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Memorias José Ignacio Plaza

"Yo me acostaba con la radio, soñaba siempre con ella y me levanto aún pensando en ella"

Recuerdo tiempos en que trabajar en este medio era lo más emocionante del mundo que le podía ocurrir a alguien; ahora lucho por una radio del mar"

En la COPE de Vigo, durante una entrevista con el alcalde Portanet.

Ha vivido la radio desde la etapa del viejo transistor a las modernas formas en que hoy se sintoniza una emisora. Para Ignacio Plaza Veiga hay pocas cosas más importantes en la vida que la radio. Creció y maduró detrás de los micrófonos, y él asegura que por morir en ella peleará hasta sus últimos días. Nacido en Salamanca, su vida es la de un combatiente de las ondas que ha disfrutado sin freno sus buenos momentos y encajado los malos con buen humor, cabeza alta como le enseñó su padre desde niño y moral de superviviente, como ahora que pelea por un atractivo proyecto con el que sueña cada día: una emisora del mar. Empezó en la COPE de Salamanca, siguió por Radio Gredos, la COPE de Badajoz, Radio Juventud y Radio Nacional de Tenerife, la COPE de Vigo, Radio Vigo, Radio Noroeste, montó para Ruiz Mateos Radio Libertad, Radio Ponteareas... Allá por donde fue dejó legión de seguidores y se supone que también adversarios e incluso detractores, como le es propio a una voz pública y recia en convicciones cual la suya. Un libro suyo, "Cartas desde las ondas", recoge 116 editoriales con los que abría cada día su programa en Vigo, la mayoría escritas de madrugada, siempre esperando las últimas noticias, el último acontecimiento, para llevar un comentario calentito a la audiencia.

"Nací en el centro de Salamanca, hijo mayor del propietario y director de un colegio entonces de prestigio allí, de grandes dimensiones y con internado, el Sagrado Corazón de Jesús. Puedo hablar del estudiante incluido en el cupo de los que recibían clases del profesorado del colegio de mi padre, comía con los alumnos y estaba sometido a su misma disciplina. Mi padre, Elías Plaza Rodríguez, era un hombre culto , de una rigidez extraordinaria, católico, apostólico y romano de los de entonces, con una idea de la educación a sus 11 hijos muy estricta, igual que a sus 400 o 500estudiantes. De niños y adolescentes nos decía: "A las 10 en casa, y eso no es ni a las diez menos cinco ni a las diez y cinco. Y por favor, toda vuestra vida con la cabeza levantada". Mi madre, Rosario Veiga, hija de un gallego que montó una gran carbonería en Salamanca, de la que ella se hizo cargo ante su muerte prematura . Nos parió uno a uno once años seguidos, y luego nos crió a todos, además de coordinar labores de cocina y dormitorios del colegio. Vivir en una familia así de numerosa marca en todos los sentidos.Salamanca era en mi niñez el pueblo más bello de España, en que todos nos conocíamos, en que nos levantábamos del asiento cuando llegaba alguien mayor y nos bajábamos de la acera cuando una señora se cruzaba con nosotros. Recuerdo al rector de la Universidad de Salamanca, José María Ramos Loscertales, que cuando me encontraba, amigo de mis padres, me llamaba "Panchulín" . Recuerdo a profesores de la Universidad, la creme de la creme académica, sentados en el "Novelty" o en "Las Torres" pero también ante la puerta a los ganaderos firmando la venta de 20 vacas o dos mi corderos con un simple estrechamiento de manos, con lo que el contrato iba a misa.

