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Ministros y ministras que veranean en Sangenjo

Ministros y ministras que veranean en Sangenjo

¿Se acuerdan de aquellos tiempos en los que un idioma era una simple manera de comunicarse y no un arma arrojadiza política? Yo tampoco. Estos días hemos asistido a la reaparición de la palabra "Sangenjo" (con perdón), término ante el que algunos reaccionan como si fueran vampiros rodeados de crucifijos. Y han jurado o prometido su cargo ministros y ministras, comprometiéndose a no revelar las deliberaciones del "Consejo de Ministras". Como en el relato bíblico de la Torre de Babel, que coexistan distintas lenguas y formas de expresión en un mismo territorio no parece una riqueza, sino una maldición.

Vayamos por partes. "Sanxenxo" es la única grafía aceptada de forma oficial, pero en el resto de usos del lenguaje se puede decir "Sangenjo" en castellano. La administración gallega no tiene atribuciones -al menos, por ahora- sobre los topónimos tradicionales en español. Un hablante de castellano puede decir perfectamente "Sangenjo", igual que puede utilizar "Ibiza" y "Londres", en lugar de "Eivissa" y "London". Sería absurdo que la Academia del Francés dijese que los españoles tenemos que decir "Bordeaux" en lugar de "Burdeos". Por otra parte, ¿conocen a algún madrileño indignado porque en la TVG hablan de "Xetafe" y no de Getafe?

También es falaz decir que en castellano habría que decir "San Ginés". Eso es confundir el origen etimológico con la evolución de un vocablo a través de los siglos, lo que la Real Academia Española llama "adaptación grafofonológica". Un ejemplo: en castellano decimos correctamente "Gran Sol" y "Canal de la Mancha", aunque sean traducciones erróneas del francés. Si en origen se hubiesen traducido correctamente, diríamos "Gran Lenguado" ("Grande Sole", en francés) y "Canal de la Manga" ("Le Manche" significa "La Manga" en el idioma galo). También decimos "Algeciras" por evolución del término árabe que significa "la isla", y que, por cierto, da nombre a la famosa cadena catarí "Al Jazeera". En los Maristas tenía un profesor de Lengua que decía que, de seguir evolucionando el topónimo sin haberlo fijado la RAE, dentro de unos siglos llamaríamos "Mierda" (con perdón) a la ciudad de Mérida, la antigua Augusta Emerita.

Produce estupor acusar a quienes dicen "Sangenjo" de cometer una "insultante falta de respeto por las leyes", como si un idioma se rigiese por la legislación. Gracias a que la Real Academia Española es una entidad ajena al poder político mantuvo los sillones de los miembros exiliados durante el franquismo, como ha recordado en varias ocasiones el académico y escritor Arturo Pérez-Reverte.

Y sobre el llamado "lenguaje inclusivo", excluye totalmente la economía del lenguaje. Ni el "Consejo de Ministros y Ministras" cabe en los titulares ni puede condernarse el idioma a tal farragosidad. Pese a ello, el Colexio de Xornalistas de Galicia dice que aplaude y recomienda el "lenguaje inclusivo de género". Tomo buena nota, y a partir de ahora me referiré a esta entidad como "Colexio de Xornalistas e Xornalistos".

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