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Emigrante, empresario gallego en Uruguay

Jesús Rama Castro: "Lo que no mata, fortalece; eso aprendí en años de incansable lucha"

"Llegué a Montevideo con 20 pesetas en el bolsillo, trabajé desde la base, abrí empresas, y caí y me levanté varias veces hasta tener la solidez actual de un negocio con 140 trabajadores"

Los cinco hijos de Jesús Rama y Teresita Toscana: Antonio, Daniel, Carina, Jorge y Fernando.

Entrañable y viva la memoria de este gallego nacido en plena guerra civil en Carballo y emigrado a Uruguay, a donde llegó con 20 años y 20 pesetas -4 pesos de entonces- en el bolsillo. Tenía antecedentes. Ya su abuelo había emigrado a Cuba en el mismo barco que el padre de Fidel Castro, y un hermano le había precedido en Montevideo. El resultado de nacer en una aldea, Xoane, en Carballo, en la que no se podía hacer otra cosa que sobrevivir y más en medio de la contienda fratricida española. Su vida fue la de un luchador incansable. De la nada a una gran empresa. Pero cayendo en la nada y levantándose varias veces, superando un atraco en el que le dispararon a quemarropa una balacera... para tener ahora, a sus 80 años, una empresa consolidada con 140 trabajadores. El librero y escritor santiagués Manuel Losa, también emigrante en Uruguay, nos ha servido de intermediario en la larga entrevista realizada en la capital de aquel país y luego con su pluma. Esta es la vida de Jesús Rama, contada por él y debidamente ordenada y retocada por nosotros, sin perder un átomo de su esencia. Poco a poco, este periódico escribe la historia vital de nuestros emigrantes.

"Ya dos generaciones antes, mi abuelo materno, José Castro Romero, fue a probar suerte a Cuba. Lo acompañaba un vecino también de apellido Castro, quien después sería padre de los hermanos Raúl y Fidel. Su amigo se quedó por aquellas tierras del Caribe. Contrario a lo que podría imaginar, la pequeña hacienda lograda con esfuerzo y ahorros, dejó de ser suya cuando su hijo llegó al poder. Así son los caprichos del destino. Mi abuelo regresó a Xoane algunos años después, con dinero para construir una casa grande de piedra, típica labriega, pero con la corte para el ganado fuera del edificio principal. Más amplia y cómoda que las demás casas del pueblo, todas ellas carentes de luz eléctrica y agua corriente. Así era en aquel entonces. Un día de 1937 mi vida comienza allí en aquella casa de Xoane, una aldea de la Parroquia de Goiáns, Concello de Carballo. Tan solo cien habitantes. Una yunta de bueyes, cinco vacas que nos daban leche para vender y cerdos para que no faltara el alimento. Todo espacio libre se plantaba, los cerdos se alimentaban muy bien y nosotros teníamos cocido y caldo asegurados. Pero todo era trabajar y trabajar, y de estudiar casi nada. Había que ordeñar las vacas muy temprano, llevarlas a pastar, un día a un prado, otro día a otro más lejano. La misa de los domingos en nuestra parroquia se celebraba a las once de la mañana. Para no perder tiempo, con mi abuelo caminábamos tres kilómetros hasta "el pueblo de Carballo". Así no se nos cortaba la mañana, a las ocho y media ya quedábamos libres. Un día distinto el domingo, reunión de familia, comer bien, contar historias. Pero siempre había algo para hacer. Los animales no podían pasar sin comer".

"El pan de broa se horneaba en grande una vez por semana. Mi desayuno? caldo gallego, de berzas, unto y habas. A media mañana, mientras cuidaba las vacas, un pedazo de tocino ensartado en un palo firme como una espada, un fueguito y? el tocino asado con pan de maíz, ¡un manjar! Todo era felicidad. Pero, eso era todo. ¿Porvenir en la aldea? Para los que teníamos algo de ambición el futuro se presentaba opaco. Había que decidirse, como hizo el abuelo. Un hermano mío ya había emigrado a Montevideo y hacia aquel lugar fijé el punto de mira. Allá quedaban mis hermanos, Carmen, Aurora, Ramón, Manuel y Bautista. Otros dos habían fallecido de pequeños y el hermano mayor me esperaba en Montevideo. Yo soy el tercero. Manolito tuvo un pasaje de unos años en Montevideo. Ramón vive en Fuerteventura, Bautista en Xoane, en una casa que mandé construir para él, al lado de la casa familiar que después de mucho tiempo pude comprar y reformar a nuevo, con todo lo más moderno. El sueño de muchos emigrantes "amorriñados", volver a su casa de la infancia. Desde que llegué a Montevideo y más, poco después cuando conocí a mi compañera de siempre,Teresita, hija de emigrantes sicilianos, ya percibí que no regresaría jamás a Galicia para quedarme. Morriña... Lo que me sacudió fue el fallecimiento de mi padre estando yo ausente desde hacía varios años. Sin noticias de esa desgracia? ¡nada! El estado depresivo me duró meses, ni siquiera me acercaba a visitar a mi novia que vivía en el barrio alejado de Manga, Mendoza e Instrucciones, cerca de nuestro futuro barrio, donde también tenemos ahora las instalaciones de nuestra empresa importadora de productos alimenticios, con 140 empleados. Desde el primer día que la vi, lavando descalza la vereda de su casa, ya sentí que Teresita Toscano sería mi compañera para toda la vida. Y no me equivoqué. Hace cincuenta y seis años que estamos felizmente juntos".

