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Mujeres gallegas que cumplieron unas arries gadas misiones de guerra

Agentes secretas, heroínas anónimas

Araceli González jugó un papel decisivo en el Desembarco de Normandía; Juana Maseda ayudó a Fidel Castro, aunque luego se arrepintió; y las hermanas Touza salvaron las vidas de más de quinientos judíos

Juana Maseda, de joven en Cuba.

Pese a que las revelaciones hechas públicas la pasada semana, con la desclasificación de una parte de los archivos de los servicios secretos británicos de la Segunda Guerra Mundial, apuntan a que un "ataque de morriña" estuvo a punto de desbaratar el desembarco de Normandía, en realidad la lucense Araceli González Carballo jugó, junto a su marido el legendario espía Juan Pujol "Garbo", un papel fundamental en el éxito del llamado Día D. Así lo corroboran el británico Ben Macintyre, periodista de The Times y uno de los más prestigiosos investigadores del mundo del espionaje, y José de Cora, biógrafo de Araceli y autor de una novela de reciente aparición: "El estornudo de la mariposa. Los Garbo contra Hitler".

Fue Araceli González, según explica Macintyre en su libro "Historia secreta del Día D", quien contactó con el agregado naval de la embajada estadounidense en Lisboa para que a su vez éste convenciese a los británicos de la lealtad de su esposo para con los aliados aunque que, en apariencia, trabajase para Hitler. Tras la conversación de la gallega con el norteamericano, cuenta Macintyre, el MI5 se convenció de la veracidad de las informaciones de Garbo y de cómo a su vez éste enviaba mensajes falsos a los nazis. Inmediatamente después, se produjo el traslado de ambos a Londres.

Por su parte, José de Cora, que también ha rodado un documental sobre el matrimonio Pujol-González, ha llegado a preguntarse, investigando la vida de esta lucense, quién era el auténtico espía de la pareja, si él o ella, puesto que la identidad de Pujol para el Alto Mando alemán fue la de "Arabela", que significa "mujer bella", lo cual resulta muy fácil de interpretar como un juego de palabras con Araceli.

Garbo/Arabela fue el agente que engañó a los nazis sobre el lugar del legendario desembarco aliado, al comunicarles que iba a producirse en Calais (el ejército alemán lo esperaba allí) en lugar de en Normandín, donde finalmente se efectuó.

Araceli González Carballo (Lugo, 1914-Madrid, 1990) y el catalán Juan Pujol García se habían conocido en Burgos en 1938. Él era un joven oficial que había comenzado la guerra civil en el bando republicano, pero que después se había pasado a las filas franquistas, decisión de la que muy pronto se arrepintió. Araceli era, en palabras de Cora, "una mujer bella, de familia acomodada, valiente y cosmopolita" que, durante la guerra española, había prestado sus servicios como enfermera en el hospital de sangre de Lugo donde, apunta, "ya despuntó por su carácter nada melindroso".

Las progresivas desavenencias entre ambos, no obstante, desembocaron en el divorcio tras la guerra mundial. Pujol se trasladó a Venezuela, país en que falleció en 1988, en tanto que Araceli regresó a España y se sabe que acabó residiendo en Madrid, si bien la periodista lucense María Hervera relata que antes de trasladarse a la capital de España debió pasar algunos años en su Lugo natal. A diferencia de su marido, Araceli no recibió reconocimiento honorífico alguno del gobierno británico. Llevó su heroico anonimato hasta el final.

Las hermanas Touza

En 1941, mientras Europa se desangraba por la guerra, Dolores (Lola) Touza Domínguez daba cobijo en el quiosco que regentaba con sus hermanas Julia y Amparo en Ribadavia a un un hombre alto, barbudo y sucio, tapado con un viejo abrigo. Lo hacía por humanidad, al ver el lamentable aspecto que presentaba aquel individuo, acurrucado en un banco de la estación ferroviaria. Se trataba de un judío que había escapado de un campo de concentración de Lyon, pero a esas alturas el quiosco de las Touza se había convertido en un emplazamiento clave de una red de fuga que arrancaba en los Pirineos y llevaba a los huidos a cruzar la frontera con Portugal. Más de quinientos judíos la usaron, pudiendo así salvar sus vidas.

Las Touza se pasaron el resto de la Segunda Guerra Mundial filtrando a judíos, algo que muy pocos en el pueblo sabían, y casi nadie fuera de Ribadavia.

