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Así vive una familia misionera gallega

Emilio: "Nos encargamos de dar soporte al misionero seglar que está fuera y de ayudarle a reintegrarse en la sociedad a su regreso"

Emilio Estévez y Mónica Villar, con sus cuatro hijos. Debajo, recogida de ropa de Misevi para una misión.

El tudense Emilio Estévez, ingeniero superior industrial, y su esposa Mónica Villar forman con sus cuatro hijos una dinámica familia misionera, hasta el punto de que ella -psicóloga de profesión- está en la directiva internacional de los Misioneros Seglares Vicencianos (Misevi). "Pertenecíamos los dos a la sección juvenil de esa asociación y nos conocimos en la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Toronto en 2002; desde que nos casamos teníamos clara cuál sería nuestra misión como familia", señala Emilio.

Así como otros misioneros laicos pasan varios años en países del Tercer Mundo, Mónica y Emilio sólo hacen viajes esporádicos. Pero sin salir de España forman una retaguardia fundamental para el desarrollo de las misiones. Reconocen que más mérito tienen las personas que están fuera, pero "hay muchísimo trabajo que se puede hacer desde aquí, porque los misioneros necesitan una organización fuerte detrás, sin olvidar la tarea de sensibilización en centros educativos".

Emilio Estévez incide en la importancia de la infraestructura de apoyo a las misiones: "Nosotros nos encargamos de dar soporte al misionero, tanto cuando está en misión como a su regreso. Una parte muy importante, de la que apenas se habla, es el retorno del misionero laico, que -a diferencia de los sacerdotes o religiosos- se enfrenta a no pocas dificultades para reintegrarse en la sociedad: debe buscar un trabajo y en ocasiones no tiene ni amigos, por lo que hay que ayudarle económicamente. De hecho, mientras están fuera Misevi cotiza por ellos a la Seguridad Social", apunta el también director general de la empresa de plantas Coplant.

Los Misioneros Seglares Vicencianos trabajan actualmente en Honduras, Bolivia y Angola, y tienen en proyecto actuaciones en otros seis países. "La de misioneros laicos es realmente una vocación; es una opción vital, un estilo de vida; también eres misionero cuando estás aquí", comenta la psicóloga Mónica Villar, que ha trabajado en Vigo como profesora de ciclos y en un gabinete y ahora lo hace en el Seminario Menor de Tui. "A diferencia de lo que son los cooperantes -añade-, ser misionero es una opción de vida, comprometida con los que más lo necesitan, y además anunciar el Evangelio, sin rarezas, manifestando que existe el amor en el mundo".

El matrimonio tiene cuatro hijos -Pedro, Carlos, Alberto y Ana- de entre 13 y 1 años. "A veces nuestra casa parece un cuartel general: ropa, medicinas, material agrícola?", refiere Mónica, que destaca la colaboración de sus hijos mayores. "En algún encuentro ellos organizaron juegos para otros niños, o ayudan a cargar un contenedor para Mozambique; en otra ocasión en que estuvimos todos ayudando en La Línea de la Concepción, ellos iban a jugar al futbolín con unos enfermos", comentan sus padres. También ayudan en campañas de recogida de alimentos, ropa y juguetes para otros países. "En una ocasión -apunta Emilio Estévez- se dieron cuenta de que unos juguetes no tenían pilas y se organizaron ellos ponérselas y comprobar que funcionaban".

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