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En Fornelos de Montes, con el ex niño-lobo ahora maestro

Cuando al niño lobo de la sierra, Marcos Rodríguez Pantoja, le sacó de su vida entre lobos el pastor que lo encontró, para traerlo a la fuerza a la vida real de los humanos, no sé qué favor le hizo. Allá por Sierra Morena, Marcos vivía en completa libertad entre los 6 y 17 años, cazando y pescando, quizás andando a cuatro patas. Estaba acostumbrado a sobrevivr con ayuda mutua, entre animales fieles a sus parejas, que mataban para comer y que siempre le respetaron. Marcos estuvo el otro día en la Granja El Kiriko que tienen Lucrecia García y Miguel Mandareko en Fornelos de Montes, compartiendo un jornada con niños y padres para hablarles de la naturaleza y de su experiencia con animales. ¡Y qué bien lo pasaron y cuánto aprendieron ese día! Creo que tras un periplo que le llevó por Madrid, Mallorca y Fuengirola, ahora vive en una aldea de Ourense,no precisamente sobrado de medios. El periodista vigués Pablo López contaba en un reportaje de hace unos cuantos meses que malvive solo en una casa prestada por una familia que lo ha "apadrinado" en una población cercana a San Cibrao das Viñas, y que apenas subsiste con una pensión no contributiva. "Su integración con los vecinos -escribió- es total. Conversa con ellos, hace rutas por el monte e incluso da charlas en centros educativos o colabora con iniciativas en defensa del lobo, del que tanto sabe, pero su situación económica y sus condiciones de vida son angustiosas". Ojalá haya cambiado esa situación, cosa muy dudosa, y por eso es digno de aplaudir que los "kirikos" lo hayan traído, no sé si influidos por la asociación Amigos das Árbores da Limia, que inició una campaña para auxiliarle.Pero el recelo sobre el género humano es una de las secuelas que dejó en Marcos su larga estancia en el monte.

Marcos debe flipar con los humanos como él, que no solo tienen un odio ancestral al lobo sino que matan por el placer de la caza a los animales, o matan masivamente en granjas, campos de concentración hasta no hace mucho incontrolados donde los animales pasaban verdaderos apuros por maltrato antes de la muerte. Fliparía aún más cuando se enteró de que también se matan entre los hombres con las técnicas más sofisticadas, hasta el punto de que un tipo contratado como telecazador con pinta de burócrata, sentado ante un ordenador en el Golfo Pérsico, puede mandar un dron para eliminar a un yihadista y luego irse a tomar una cerveza en su hora de descanso. Han pasado decenas de años desde que Marcos vive entre humanos pero no sé qué pensará al enterarse de que un grupo de animalistas se han dado cita en el centro de Madrid para pedir la abolición de la pena capital para los cerdos, manifestándose frente al Museo de Jamón en contra de este manjar español al grito de "no es jamón, es cerdo muerto". Durante su etapa lobuna, nuestro hombre habrá contemplado que los lobos quizás maten con saña por algo más que sobrevivir pero se retiran si aparece el hombre porque no quieren ser víctimas. No quieren mártires, al contrario de esos animales semihumanos llamados yihadistas, como un tal Kassim que soñaba con ser médico pero luego solo aspiraba a ser mártir, objetivo que por fortuna y en un ataque de generosidad le consiguió uno de esos telecazadores.

Los lobos son animales territoriales y a lo mejor ve Marcos con más comprensión cómo en Cataluña hay quienes buscan desesperadamente algún mártir que puedan reivindicar para echárselo en cara a sus opresores españoles. ¡Un mártir, por favor, un mártir de la fe!, deben estar pidiendo en sus madrasas, apenados porque hasta ahora en la intervención de la Guardia Civil en el 1 -O poco más hayan conseguido que unos cuantos moratones y otros afectados por crisis nerviosas, algunas ante la tele. Lo extraño con lo que sucede en Cataluña es que no salgan más historiadores avisando de que eso les suena, que ya se vivió algo parecido, que hubo CDRs en versión años 30, comportamientos sanguinarios peor que lobunos, matadores desbocados en nombre de la clase obrera, sicarios empresariales que salpicaron de sangre las calles catalanas, racisTorras mitinescos...

Y estoy seguro de que Marcos alucinó con esta sociedad nuestra que se cree con el derecho a saberlo todo tras desterrar el derecho a la intimidad y que, convertida en masa digital, está presta a linchar a cualquiera con la palabra.Seguro que un día puso Tele 5 y se asustó ante los dislates y delaciones de una manada lobuna de tertulianos de bajos fondos pero muy bien pagados por revolcarse en el estercolero de la vida cotidiana, o cuando vio, él que en tanta libertad había vivido, a gente encarcelada voluntariamente en un Gran Hermano. Desalmados que empezaron a hozar con sus morros en el cubo de la basura de Jesulines y Pantojas, Villarejos sacando trapos sucios o Valtonycs haciendo del rap un vertedero de inmundicias. Pero de todo eso no hablaron en El Kiriko.

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