Llegaron a Bayona de Galicia dejando llenas sus costas de admiración y riqueza (José de Oviedo y Baños, Crónicas de las Indias)
En torno al 7 de abril del año 1500 asomaban por la costa del Val Miñor la proa y el velamen de una carabela que, a principios de junio de 1499, había zarpado de la barra del Saltés (Huelva) rumbo a la Costa de las Perlas con 33 hombres a bordo. Era su piloto Pedro (o Pero) Alonso Niño, quien ya había formado parte de la tripulación del tercer viaje de Cristóbal Colón a las Indias y que, en esta expedición, había repetido casi exactamente el mismo recorrido y con un objetivo claro: alcanzar la Región de la Paria, situada en la desembocadura del río Orinoco, descubierta en 1594 por el propio Almirante y bautizada en 1498 como Tierra de Gracia y Paraíso Terrenal.
Tras 23 días (el viaje más corto de los realizados hasta entonces) la tripulación oteó la costa norte de la isla de Trinidad y se dirigió directamente a la Paria, atravesando la peligrosa Costa del Dragón. Siempre avanzando hacia el oeste, la carabela recorrió más de 150 leguas de costa en medio de todos los peligros, dando pruebas su piloto de un gran valor y una magistral pericia.
En la Paria, los tripulantes fueron recibidos cordialmente por los indígenas. Recorrieron las costas de Curiana y desembarcaron en la Isla Margarita donde realizaron un intercambio de mercancías, consiguiendo una enorme cantidad de perlas (en palabras de Pedro Mártir de Anglería "cargaron perlas como si fuera paja"). Llegaron a Cumaná y continuaron "recolectando" las preciadas joyas. Estos intercambios se hacían por objetos que, para los españoles, tenían poco valor, al igual que para los indios las perlas, de manera que en el trueque todos salían contentos y satisfechos. Pasaron después por Caucheto y Chichiriveche y, desde allí, emprendieron un apurado regreso (perseguidos por los nativos) con un cargamento en el que, entre otras cosas, destacaban, además de las perlas y el aljófar (una variante de las propias perlas), un oro que segun se comprobó después era de baja calidad de ley (los denominados guanines) así como palo Brasil, cañafístula, horchilla y, por si algo faltara, unos cuantos ejemplares vivos de monos y loros.
Pero era aquel un cargamento valioso. Tanto que permitió financiar económicamente por vez primera una expedición a las Indias, algo insólito en aquel entonces, y tal vez por esa razón (la razón del dinero) fuese por lo que seguramente tanto el "armador" Cristóbal Guerra como la propia tripulación, conviniesen en decidir que el primer puerto del reino español en el que iban a desembarcar no fuese ni el de Cádiz ni el de Sevilla sino, mucho más al Norte, uno que les permitiese evadir el Quinto Real (impuesto de la Corona). Eligieron el de la Villa Real de Baiona, el mismo al que había arribado la carabela Pinta en el viaje del Descubrimiento siete años antes.
Alrededor de dos meses permanecieron la nave y su tripulación en Baiona, período tras el cual tuvieron que dirigirse a Sevilla, por orden expresa de los Reyes Católicos. Avelino Sierra, autor de "La otra arribada historica", explica que la llegada de este cargamento supuso todo un acontecimiento para la villa y así fue celebrado por los vecinos de la época; no obstante, tal hazaña, la del primer viaje comercial entre Europa y América, mereció muy poca atención entre los cronistas de la época. Hogaño Baiona celebra desde hace años con toda pompa y esplendor la arribada de la Pinta, pero esta otra ha permanecido casi en el olvido hasta que, hace unos días, Sierra presentó su libro sorprendiendo a propios y extraños.
Era efectivamente Pedro Alonso Niño el "líder" de aquella expedición, pero con él es preciso citar a dos nombres más: los de Cristóbal y Luis Guerra. Cristóbal, nacido en el barrio sevillano de Sevilla, fue un comerciante que participó en la exploración de América tras el descubrimiento de esta por Colón en 1492. A Luis Guerra,por su parte, no se le reconoce mérito alguno más allá de de ser el hermano de Cristóbal, quien lo impuso como capitán.
