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"Dolor y gloria", batidora de la memoria materna

Una escena de "Dolor y gloria", que recrea con Penélope Cruz la maternidad y la infancia

Mamá, deja el sillón, que vamos a dar un paseo. -¿Un paseo por dónde, hijo mío? -Por el pasillo, mamá, por el pasillo". Ayer, viendo "Dolor y Gloria", de Almodóvar, contemplé sorprendido y un tanto emocionado por el recuerdo: eso le decía a su madre Salvador Mallo, o sea Antonio Banderas como actor, en la película medio bográfica del director. Eso decía yo a mi madre cuando mi hermana la dejaba pasar unos días en mi casa y se arrellanaba en un cómodo sillón porque ya no quería de tan vieja mover el esqueleto. Le ponía el bastón en una mano, le daba mi brazo en la otra, y paseábamos ida y vuelta por aquel pasillo de 27 metros que iba de la Plaza de la Princesa a la de la Constitución. Ahora ya no podría pasearla los 27 metros porque azares de la vida los ha dividido a la mitad, y menos mal que ya se había ido para siempre y no sufrió con la secesión, pero si estuviera me diría: "No importan los metros hijo, sino que recorras con amor los que tengas". Mi madre era mujer de principios. Yo la sentaba después en la galería que da a Princesa para que distrajera su mirada en el bullicio de la plaza porque a esa edad solo eso va quedando, la mirada, tierna y afectiva si es de madre.

Como en la película de Almodóvar, los hombres sentimos especial ternura por nuestras madres, porque casi todas dejan huella de amor y una estela de ejemplaridad y son pocas las que no dejan ni recuerdo. En "Dolor y gloria", un film que me encantó, se remueve como en una batidora toda esa memoria sentimental que deja una madre, salpimentada por ese dolor que da no haberle dado aún más amor a la que te dio más amor que nadie en la vida. En realidad la película habla de otras muchas cosas, como la soledad siempre de fondo, pero a mí me interesó ésta, más esponjosa, de esa maternidad en la infancia, cuando ella te protege y que tan bien interpreta Penélope Cruz; o esa otra en la vejez que magistralmente recrea la actriz Julieta Serrano en la que aquel niño suyo es ya un adulto con rico pasado pero en crisis aunque eso no obsta para que la proteja a ella mirándola a la inversa, como ella lo miró a él muchos años antes, como a una niña.

Entrañable me pareció la escena en que ella y otras lavan la ropa en el río y cantan canciones de lavandera porque mi edad me alcanzó para ver a la mía con otras de mi familia lavando en el río del pueblo maragato donde pasábamos nuestras vacaciones. No había otra que esa. ¡Qué inolvidables vacaciones las de los que aún tenemos un pueblo de origen que visitar! Me recordó a mi familia rural y aquella España de mi niñez en que el país estaba lleno de lavaderos porque las lavadoras eran inventos demoníacos de los americanos. Y emotiva esa otra escena en la que su madre, ya muy anciana, le da a Salvador Mallo, o sea Antonio Banderas, directrices para su entierro; me recordó a la mía cuando, riendo, me hablaba de la ropa que iba a llevar cuando se reencontrara en el más allá con la suya. Claro, mi madre tenía la ventaja de ser creyente, lo que a esas edades da mucha esperanza y más si no has robado nada y no has hecho más que dar amor y buenas palabras.

Igual que me pasó cuando vi "Green Book", la película almodovariana "Dolor y gloria" me recordó el concepto de familia, ese núcleo de solidaridad que nos queda aunque bien es verdad que todos conocemos familias que son jaulas de grillos en disputa. Yo lo he sentido con los míos en horas amargas, como un puño todos en mi entorno. Yo, desde luego, salí del cine con ganas de abrazar a hijos, nietos y demás familia. Y diría algo más que me evocó la película: cómo nos influye la ideología familiar de procedencia. Mi amigo Paco Lores Santacecilia, por ejemplo , tenía una madre santanderina como la mía, pero su marido fue fusilado por "rojo" en la cruel contienda entre hermanos que fue la guerra civil. La mía, en esa misma guerra y cerca de la suya, vio a su padre huir constantemente al monte para escapar de los "rojos" que venían a buscarle. Paco y yo nos queremos, pero tuvimos de niños diferentes impactos que nos marcaron para siempre.

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