"El 29 de septiembre de 1956, el buque 'Monte Urbasa' me dejaba en el puerto de Montevideo. En mis bolsillos apenas veinte pesetas, cuatro pesos uruguayos. Solo podría comprar cinco paquetes de cigarrillos o doce litros de leche. Con ese capital, ¿alguien puede pensar que un emigrante con poca instrucción pueda llegar a?? La Providencia suele ser benévola con algunos y nos presenta oportunidades. Aunque también tuvimos que superar situaciones adversas límite. No cabe duda de que para llegar a algo hay que vencer obstáculos que parecen insalvables, a fuerza de voluntad y coraje. La osadía de la independencia... A veces se paga un alto precio para conseguirla. Nadie se escapa, eso creo. Yo pagué un muy alto precio y debí sortear muchas dificultades para llegar a tener lo que era mi sueño, una empresa importadora de productos alimenticios de alta calidad. Mi primer trabajo, un almacén ubicado en Avenida Italia y Magariños Cervantes. Mi sueldo, 70 pesos por mes. El laudo de un mandadero. La vivienda, un apartamento económico, junto a unos primos de mi padre, en la calle Industria y Avenida 8 de Octubre. El sueldo apenas daba para gastos. Poco tiempo después, la dueña del almacén, la viuda de Barona, lloraba cuando le dije que pronto me iría a otro empleo. 'No se preocupe señora, que yo le conseguiré otro galleguito trabajador y le voy a enseñar toda la tarea'. Y así fue. En el Café Bar León de Carballo, en las Avenidas Larrañaga y San Martín, necesitaban un camarero. Y allí me fui a trabajar, doble turno y más. Había tanto movimiento que se cerraba tarde en la noche para limpiar y temprano en la mañana ya estaba el Café Bar funcionando, siempre con público abundante. 'A mí ya me atiende Jesús...' Simpatía, corrección y 'el galleguito de la cara sucia', como le decían cariñosamente las vecinas del almacén de la Barona, emulando el éxito de la famosa novela radial, era el preferido de la clientela. Trabajo y más trabajo, derroche de simpatía, propinas, ahorro".

"Los propietarios eran Añón Barreiro y Sierra. El que me entrevistó, me preguntó cuánto quería ganar? 'No sé, dependerá de lo que rinda. Eso lo verán ustedes'. Bastó con? 'Puedes empezar mañana.' 'Déme una semana. Antes tengo que enseñarle el trabajo a otro galleguito que quedará en mi lugar en el almacén donde estoy trabajando. Eso le prometí a la doña, que no para de llorar por mi ausencia'. Después de un tiempo, seguí en la búsqueda de mejorar y fui a dar a un barrio alejado, Manga, Avenida Mendoza e Instrucciones, comenzando como 'todo servicio' en el Almacén Los Paraísos. Parece como si el destino me hubiese llevado hasta aquel lugar, pues fue allí donde conocí a mi compañera de toda la vida, Teresita. Apenas quince años? Yo, veinte. Desde el primer día que la vi lo supe? 'Me casaré con esa muchacha'. Pasado un tiempo fui a dar al Café Bar de la esquina de Ejido y Paysandú. Fue en ese tiempo cuando falleció mi padre. La depresión, el desánimo total. Fue esa una de las tantas épocas muy difíciles que me tocó vivir.