¿La radio? Recuerdo que una vez entró mi madre en mi habitación siendo adolescente y me sorprendió hablando en voz alta. ¿Qué dices solo en voz alta¿ me dijo. Y yo respondí: "Mama, estoy probándome la voz". Digo yo que era como un anticipo de esa radio que iba a venir después, aunque no lo supiera. Pasó mi adolescencia, hice el Bachillerato Superior y empecé Medicina (fui pandereteiro de la tuna) que dejé cuando la radio entró en mi vida. Mi padre me recriminó mi abandono pero un día vinieron a un festival en un teatro salmantino en el que yo presentaba el espectáculo. Cuando vieron el aplauso del público, empezaron a comprender mi pasión por ese medio que entonces arrasaba. Era tiempos de programas como en la SER "Matilde, Perico y Periquín", radio dedicada con coplas, boleros? y teatro radiofónico. Pude incorporarme al cuadro de actores de Radio Salamanca y luego en la década de los 50 en el trabajo de radio con un programa en el que yo mismo busqué la financiación publicitaria. Esa radio de aquellos tiempos tenía amplias audiencias, no tenía la competencia audiovisual de hoy, era lo más emocionante del mundo que le podía ocurrir a quien eligiera ese medio. Era tal enamoramiento el mío que yo me acostaba con la radio, soñaba con la radio y me levantaba con ella. Desde el punto de vista técnico poco tenía que ver con la de hoy, en la que a base de botones una sola persona puede manejar la programación. Entonces un disco dedicado no se podía oír hasta el día siguiente de pedirlo, si es que estaba en la discoteca de la emisora; hoy te lo pinchan al instante. Y era una radio en la que importaba mucho la voz, la buena locución.

Cuando se inauguró la COPE en Salamanca, dirigida por un dominico, pasé a esta emisora en la que estuve dos años trabajando en formatos como un magazine de compra y venta que cumplía una utilidad social cuando ni se imaginaba Internet, y otros programas en los que la premisa princial era la participación del oyente. Entre la audiencia, antes como ahora, hay gente que desea integrar su voz, utilizar la radio como función social para solucionar algo suyo o ponerlo en común como una terapia contra su angustia, soledad o miedo, y hay otra que disfruta solo con oírla, entretenerse, descubrir mundos nuevos a través del oído. Lo que está claro es que no hablas para una masa si no para una persona, que se tiene que identificar contigo de algún modo.El locutor habla sempre al oído del escuchante. Hay personas a quienes emociona la voz, a otras el texto y en ocasiones ambas a la vez. Cada uno la percibe de modo diferente.

Pero convocan una plaza en Radio Gredos, que se subtitulaba "emisora sindical de las dos Castillas" y solo esa definición llamó mi atención. Me presenté por estar más cerca de Madrid, en aquel tiempo una Meca radiofónica, me llevé la plaza y allí estuve trabajando con la capital ya en nuestro ámbito de audiencia. Esto era para mí seguir ampliando las posibilidades de mi voz. A los dos o tres años se inaugura Radio Popular de Badajoz, desde donde me llaman para integrarme en su equipo. A los dos días de llegar ya tuve que oficiar yo el bautizo de la emisora desde un teatro de allí, porque sabían de mi experiencia en Salamanca. Era un cambio geográfico de audiencia, es cierto, pero un buen comunicador tiene que conocer los mecanismos psicológicos básicos como para captar la atención de audiencias diferentes.

No sé si fueron dos o tres años en Badajoz pero mi permanente inquietud me llevó a las islas Canarias, concretamente a Tenerife, donde tenía además familia. Es mi espíritu inquieto y de novedad lo que siempre me llevaba a cambiar aunque ya estuviera asentado en un lugar. Y entré en Radio Juventud de Canarias (hermana pequeña de Radio Nacional), para hacer la radio comercial. A mí siempre me movió la idea de que era el mejor, y fuera o no fuera verdad la verdad es que es un estímulo, un reforzante de tu trabajo. Entro en Radio Nacional, sin dejar la anterior, ambas con base en Tenerife. Allí me encargaron un programa para Hispanoamérica. Por el cambio de horario tenía que hacerlo de 1 a 3 de la madrugada, y fue un éxito de audiencia pero, tras unos cuantos años de tremendo trabajo conciliando las 2 emisoras de la cadena y otras responsabilidades como la División Radio de Movierecord, montan la COPE en Vigo y?

