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Yo no estuve en mayo del 68

Los jóvenes españoles estuvieron "en diferido" en las revueltas francesas; fueron "sesentayochistas" en la década de los 70, cuando aquella ebullición se dejó ver en la mirada de los veinteañeros

Francisco García Pérez

No es un análisis histórico. Es mi percepción del mayo francés de 1968. Recuerdos de recuerdos. Qué fue. Cómo éramos. Qué queda de aquello. ¿Sólo los eslóganes que encabezan los epígrafes?

"Profesores, nos estáis volviendo viejos"

Dicho a lo bruto: un intento revolucionario de la izquierda de la izquierda. Dicho con imposible objetividad: un movimiento revolucionario estudiantil, gestado al comienzo de la primavera de 1968, que estalló el 2 de mayo con la clausura de la Universidad de Nanterre ?afueras de París? y al que pronto se aliaron los trabajadores (o al revés: según quien escriba). Cuatro días más tarde, se cierran todas las universidades parisinas. Los estudiantes toman La Sorbona a mediados de mes. Se convoca una huelga general en Francia. Hay feroces enfrentamientos, con cargas y barricadas, entre los revolucionarios y los CRS (las fuerzas de seguridad): 10 de mayo. El primer ministro Pompidou pacta aumentos salariales y otras mejoras con sindicatos y organizaciones sociales. El presidente de la República, Charles de Gaulle, disuelve la Asamblea Nacional y convoca elecciones a últimos de mes. La reacción conservadora y la moderación del potente Partido Comunista Francés, entre otros, a través de su sindicato van desactivando el movimiento. Pero cumplieron los iracundos el refranero galo: "En mai, fais ce qu'il te plaît", "En mayo, haz lo que te plazca".

"Prohibido prohibir"

En una viñeta de Forges un tipo desencantado reflexionaba así: "Qué España ésta en que todos sus ciudadanos afirman haber tocado en 'Los Pekenikes' ". Cambiémoslo: "Qué España ésta en que todos sus ciudadanos afirman haber estado en París en mayo del 68". De ser cierta tanta biografía inventada, la cola española decidida a arrojar adoquines a los odiados CRS llegaría desde la frontera hasta la capital francesa. Veamos. La mayoría de edad estaba aquí en los 21 años. En rigor, pues, sólo podrían haber estado en Nanterre y La Sorbona ?sin precisar de la preceptiva autorización escrita paterna y una vez conseguido el pasaporte, que no siempre era fácil, díganmelo a mí? los nacidos antes o a mediados de los años 40. Es decir, quienes hoy pasan de los 70. A no ser, claro, que uno pudiera decirle a papá: "Fírmame los papeles y pásame unos francos, que me voy a París a hacer la revolución", lo que no solía ser el caso. Contra tal evidencia, se levantaban al tercer vino los nacidos en los 50 y no pocos de los que vieron la luz en los 60: "¿Te acuerdas cuando nos cargó la policía en la esquina de Saint-Germain y el Boul'Mich'?", me preguntaban a mí ?que soy del 53? en cualquier club cultural progre? gentes más jóvenes que yo mismo. No, no podía acordarme. Yo no estuve. Tampoco ellos.

"Bajo los adoquines está la playa"

