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Andrés Dobarro, Medalla de Galicia

Andrés Dobarro, Medalla de Galicia

Esperando, y deseando que, al fin, se tenga la delicadeza de otorgarle, infelizmente ya a título postumo, la Medalla de Galicia (una iniciativa apoyada por numerosos músicos de toda España así lo pide), el próximo viernes se cumplen veintinueve años de su fallecimiento: las autoridades competentes tienen, pues, casi un año para pensar en concedérsela durante el venidero 2019, en el trigésimo aniversario de su óbito.

En sus mejores tiempos, Dobarro se hacía acompañar por un grupo llamado Los Sprinters para sus conciertos en directo y, hasta 1973, el suyo fue un paseo triunfal amenizado por canciones como "Corpiño xeitoso", "Rapaciña", "Miña Maruxa", "Pandeirada" (el segundo número 1 que logró), "Se vou a Bueu", "San Antón", "Meu ben dorme" o "Meu amor", unas basadas en coplas populares, otras escritas por él y casi todas con la inestimable colaboración de su amigo, el escritor Xavier Alcalá. Cual era costumbre de aquellos años (e incluso de los presentes), también Dobarro tuvo su película, titulada "En la red de mi canción", en la que comparte protagonismo con Concha Velasco.

Andrés vivió cuarenta y dos años, tres de ellos en la cumbre y, los últimos, prácticamente en el infierno. No deja de resultar curioso que algunos de sus años de esplendor coincidiesen en el tiempo con los de la eclosión del movimiento Voces Ceibes, que venía a ser algo así como la versión gallega de la Nova Canço catalana. Andrés cantaba en gallego, una de las señas de identidad de todos aquellos cantautores que creían en la música como instrumento político antes, durante y después de la Transición, pero nunca se alineó en sus filas porque, según afirmó en entrevistas, él se sentía ajeno a cualquier compromiso político. Eso sí, su propensión a cantar en su lengua vernácula le causó problemas, incluyendo la "suspensión cautelar" de varios de sus conciertos, y es de suponer que en los archivos familiares todavía se conserven algunas de las circulares procedentes del Ministerio de Información y Turismo en las que se le advertía que desistiese de incluir en su repertorio piezas en idioma galaico.

¿Que por qué cantaba en gallego? Respondió en numerosas ocasiones a esta pregunta y siempre lo tuvo meridianamente claro: porque así lo habían aceptado masivamente y porque -extraemos sus propias palabras en 1971- "no voy a forzar para cantar en castellano, pero lo haré cuando encuentre un tema que me exija expresarme en ese idioma". Su declive comenzaría pocos meses después de realizar estas declaraciones cuando, requerido por contrato discográfico, se "atrevió" a grabar en español.

¿Fue Andrés Dobarro una víctima de la maquinaria industrial discográfica? Algo de eso debió ocurrir. Su amigo Xavier Alcalá sostiene que "su caída fue propiciada por algunos" aunque también ha reconocido que "Andrés fue un ídolo frágil y vicioso, siempre agarrado al vaso y al cigarro, y siempre dispuesto a parir en breves minutos la melodía que se le pegaba al oído".

Seguramente su último momento de gloria lo tuvo al comprobar el éxito que consiguió el grupo vigués Siniestro Total con su versión rockera de "O Tren", todo un himno para los cientos de jóvenes gallegos que, como antes Andrés Dobarro, en la década de los 80 estudiaban carrera universitaria en Madrid y regresaban en navidades y verano a Galicia a bordo de aquel "Tren que me leva pola beira do Miño".

Tómense estas líneas como una firma más de apoyo a la candidatura Andrés do Barro, Medalla de Galicia, que tan cariñosamente impulsan de manera especial su hija Andrea y su amigo Nonito Pereira.

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