Abren la COPE en Vigo y su director, J osé Andrés Hernández, que había sido compañero mío en Salamanca, llama a mi emisora de Tenerife para hablar sobre la retransmisión de un partido del Celta que visitaba la isla y soy yo por azar el que le cojo el teléfono. "Pero esa voz -me dijo- ¿quién eres?". Y nos reencontramos tras muchos años de no vernos. Me convenció, me dijo que en Vigo habría más competencia... y a mí la competencia siempre me enganchó. Empecé con un magazine, y estuve allí dos tres años, no llevo cuentas, hasta que me paso a Radio Vigo, etapa que recuerdo con mucho placer. Allí llevé un programa de gran éxito, "Nuevas estrellas", con una final en Castrelos impresionante en que trajimos como "elefante blanco" a Pepe Domingo Castaño. Creo que fue allí cuando amas de casa de Vigo piden el premio Ondas para mí, que no se me concede aunque en el entonces Teatro García Barbón, en una de las finales de "Nuevas Estrellas", fueron tales los aplausos que me dieron que dije en público que el premio más importante me lo daban ellos, y ya no era preciso el otro. Estuve en esa inolvidable y gran emisora dos o tres años, recuerdo cuando conseguimos desde los micrófonos una unidad móvil para donantes de sangre, y mi espíritu inquieto me llevó a otras experiencias, tras un breve paso por Madrid para tomar un descanso necesario, contando con familia en la capital.

Y es que volví a Salamanca, mi ciudad, y si iba a tomarme un tiempo de meditación sobre mi futuro tras una larga etapa emocionalmente agotadora en las radios, me lié y acabé montando una discoteca como cuando empecé con Nova Olimpia en Vigo en 1972. Abrí Tartana, que tuvo un gran éxito y traspasé pasado un tiempo, en el que abrí otro negocio en el que vendía de todo, desde ruedas hasta reproducciones de obras de Dalí. La vuelta a Vigo tiene que ver con Radio Noroeste, como responsable de Programas y Emisiones, que conseguimos sacar de su situación de agobio aproximadamente al año y medio y donde presenté un programa que tuvo mucha audiencia, "Sobre la marcha". Aquello pasa a manos de La Voz de Galicia que lo compra, me marcho y me proponen en época preelectoral llevar la prensa desde Santiago del Partido Popular. Lo que iba a durar dos tres meses se convirtió e dos o tres años, al cabo de los cuales Ruiz Mateos, que me conocía de entrevistas anteriores, me llama desde Madrid para que le monte una emisora que acaba de comprar, con base en Chinchón. Cuando la veo, casi en una cocina, le digo: "José María, no has comprado una emisora, has comprado una freceuncia que es mucho más importante". Le puse por nombre Radio Libertad (él quería poner Radio Polanquín para fastidiar a Polanco), tras sugerirle que pusiera punto final al rollo de vestirse de Superman, Jesucristo con la cruz a cuestas y demás disfraces. Contraté a cinco o seis profesionales, la mayor parte procedente de la prensa, diseñé una programación, dirigí un magazine y antes de un año me dije que Madrid no era lo mío. Ruiz Mateos me pagaba espléndidamente, de eso no me olvido, me trató siempre a cuerpo de rey.

Volvía para Vigo pero el alcalde de Ponteareas me contrata para la Radio Televisión Municipal, y allí estoy varios años, hasta unos meses antes de su cierre. Han pasado unos diez años en los que echo de menos cada día el mundo de la radio y trabajo en un proyecto mío de una radio del mar, del que ya tengo hasta una programación de 24 horas pero solo es eso, un proyecto ilusionante. El otro día, hablando en una plaza de Ponteareeas con un amigo, una señora que, sentada en un banco de espaldas, oyó mi voz, me dijo. "Jose Ignacio, Jose Ignacio, cuanto tiempo sin oír su voz ¿porqué no me habla un poco? Fue para mí una muestra de cómo la voz queda grabada como una emoción en la memoria".

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