Estuvimos de otra forma. Estuvimos en diferido. Creo que el mayo francés sólo llegó a España en los años setenta y entonces sí inundó la manera de ver el mundo de los entonces veinteañeros. Créanme: ni había internet ni móviles ni redes sociales en el 68. La televisión española se emitía en blanco y negro, con sólo dos canales y para quienes se la pudiesen permitir. Un lujo: estrenar un Seat 850. Al preservativo se le llamaba "calcetín de viaje" y se conseguía muy bajo manga. Sí, el 28 abril de 1967 se había celebrado la breve y mítica manifestación contra la guerra de Vietnam en el paseo de los Álamos de Oviedo. Sí, había lucha obrera, claro. Sí, se abrían los "cines de arte y ensayo" con "Repulsión" de Polanski: cierto sacerdote jesuita ejerció conmigo de crítico cinematográfico: "¿Cómo ir a una cosa cuyo título lo indica todo? Pues eso: ¡Repulsión!". ¿Cuál era, pues, el espíritu de aquellos finales de los sesenta en una provincia española? Escribe Pedro de Silva: "Las barricadas quedaban muy lejos y acá llegaban sólo retumbos de la imaginación aspirante al poder". Escribe Eduardo Alonso: "Fueron días mediocres, ignorantes y provincianos". Escribo: en mayo del 68, yo terminaba 5.º de Bachiller por Letras. Tenía 14 años. En la asignatura de Filosofía me enseñaban que el alma y el cuerpo estaban ligados entre sí como el jinete y el caballo, y mucho Santo Tomás: me enseñaban ?en palabras de un compañero repetidor? "que tú no eres tú, chaval". Declinaba en latín una y otra vez. Trataba de escribir en griego. Aprendía las fechas de nacimiento y muerte de los escritores. Los chicos con los chicos y las chicas con las chicas. Cine de barrio, pipas y fútbol el domingo. Orden, orden. Calla, las paredes oyen, hay ropa tendida, silencio, que no me entere yo de que te metes en líos. Sí, señor. Sí, señora. Estaba yo bueno como para largarme a París a levantar adoquines y buscar debajo la playa.

"¡Violad la Universidad!"

Llegué a la Universidad en el 70. Entonces sí comenzó mi mayo del 68, la estela del francés. La conversación cambió: en Francia había habido un enfrentamiento Norte / Sur, sostenía Gustavo Bueno. La nueva izquierda sesentayochista había querido ocupar el espacio político de la vieja izquierda domesticada. Había sido un choque entre la espontaneidad y la burocracia. Entre los movimientos asamblearios y la jerarquización. Entre la rebeldía y el autoritarismo. Se hablaba de las brigadas rojas, los anarquistas alemanes, la Plaza de Tlatelolco, los tanques de Praga, los panteras negras. ¿Santo Tomás? Por favor? Se boicoteaban clases. Se hacían sentadas y saltos y manifestaciones y se vio a un camarada tirar panfletos desde una Vespa por la calle Uría ovetense. Formábamos grupos de teatro protesta y de canción protesta: todos dábamos un brazo por ser cantautores protesta. Había maoístas e incluso una izquierda muy guay, de vermú dominical, con la pasta y las influencias de los papis como colchón frente a las detenciones que practicaba la Brigada Político Social. Y el mayor pecado era "retrasar la revolución": llevar corbata, por ejemplo, retrasaba la revolución. Aprendí a decir "estructuralismo": había que leer a Althusser, Foucault, Barthes, Lévi-Strauss? Entonces ya sí que tenía uno que largarse a Francia en cuanto pudiese. Allí había estado todo (o sea, el 68): allí estaría aún todo.

"La imaginación al poder"

Pasar la frontera con Francia era pasar a otra galaxia. Créanme: no había "Erasmus", no había vuelos "low cost" ni intercambios entre estudiantes. Había Alsa. Sobre todo era un sinvivir el viaje de vuelta, cuando traíamos libros de matute, los prohibidos aquí. Podía caerte un puro sin cuento. Los veteranos nos aconsejaban ocultarlos en el fondo de la maleta, bajo revistas porno (que la Guardia Civil fronteriza incautaba), bajo ropa interior sucia (que no se dignaba tocar) o bajo un uniforme de la Guardia Civil (sic: a saber dónde se conseguía). Descubrí París en 1975. La librería La Joie de Lire en el Barrio Latino: nunca me atreví a robar un libro, llevaba la represión conmigo. Quebró, porque otros sí se atrevían. Paseos, museos, cine y más cine, la calle donde vivió Lenin, la Shakespeare and Company, comedores estudiantiles vomitivos (pero uno bueno en los bajos del Grand Palais), una pensión siniestra en el mismo barrio. Y la sede de la revista "Tel Quel" ?el éxtasis? cuando a la vuelta había que echar a andar nuestra "Juan Canas". Y a hablar de Sartre. Y una pregunta que me traje: ¿por qué tan pocos hablaban ya del 68? Ya no molaba.