"Los sueños comienzan a concretarse. Ya había registrado la marca "Emigrante", símbolo de mi morriña, para mi almacén de productos importados que algún día instalaría, no sabía cómo, dónde ni cuándo. En enero de 1963 Teresita y yo nos casamos y el 22 de noviembre nacía Antonio, nuestro primer hijo. En ese tiempo inicié mi independencia laboral, adquiriendo una despensa en la calle Manuel Alonso y Cataluña, buen barrio. Todos mis ahorros de 7.000 pesos sirvieron para la entrega inicial. El resto, hasta 25.000, lo fuimos pagando mes a mes. En el año 1967 cerré la despensa, guardé todo en una propiedad que había adquirido, en la calle 4 de Julio y nos fuimos de luna de miel a España y Europa. A nuestro regreso comencé en aquella casa con la Mayorista Distribuidora Residencial. Un breve pasaje con almacén mayorista y... un contratiempo grande. Robo, estafa, perdimos casi todo. Pero, al fin, en 1971 nacía Pontyn S.A., en Arenal Grande y Marcelino Berthelot, y allí sucedió mi mayor desgracia. Sufrí un asalto violento. Teresita esperaba nuestro cuarto hijo, Jorge. Carina apenas tenía diez meses y yo les rogaba a los ladrones que no me mataran. Como les pareció poco 50.000 pesos, que era todo lo que se llevaban, me dispararon a quemarropa. Las balas atravesaron hígado y un pulmón. En el hospital los médicos ya me daban por muerto. Pero la Providencia envió al Dr. Alberto Barquét, un libanés. 'Lleven inmediatamente a este hombre al quirófano', ordenó. Y gracias a ese médico salvé la vida, después de un mes en Cuidados Intensivos y cinco meses más para la recuperación completa. Mientras tanto, entre lágrimas, rezos y coraje... ¡Teresita se tuvo que hacer cargo de todo, como pudo!".

"Para poder seguir hubo que vender todo lo vendible, dos camiones, una camioneta y la casa. ¡Borrar y empezar de nuevo! Teresita y yo nos fuimos nuevamente a la tierra de sus ancestros y a mi tierra. Fue entonces cuando vi a mi madre por segunda vez. Momentos de alta emotividad, con el recuerdo de la desgracia y el milagro recientes. Yo sabía lo que quería, pero no estaba seguro de mi futuro. Al fin, que... estando en Carballo me encontré con mi amigo de la infancia, el propietario de las Conservas Calvo y me salió una expresión: 'Yo voy a llevar tus productos a Uruguay'. Y allí comenzaba una nueva etapa de ilusión, crecimiento y años después, también de crisis profunda. La caída de la tristemente famosa "Tablita del dólar", en la Primavera de 1982. Los que teníamos deudas en moneda extranjera, de la noche a la mañana pasamos a deber el doble. Otra vez las deudas nos hundieron a muchos. A base de ayudas de algún familiar, trabajo sin pausa de jornadas dobles, como siempre y esfuerzos enormes, fuimos logrando otra vez la estabilidad, hasta el año 2002... Otro año de tremenda crisis que hundió a medio país y a nosotros también. ¿Para qué recordar? 'Lo que no mata, fortalece'. Sí, ya lo sabemos".

"Con voluntad inquebrantable y mucho esfuerzo de toda la familia, pudimos estabilizarnos nuevamente y hoy todos nos sentimos orgullosos por los logros obtenidos. Al fin, el premio. Once nietos maravillosos, una empresa modelo, sólida, ordenada, de prestigio internacional. Nuestro hijo mayor, Antonio, piloto de aviación en Air Europa, continúa ahora como comandante instructor de vuelo en Qatar Airways. El hijo menor, Fernando, tiene su propia empresa y es piloto de automóviles Súper Turismo. "En mi familia el que no corre, vuela." Los otros tres hijos, Daniel, Carina y Jorge, son parte fundamental de Pontyn S.A. Yo acompaño todo el tiempo de que dispongo, pero los que manejan la empresa son los hijos. Ahora tengo tiempo para mi gran afición, el golf. Viajo continuamente a participar en torneos: Panamá, Ecuador, Perú, Murcia, Santiago de Compostela? y aquí en Uruguay, asiduo concurrente a los campos de golf de Punta del Este y Punta Carreta. Me agrada la práctica de ese deporte y en lo posible cosechar trofeos".

Tras la entrevista, recorremos con Jesús su pequeño imperio, Pontyn S.A.. La emoción acompaña nuestro recorrido por las enormes naves de almacenamiento. Cámaras frigoríficas. Mercaderías de infinidad de lugares. Elevadores eléctricos. Todo automatizado. Operarios envasando productos. Oficinas. Circulamos por una sala repleta de trofeos, placas de reconocimiento, hasta llegar al mismo lugar del comienzo. Los cuadros de Teresita, donde uno se destaca. Con emotividad, nos dice este gallego peleador: "Mi hijo Antonio sacó una foto aérea y Teresita creó esta pintura para mí. Este es mi pueblo de Xoane en Carballo visto desde el cielo y esta es nuestra casa, el lugar donde nací hace más de ochenta años. Agradecido a Dios por todas las enseñanzas a través de las contrariedades y porque pueda contarlas. También por el premio de poder disfrutar de nuestra amplia familia junto a Teresita. La forma de retribuirle a la vida será continuar dando ejemplo, colaborando con acciones solidarias por medio del Rotary, Bios, Teletón,Hogar Español de Ancianos. Mientras Dios nos siga dando su visto bueno, seguiremos en esa".

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