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La reina del Art-déco

El Palacio de Gaviria, en Madrid, acoge una gran exposición de Tamara de Lempicka

La bella Rafaela

Los años veinte del pasado siglo fueron una década dominada por el énfasis en la recuperación del tiempo perdido durante la Gran Guerra. Los métodos para poner en práctica el nuevo espíritu de la modernidad que llegaba con los adelantos técnicos y los cambios en las costumbres, obedecían al impulso de disfrutar de la vida, lo que los franceses llamaban joie de vivre. Fueron unos años en los que el cosmopolitismo de la nueva sociedad se manifestaba a través de los viajes y los nuevos medios de comunicación: modernos automóviles, aviones, trasatlánticos, zepelines? La nueva sociedad europea trataba de demostrar que había superado el trauma de la guerra a través de muestras de exotismo y seducción que incluían la música de jazz, el cine de Hollywood y los nuevos productos de consumo. La nueva estructura social, donde la mujer comenzaba a tener un poder adquisitivo propio que le permitía entre otras cosas una mayor liberación sexual, se manifestaba en la moda, fundamentalmente femenina. En este contexto nació el Art-déco, un movimiento artístico que se identificaba con estos valores y con la estética ornamental del momento. Una de sus artistas más representativas fue la pintora Tamara de Lempicka, de quien acaba de inaugurarse en Madrid una exposición que, junto a sus cuadros, reúne elementos que contextualizan aquella época, como muebles, joyas, vestidos y objetos decorativos. La obra de Tamara Lempicka, ignorada durante muchos años, ha recuperado actualmente vigencia, rescatada por personajes como la cantante Madonna, que adopta la estética de la pintora para sus espectáculos (Madonna posee varios cuadros de la artista, que nunca ha prestado) o los grandes diseñadores de moda como Dolce &Gabanna, Versace y Karl Lagefeld.

Personalidad fascinante

No se conoce con certeza ni el lugar exacto (¿Varsovia, Moscú, San Peterburgo?) ni el año de nacimiento (entre 1895 y 1899) de Tamara Rosalía Gurwik-Gorska, que adoptó el apellido de su marido, el aristócrata ruso Tadeusz Lempicki, con quien se casó en vísperas de la revolución soviética. La detención de Tadeusz por el nuevo régimen obligó a Tamara a trasladarse a París en 1917, donde su marido se reunió con ella dos años después. En París inició una carrera relacionada con la moda y el diseño en un ambiente elitista e ilustrado en el que se relacionaba con personajes como James Joyce, Colette, Cocteau, Gie, Picasso e Isadora Duncan. Comenzó a exponer sus primeros cuadros en el Salón de Otoño de 1922 y en el Salón de los Independientes en París, Milán y Burdeos, donde causaron sensación sus primeros desnudos.

1925 fue un año decisivo para Tamara de Lempicka. Entre los meses de abril y octubre se celebró en París una exposición internacional de artes decorativas con el fin de recuperar en todo el mundo la primacía de los productos de la industria francesa en este campo. Fue en esta exposición donde nació el Art-déco, un movimiento que fascinó a Tamara de Lempicka porque era una expresión rupturista que proponía un cambio del concepto del arte en un mundo transformado por la industrialización. El Art-déco se manifestaba además como una reacción a la austeridad y al conservadurismo y era un llamamiento a disfrutar de la vida. En este contexto, la obra de Lempicka bebe de las fuentes de la pintura italiana del siglo XV y la flamenca del XVII, de Van der Weyden, Vermeer y El Greco, pero también de Miguel Angel y Rafael. El retrato fue uno de los géneros que cultivó con más éxito. Por su taller pasaron científicos, intelectuales, escritores y miembros de la antigua nobleza exiliados de las revoluciones europeas. Su hija Kizette Lempicka fue también su modelo sobre todo durante su infancia y adolescencia ("Kizette en el balcón") y también en la edad adulta ("Madre con niño"). En 1932 viajó a España y en 1934 retrató a Alfonso XIII en su exilio en Italia, un retrato, inacabado, que se expone ahora por primera vez en Madrid tras haber sido recientemente descubierto.

Después de su divorcio y del impacto de su famoso "Autorretrato (Tamara en un Bugatti Verde)", en 1929 Tamara de Lempicka viajó por primera vez a Estados Unidos para participar en una exposición. Poco antes de estallar la II Guerra Mundial la artista llegó al cénit de su fama con una exposición en el museo Jeu de Paume parisino. Ante la amenaza de la guerra se traslada a Estados Unidos con su nuevo marido, el barón judío Raoul Kuffner, y se instala en Beverly Hills en una antigua villa del director de cine King Vidor cuyo mobiliario había sido comprado por Zelda y Francis Scott fitzgerald y en la que organizaba fiestas a las que acudían estrellas de Hollywood como Pola Negri, Greta Garbo, Tyronne Power, Orson Welles, Dolores del Rio o Charles Boyer. Expone en Los Ángeles, San Francisco y Nueva York, desde donde regresa a París al término de la guerra. Europa vuelve a interesarse por su obra a raíz de la exposición "Les Annees 25", conmemorativa de aquella en la que había nacido el Art-déco. A la muerte del barón se traslada a Houston y en 1978 fija su residencia en Cuernavaca (México) hasta su muerte en 1980. Sus cenizas fueron esparcidas en la cima del volcán Popocatepetl.

La última exposición de Tamara Lempicka se celebró en la Casa das Artes de Vigo en 2007. Las aproximadamente 200 piezas que se muestran en esta exposición de Madrid, procedentes de 40 museos y colecciones privadas, se organizan en un orden pensado para contextualizar la obra de la artista en diez ambientes Art-déco con muebles, biombos, lámparas, jarrones, vidrieras y fotografías de la época. El recorrido se inicia con dos secciones dedicadas a su etapa parisina de los locos años veinte, incluyendo la reconstrucción de estancias de su casa-estudio de la Rue Méchain, una especie de museo Art-déco del arquitecto Robert Mallet-Stevens decorado con tubos, muebles de acero y esculturas modernistas.

La relación de Tamara de Lempicka con la moda se manifiesta en una sección con ilustraciones de la artista para revistas, bocetos y figurines originales, trajes, zapatos y sombreros presididos por cuadros como "Las confidencias (las dos amigas)" y "La bufanda azul".

La personalidad bisexual de Tamara de Lempicka se manifiesta en la sección "Las amazonas", nombre con el que en el siglo XIX se denominaba a las lesbianas. El tabú con el que gran parte de la sociedad trataba la homosexualidad contrasta con el carácter desinhibido con el que la pinta la artista en obras como "El doble 47" y en desnudos como el de "La hermosa Rafaela". La exposición se cierra con imágenes de Ira Perrot, la mujer con la que mantuvo Tamara de Lempicka relaciones amorosas durante décadas ("Sa tristesse"), Rafaela, una modelo de su desnudo más sexual ("La hermosa Rafaela") y escenas eróticas como "Las muchachas jóvenes".

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