"Seamos realistas, pidamos lo imposible"

Mi generación estudiaba francés en el cole o en la escuela. El inglés ?decían? era de protestantes. En París, comprobé lo poco que me servía, a la hora de hablar, lo aprendido en esa lengua. En un bistró cerca del Odeón tomé una tarde un café. Al pedir la cuenta, la camarera me puso el tique sobre un platillo y me indicó (hoy lo sé) que la propina no estaba incluida: "Le pourboire n'est pas compris, monsieur". Pero mis profes me habían enseñado a traducir literalmente, con lo cual yo entendí: "El para beber no está comprendido", frase perfectamente carente de significado. Actué como me habían enseñado las películas para situaciones de incomunicación semejantes, o sea: sonreí displicente y abandoné lento el local. Aún escucho las voces de la camarera enfurecida persiguiéndome por la Rue Racine: "Monsieur, monsieur, le pourboire!" Sólo años más tarde supe qué significaba su postrer insulto: "Salaud espagnol!"

Qué fue de ellos

Daniel Cohn-Bendit era "Dani el rojo", la cara agresiva, cínica y retadora del 68. Escribió: "Había en aquellos que levantaban barricadas lo que se ha llamado 'el espíritu de mayo': una voluntad de construir una nueva sociedad". Hoy es eurodiputado de Los Verdes. Alain Geismar se integró aún más en el sistema: Inspector general de Educación Nacional con los socialistas. Jacques Sauvageot se retiró a Bretaña como pacífico profesor de Arte. Caroline de Bendern ?la niña bien que fue icono del 68 enarbolando en una foto la bandera norvietnamita a hombros del hoy artista posmodernísimo Jean Jacques Lebel: "Estaba cansada de andar", declaró la pobre? es hoy una señora que vive retirada en Normandía. De aquellos que aspiraban a "cambiar la vida" sólo Alain Krivine parece seguir fiel a los postulados revolucionarios.

Diez años después, mientras servía a la Patria en la Armada, me gané unas pesetas traduciendo del francés "Los caminos de la revolución", de Krivine y Fred Zeller. Así, entretenía mis escasos ocios marineros aporreando la pésima máquina de escribir de un oficial, vertiendo al castellano aquel diálogo entre un trotskista y un masón, nada menos. Una tarde, se me pararon los pulsos al sentir la presencia a mis espaldas de cierto sargento que observaba intrigado mi teclear. "¿Qué estás haciendo?", me preguntó. Me imaginé al punto con mis huesos en un penal ?militar, por supuesto?, pero mi ángel de la guarda me ayudó a mentir: "Escribo poesías, mi sargento". Me miró con sonrisa heladora: "¿De amor?". Me erguí y continué la trola: "De amor, mi sargento". Sacó un cigarrillo, echó dos caladas ansiosas, dio un paso atrás y arrojando sobre mí su absoluto desprecio concluyó: "Ya te tenía yo fichado, siempre me pareciste un poco maricón". Fuese y no hubo nada.

"Burgueses: no habéis entendido nada"

"Al final de la partida, no pudisteis hacer nada", canta mintiendo Ismael Serrano. El 68 fracasó políticamente, pero abrió luminosas puertas. Barricadas, banderas al viento ("al vent" de Raimon), pancartas y carteles, estudiantes con tirachinas, los impermeables y las escalofriantes gafas de los CRS? Y la socialdemocracia que allí se gestó para acoger a los posibilistas, y el eurocomunismo, y ver a los anarquistas que se tornaban neoliberales, y los mensajes de paz y tolerancia o de guerrilla y asalto a los cielos, y el feminismo naciente. Cómo olvidar que fuimos jóvenes en ebullición. Cómo olvidar lo que fue el 68: un estado de ánimo que dio origen a un modo rebelde de estar en el mundo. Sí, fuimos sesentayochistas. Aunque fuese en la década de los 70.

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