Y así vivieron, en el anonimato, hasta que, en 1964, Isaac Reitzman, una de las personas a las que habían ayudado, que vivía en Nueva York, quiso saber qué había pasado con aquellas mujeres que tanto le habían ayudado y gracias a quienes él estaba vivo. En sus pesquisas, Reitzman dio con un emigrante gallego en Estados Unidos, Amancio Vázquez, quien a su vez contactó con el librero vigués Antonio Patiño Regueira y con Abraham, el judío con aspecto de mendigo al que antes se aludía. Entre todos, se consiguió reconstruir la historia de aquellas valerosas hermanas que, sesenta años después, ya fallecidas todas, fueron homejeadas por el gobierno israelí. El propio Simon Peres, fallecido la pasada semana, dijo de ellas: "Recordar a las hermanas Touza es un ejemplo para el futuro de amor y de valor, principios escasos en estos tiempos de odio". La historia de las hermanas Touza fue novelada por Vicente Piñeiro en el libro "Lola Touza. La Schindler gallega" e incluso se ha hecho una versión para el teatro en Argentina.

Juana Maseda y el M-16

Juana Maseda Sanmartín llegaba a Cuba a procedente de la aldea lucense de Lorenzana a los 14 años de edad, en 1950. Para ella, y así lo confesaba en una entrevista concedida a FARO DE VIGO, "en aquel momento, lo que me encontré en Cuba era muy diferente de lo que había vivido en España. Enseguida tuve que hacerme a la idea de que, con quince años, a mí ya se me consideraba toda una mujer, ya era mayor de edad, y no una niña, como en España. La enseñanza era laica, y en las clases estábamos juntos chicos y chicas..."

Pero esa Cuba casi ideal de los primeros dos años de Juana en la isla se turbaría con la dictadura de Batista, y fue entonces cuando ella estableció los primeros contactos con el incipiente movimiento opositor que preparaba el histórico asalto al Cuartel de Moncada.

¿Cómo entró a formar parte esta joven gallega en el Movimiento 16 de Julio? Ella lo explicaba así: "Cuando me preguntan por qué me hice revolucionaria, siempre digo que fue sin querer, pero queriendo. Quiero decir que empecé con cosas pequeñas, haciendo recados. Yo simplemente era una colaboradora más entre una serie de gente que estábamos porque las cosas cambiaran, porque se acabasen las desapariciones y los asesinatos del Batistazo". Y es que Fulgencio Batista, que curiosamente había sido presidente democrático entre 1940 y 1944, en ese su segundo ascenso al poder, esta vez por la fuerza, no estaba dispuesto a tolerar ningún tipo de disidencia interna:"A partir del golpe de Estado ya empezaron a pasar cosas raras; en clase, un día un compañero no asistía y no se le volvía a ver más, luego pasaba con otro, y con otro...y cuando preguntábamos qué es lo que les había ocurrido,resultaba que unos habían sido encarcelados, a otros les habían matado a su padre..."

También la historia de Juana Maseda -a la que nunca le gustó que llamasen agente secreto o espía-, ha sido recreada en una novela, en este caso la escrita por Xavier Alcalá: "Verde Oliva". En ella se refiere cómo Juana fue progresivamente involucrándose en el M16 coliderado en sus inicios por Eduardo Chibás y Fidel Castro: "En mi integración en aquel círculo clandestino -contaba Juana- tuvo mucho que ver mi padre, que era miembro de una asociación liberal progresista".

Aquel asalto a Moncada resultó un fracaso y muchos de quienes participaron en él fueron ejecutados, otros encarcelados y algunos, como los hermanos Castro, exiliados. Pero el M16 seguía vivo y, de hecho, "puede decirse que fue después del asalto a Moncada cuando empezaron a encargarme misiones digamos importantes", rememoraba Maseda, quien aprovechaba su trabajo de enfermera en un hospital para enviar mensajes clandestinos.

Su situación, sin embargo, se tornó peligrosa para ella cuando el régimen descubrió qué había detrás de aquellos recados. Sabiéndose "fichada" intentó reunirse con los guerilleros que Fidel Castro y el Che Guevara preparaban en México, pero nunca llegó hasta allí. Mediante gestiones realizadas por su padre ante la embajada española, consiguió que la dejasen regresar a Galicia, a donde llegó el 28 de mayo de 1958. Desde Lorenzana, el 1 de enero de 1959 escuchó la noticia de la entrada triunfal de Fidel Castro y sus tropas en La Habana, aunque ella decidió que no volvería, entre otras razones porque, en Galicia, tenía que cuidar a su padre y a su madre, ya mayores y enfermos.

La Juana Maseda que vive en Lorenzana ya no simpatiza para nada con Castro. Ante FARO contó cómo fue mudando de opinión al enterarse de que muchos de sus amigos habían sido represaliados o se habían visto obligados a exiliarse ante el rumbo que tomaba el castrismo. Cuando Xaviér Alcalá publicó "Verde oliva" incluyó una "Carta" escrita por Juana Maseda en la que ésta realiza una afirmación contundente: "Siento vergüenza de haber apoyado a Fidel Castro".

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