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Por un país en que la pobreza nos avergüence

Hay que votar al menos al partido que más se acerca a uno. / FdV

Me dijo un amigo, todo ufano. "Yo no voto personas, ¡yo voto ideas!" Le pregunté: ¿Y si te doy un millón de euros?. Y la respuesta fue rápida: "Pues voto a quien sea porque la idea me parece muy buena". Es un chiste. Por suerte estas cosas no ocurren o al menos a tal precio. Hoy es día electoral y eso me hace pensar que desde las primeras elecciones democraticas de1979 uno ha votado en 12 ocasiones, hoy será la 13, desde aquellas iniciales en que pululaban por España tantos partidos como personas y, por culpa de la juventud, uno estaba dispuesto a votar al más pintoresco aunque fueran cuatro y la abuela,desde maoistas a leninistas o troskistas, por no hablar de otros que aparecieron como esporas y más bien parecían venidos de un Gulag soviético o de las entrañas del general muerto, por cierto por sí solo, por mucho que quisieran haberle matado antes. He podido oír, sobre todo en aquella primavera electoral, los mayores desafueros de los líderes más caricaturescos en busca del voto, algo que se calmó en la era bipartidista y que en esta última campaña pareció haber renacido de sus cenizas no sé si por la juventud y bisoñez de algunos líderes, lo que precipita más inflamaciones.

Al menos aquí no tenemos a ningún payaso de oficio presentándose a las elecciones pero a mí me pareció realmente desagradable ese estilo utilizado por algunos, agresivo, insultante, despectivo, chulesco.... que no sé si será espontáneo, producto de la tensión que hay en el país o acaso es que los jefes de campaña han convenido que, en esta sociedad de masas en que la espectacularidad reina por sus fueros, nunca triunfa el candidato sobrio, que dice la verdad , mide sus palabras y no las usa como lanzas aunque estén vacías de contenido. ¿Cuánto tiempo hace falta para que esos modos burlescos y revanchistas se nos contagien? ¿O estamos ya en ello? , me decía un amigo. "¿De verdad es efectiva esta política del malhumor permanente? ¿Es sostenible a largo plazo? -escribía un colega- ¿Realmente una sociedad desea ser gobernada desde el enfado permanente? Son ya muchos meses de irritación y quizás la gente quiere tomarse un respiro", acababa diciendo.

Pues hoy será el día, en que podremos tomar ese respiro, aunque tengamos aún por delante mucho mitin y acciones partidistas. Claro, 2019 es un año electoral con comicios municipales, autonómicos y europeos el 26 de mayo y elecciones generales el 28 de abril, hoy mismo, pero hacía años que no teníamos partidos tan polarizados, sean los nacionalismos independentistas por un lado o sus hijos carnales reactivos por otro con ese nuevo partido que sube desde el sur a la reconquista de España. Bukowski decía que la diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes, y no sé si tenía razón, pero yo lo que tengo claro es que hay que votar al menos al partido que más se acerca a lo que quiere uno. Y, tal como están las cosas, seguir una vieja máxima: en un país bien gobernado debe inspirar vergüenza la pobreza. En un país mal gobernado debe inspirar vergüenza la riqueza.

Lo que está claro es lo que le leí a un columnista admirable con el que tomé en Vigo alguna copa y hasta vi como componía una oda a la tortilla ante la ría de Vigo y los ojos de una hermosa dama, pero del que no tuve tiempo de hacerme amigo: Manuel Vicent. Cualquier partido político -decía- que llevara hoy en su programa las bienaventuranzas del Sermón de la Montaña no sacaría un solo diputado. En aquel mítin el profeta de Nazaret clamaba ante la multitud: bienaventurados los mansos, los misericordiosos, los pacíficos, los limpios de corazón y los pobres de espíritu. No anda descaminado porque, aunque de todo se aprende, el ambiente electoral y sus confrontaciones han sido más tabernarias que de espíritus elevados. Pero es que me temo que los espíritus elevados no dan rendimientos en estas Bolsas de la política actual. Yo, por encima de enfrentamientos por ideas, reivindico el abrazo entre quienes las tenemos diferentes.

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