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Un ejército europeo

Un ejército europeo

En un mundo que, lo quiera o no EE UU, se ha vuelto multipolar, la Unión Europea necesita para los casos en que falle la diplomacia unas fuerzas armadas propias. Al menos en eso están de acuerdo el presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller federal alemana, Angela Merkel. Los principales impulsores del proyecto militar europeo lo tienen claro: si quiere pintar algo en el cada vez más complejo e inestable escenario global, la UE tendrá que responsabilizarse de su propio destino.

Eso suena muy bien en principio, pero el problema será llevarlo a cabo porque incluso entre Berlín y París hay diferencias de enfoque. Y no hablemos ya de los países del Este de la UE, donde resurgen con fuerza los nacionalismos. Macron quiere cuanto antes una fuerza de intervención conjunta capaz de actuar en todo momento en África, donde Francia, como potencia excolonial, tiene fuertes intereses, y que de ella forme parte también la Gran Bretaña. El problema es el Brexit, razón por la que Berlín no parece demasiado entusiasmado con la propuesta francesa y prefiere que el futuro ejército europeo se cree, no al margen, sino en el marco de la UE.

En su reciente intervención en el Parlamento de Estrasburgo, Merkel aclaró que esas futuras fuerzas armadas de la UE serían en cualquier caso complementarias de la OTAN y no antagónicas. La pregunta es si de alguna manera seguirían estando subordinadas a la Alianza Atlántica y al mando estadounidense, como seguramente les gustaría a algunos países europeos. No hay duda de que el proyecto militar autónomo de la UE no es del agrado de Estados Unidos, y mucho menos con Donald Trump en la Casa Blanca.

En París, donde asistió a las conmemoraciones del final de la Primera Guerra Mundial, Trump calificó de "insultante" la afirmación de Macron de que la UE debía desarrollar sus propias fuerzas armadas no sólo frente a Rusia o China, sino también a EEUU. El republicano pide que los europeos gasten más en defensa, pero dentro de la OTAN: un 2 por ciento como mínimo del PIB nacional. Su intención está clara: que los aliados compren más armas a su país.

Pero los europeos tienen su propia industria militar, que también crea puestos de trabajo en casa, y quieren seguir desarrollando sus propios sistemas armamentísticos, que además exportan: por cierto que a países tan poco recomendables como Arabia Saudí. Fiel a su táctica de dividir para negociar después bilateralmente desde una posición de fuerza, como ha hecho ya con algunos acuerdos comerciales, no es descartable que Trump haga todo lo posible por dividir a los europeos.

El secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, parece perplejo: mientras que se congratula de que los europeos quieran reforzar sus capacidades defensivas, advierte del peligro de duplicar esfuerzos y de que se debiliten los vínculos transatlánticos.

Y la diplomacia, mientras tanto, ¿para cuándo?

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