo que te pellizca a la realidad y te integran a saco; Occidente había quedado atrás.

Durante los siguientes días preparé el viaje al Gumuz con el Padre Juan Nuñez, escritor, misionero y una autoridad en historia etíope que lleva 42 años residiendo allí. ¿Qué mejor guía que él?

Como capas de cebolla, nuestro viaje de Oromia hasta el Nilo Azul empieza en la región Amara hasta Chaghi y de ahí al paso de montaña en Karr Berr, que quiere decir puerta, a la región de Benisangul-Gumuz, provincia de Metekel; por fin llegamos a Gublak dentro del distrito de Dangur. Fin de trayecto. Los Gumuz están en tierra de nadie puesto que esa zona perteneció en su momento a Sudán; luego sus habitantes fueron sometidos y devaluados por su piel más oscura por los etíopes y llevados como esclavos.

Guiado por el P.juan descubro una Etiopía distinta que huele a África, a esencia, a sonrisas amables, alejada del mercadeo de los touroperadores y que me conecta con una forma de viajar, ni mejor, ni peor, pero sí distinta de las habituales .

De regreso a Addis Abeba, vuelo hacia Mekele, al norte del país. Son casi unos 2.000 kilómetros de viaje de norte a sur, sin tregua, de la depresión de Afar a 155 metros bajo el nivel del mar con treking al volcán Erta Ale, donde hice noche a escasos metros del cráter acunado por el olor a azufre, con una luna llena brutal y amable que, como un hilo de Ariadna, me lanzó a bocajarro a los paisajes desérticos de Dallol , que según los geólogos es un lugar único en el mundo y a mí me pareció un viaje a la prehistoria.

Viajando así pierdes la noción del tiempo, como si vivieras en un puro presente que te impide discernir, pero piensas que ya lo harás a la vuelta; aquí toca cargar las bodegas de lo que algunos llaman "alma".

En Addis, contrato un driver para salír al día siguiente hacia el Valle del Omo a fotografiar las tribus del sur. No iba muy convencido de esta parte de mi plan; es más, incluso había pensado en descartarla porque están orientadas al turismo mercader, pero el hilo de Ariadna y el imán de mi brújula marcaban ese destino con fuerza, y no me equivoqué. Sólo tienes que saber mirar.Mamá África siempre me guía y soy yo quien a veces me despisto. Así pude conocer a las tribus de los Hamer, Mursi,Karo,Ebore, Dorze y Kwegu, entre otras. Solo, sin turismo, sin blancos, sin prisas, acompañado por gente local y sobre todo durmiendo en hoteles de africanos, dato este último que recomiendo encarecidamente a todo aquel que quiera percibir un África distinta.

Fotografié últimos minutos de luz en las montañas de Arbaminch y puestas de sol con acacias en la llanura de Turmi, y probé la mejor bunna del mundo, pues el origen del café está aquí y tienen un ritual para prepararlo: lo tuestan en el mismo momento, algo que me devolviió al mundo del "por siempre jamás", igual que en los cuentos.

Estoy muy contento con el trabajo de retratos, me hice con buen material.La fotogenia es una cualidad que tienen algunas pieles para rebotar la luz, y el glamour es el poder de seducción ante una cámara. Esos dos factores se cumplen aquí con creces; cuando un fotógrafo percibe eso a través del visor de la cámara sabe que ha elegido la mejor profesión. Son absolutamente bellos por dentro y por fuera, con una elegancia innata que te hace comprender que el origen de la humanidad está aquí .

Dicen que el síndrome de Stendhal es una enfermedad psicosomática asociada a la contemplación de lugares como Florencia, pero os aseguro que aquí también lo podréis experimentar con un añadido excepcional, que es la carga vital para vuestras bodegas espirituales sin fecha de caducidad.

Dediqué la última semana en Addis a investigar y experimentar la ciudad. El Fendika, un lugar imprescindible para disfrutar de la música etíope en directo, el Taitu, el primer hotel de Etiopía creado por la emperatriz y mujer de Menelik a principios del siglo XX, o el Finfine, un restaurante perdido en el tiempo, frecuentado por etíopes, en donde puedes degustar la mejor bunna de Etiopía con su ritual.

Aunque es verdad que existen muchos conflictos y muy serios por diferentes partes del país, también hay una sociedad paralela pujante que lucha por mostrar una Etiopía diferente muy creativa culturalmente.

Etiopía, octubre-noviembre de 2018

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