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Sí, la flor de la alamanda es amarilla

Paco Gómez-Soto, en una imágen bucólica que no se corresponde mucho pero queda bien

El amarillo es el color de los celos, la envidia, el odio, el egoísmo y la traición, y por eso se exhíbe tanto por los lazis catalanes en forma de lazos o de cruces, pero cuando el vigués Paco Gómez-Soto puso a su gran novela aún caliente "La flor de la alamanda es amarilla", no se refería a eso sino al llamado jazmín de Cuba, porque este país está en el meollo de su nueva obra y es también con su color vivo símbolo de la risa y del placer. Dicen que la jubilación es una etapa de descendimiento, de bajón de la creatividad, pero es incierto como todas las generalizaciones, y con Paco se demuestra aún más porque deshacerse de otras obligaciones que tenía como empresario de prensa le han permitido dar rienda suelta a la máxima expresión de esa creatividad que tenía retenida por falta de tiempo. Lo hizo hace unos meses con su magnífico poemario "Una parte del amor que me queda", y lo refrenda ahora con esta novela, " La flor de la alamanda es amarilla", que interconecta el Vigo de antaño con La Habana de Cuba, con un lenguaje rico, metafórico, lleno de imágenes sensoriales y evocadoras.

Es cierto que yo no soy neutral con Gómez-Soto pues su amistad me acompañó gran parte de mi vida, pero también lo es que me sorprendió esta novela que devoré hace unos días de un tirón en mi "retiro" en un monasterio siciliano con aroma a madreselva, antes habitado por benedictinos y ahora por silenciosos jugadores de golf cinco estrellas. A Paco le conocí en la Universidad de Navarra cuando hacíamos Periodismo, yo subvencionado por el sudor de mis padres y él con el suyo propio, sus propios ahorros logrados, como él contaba riéndose, pegando sellos con la lengua en no sé qué conservera. Compartimos universidad y hasta piso aunque él era de un curso anterior al mío, y compartimos incluso algún trabajo de los que nos mandaba hacer nuestro profesor de Redacción, para el que yo le liaba y parasitaba implorándole que me lo escribiera, que yo tenía que salir a tomar potes o cualquier otra actividad extraacadémica. Primero me maldecía, me mandaba a tomar vientos, pero luego bajaba nariz abajo la montura de sus gafas y se ponía a escribir con frenesí, sin parar, como enfebrecido, como acosado por alguna musa que no le permitía detenerse. Luego, ya en la vorágine de la profesión, él trabajó en el FARO del siglo pasado con columna propia, y cuando le mandaron abrir la delegación de Santiago me llevó a mí con él cuando yo aún era un pipiolo en las lides de la pluma, allá por los años 70, cuando en las redacciones se oía el tamtam de las maquinas Olivetti, y la mesa de trabajo incluía un cenicero reventado de colillas junto a una copa de algo. Yo era un poco rojo entonces y escribía allí mi columna diaria con seudónimo, al que acabaron echando también por pasarme de la raya en tiempos de censura.

Ya desde la Universidad se advertía en Paco ese ser creativo a borbotones, pero su oportundad poética o novelística estuvo soterrada salvo en cartas de amor que mandaba a sus amadas para que consintieran cuanto antes, que nunca fueron públicas. Luego se pasó de FARO a dirigir desde Londres un suplemento orientado al mundo de la emigración con buenos beneficios, en donde fue estrenando su faceta empresarial con esa gestión de la publicidad vetada al periodista. Montó luego su propia publicación cuando sus viajes por el mundo le permitieron conocer las entrañas delcapital de nuestra emigración, y hasta montó otra pasando de los gallegos en el mundo a los españoles, negociando con las autonomías. Se veía ahí la labor de un periodista de raza que había ingresado en el más amplio concepto de la comunicación, vista desde la faceta empresarial. Yo viajé mucho a su casa de Londres con los billetes de avión que le sobraban y hasta le hice trabajos, incluyendo tres guías de Galicia que tuvieron la mayor tirada conocida de guías de Galicia.

Yahora, jubilado, saca a la luz su irredenta faceta poética y novelística. La última, en "La flor de la alamanda es amarilla", es para mí absolutamente cinematográfica en sus personajes. Vigo y Cuba se entremezclan en historias memorables, denotando un amplio y pormenorizado conocimiento de ambos; un retrato de la España cotidiana y gris del franquismo, del país que sale de una guerra, "de una adolescencia acribillada con trozos de posguerra reciente y macabra". Ahí esta, en esa novela, el sentimiento de la emigración, las ilusiones de ida y vuelta, la explotación del emigrante gallego por su propio paisano... En varios personajes que se entremezclan hallas historias como el dolor que puede sentir una puta por su propia vida, el amor, las mujeres y la muerte... Su personaje central, un tranviario de La Habana que decide dejarlo todo para, al revés que los demás, venirse a España, cuya vida da tantas vueltas que acaba como ayudante del Ché y muere con él en Bolivia. Y su amada, que muere prostituyéndose por liberarle. ¡Pardiez, Paco, qué gran novela, autoeditada en Planeta!

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