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ESTELALa segunda vida de Kamal

"Tomé la decisión de huir de mi país cuando el padre de Kamar, el hombre que mataron creyendo que era yo, me avisó de que iban a por mí"

ESTELALa segunda vida de Kamal

La guerra ya se ha convertido en la realidad cotidiana de Alepo. En los alrededores de la ciudad, semidestruida por los bombardeos, una patrulla de soldados leales al gobierno del presidente Basher al-Assad detiene en el puesto de control a uno de los vehículos que circulan, un taxi cuyo conductor se llama Kamal Aldalati, un nombre y apellido que figuran en las listas negras del régimen, un nombre, y un hombre, "a tachar". Se le pregunta por su identidad y el detenido asiente, pero niega cuando se le acusa de traidor, de dedicarse a llevar alimentos y medicinas a un hospital que funciona en la clandestinidad y en el que se atiende a unos heridos muy especiales: son rebeldes que se han levantado contra el dictador. De nada le vale a Kamar negar las acusaciones, ni siquiera sabe de qué le están hablando, pero a los militares solo les importa una cosa: está en la lista y responde, efectivamente, por Kamal. Para ellos es suficiente. Lo ejecutan allí mismo. Pero los soldados han cometido un terrible error. Ese no era el Kamal en "busca y captura". Ese no era Kamal Aldalati, el sanitario, el estudante de Medicina que hace dos años llegó a Santiago de Compostela, donde actualmente reside.

"Kamar Aldalati soy yo". "Sí, claro que conocía a Kamar. De pequeños, habíamos estudiado juntos en el mismo colegio, pero ya hacía años que no lo veía. Me enteré de su muerte a través de su padre, que fue quien me alertó de que me estaban buscando. En todas las acusaciones contra él, a quien se referían era realmente a mí. Kamar no tenía nada que ver con el hospital, ni trabajaba allí ni se encargaba de traernos medicinas. A partir de ese momento fue cuando me planteé salir del país". Tras haber cursado los estudios equivalentes en España al Bachillerato, Kamal Aladalati, musulmán que cuenta actualmente con 28 años de edad, ingresó en un instituto de formación de futuros médicos, en el que se graduó como técnico anestesista. "Empecé a trabajar en hospitales tanto militares como civiles. Fue entonces, en el año 2011, cuando comenzaron a convocarse manifestaciones contra el régimen, todas pacíficas al principio, pero la respuesta del dictador fue contundente porque manifestarse en Siria está totalmente prohibido desde hace muchos años. Los soldados disparaban contra los manifestantes y hubo muchos muertos y heridos...pero los heridos no tenían a donde ir porque si acudían a un hospital sabían que serían inmediatemnete detenidos, así que preferían morir antes de dejar que los metiesen en la cárcel. En ese momento acepté la propuesta de un primo mío, que me comunicó que habían montado un hospital clandestino, que no era más que una pequeña habitación de un edificio. No teníamos medios suficientes pero, al menos, conseguimos que los heridos tuviesen a donde ir, pues sabían que nosotros no los delataríamos. Los sanitarios lo hacíamos todo a escondidas, nos comunicábamos entre nosotros mediante móviles con tarjetas sin identificación. Verdaderamente, ni el hospital ni todos los que estábamos allí trabajando lo hacíamos contra el gobierno, sino por motivos de mera humanidad. Pero, claro, el gobierno no lo entendió así y, poco a poco, fue cercándonos. En los últimos días que estuve allí, a mediados de 2013, tuvimos que atender a los enfermos en un sótano del que yo no salí durante tres meses y medio".

La huida. "A raíz de la muerte del hombre que se llamaba como yo, y consciente de que corría un grave peligro, tomé la decisión de salir del país. Como la ciudad estaba totalmente controlada, opté por fugarme de noche ayudado por un contrabandista que se dedicaba a traernos medicinas y que conocía rutas secretas. Después de tres días y medio andando por las montañas, el hombre me dejó en una pequeña aldea, y de allí otra gente me ayudó también hasta poder llegar a Líbano en donde, durante unos meses, eché una mano a los compañeros que trabajaban en el hospital de campaña de un campo de refugiados, personas que huían de las guerras en Palestina, en Irak, en su propio país... " Kamal se percató así de que él era también un refugiado más.

La familia. "Debes comprender que no puedo hablarte mucho de mi familia, porque la mayor parte de ella todavía está en Siria. El gobierno ya sabe que se equivocaron de hombre cuando mataron a Kamal, pero sé que sigo perseguido y, por lo tanto, todos mis familiares corren peligro. ¿Qué te puedo decir? Pues que, hasta que estalló la guerra, éramos una familia de clase media, sin problemas económicos. Pero todo cambió con la guerra. Mi ciudad, la ciudad donde vivíamos, Alepo, está hoy casi totalmente destruida, sus habitantes apenas tienen siquiera para comer. Yo llegué a Europa gracias a un primo mío que me reclamó desde Alemania cuando estaba en Líbano.Luego, me dieron una beca y llegué a Santiago de Compostela, donde vivo acogido en la casa de un profesor de la Universidad. Tampoco puedo decirte su nombre, él prefiere el anonimato, pero es un gran hombre". El pasado martes, cuando FARO DE VIGO realizó esta entrevista, Kamal Aldalati se disponía a tomar el tren con destino Madrid para, desde allí, emprender viaje a una ciudad de Alemania, donde le esperaban su madre y sus de sus hermanas.

Refugiados. Las cifras de las víctimas de la guerra en Oriente Medio son tan trágicas como espectaculares: casi 500.000 muertos, 2 millones de heridos,más de 6 millones de personas de desplazados y casi 5 millones de refugiados. Siria es, sin duda, el país más afectado: "Entre los refugiados sirios -comenta Kamal- los hay digamos de tres clases: los que huyen de Damasco, zona totalmente controlada por el régimen y, por lo tanto, sin apenas bombardeos, ante la mala situación económica; los que provienen de ciudades que, como la mía, Alepo han sido destruídas y faltan incluso alimentos; y los que huyen de las zonas controladas por el Daesh. A estos últimos los llamamos los que huyen de los del cuchillo".

Un régimen basado en el terror. "Quizás en Occidente no se conozca lo bien que debería al régimen actualmente presidido por Basher el Assad, que es la continuación de la dictura comunista implantada por los rusos en tiempos de la Unión Soviética, al igual que ocurrió en Afganistán. Con este régimen, en mi país la gente no puede ni levantar la cabeza, no se puede hablar de política, tampoco de religión, casi no se puede hablar de nada...Su manera de actuar, cuando localizan a un colectivo de personas sospechosas, es infiltrar a uno de sus chivatos en el grupo para proceder luego a desmantelarlo y ejecutar o encarcelar en sus inhumanas prisiones a los rebeldes; pero de esas cárceles todos sabemos que nadie sale vivo....Cuando surgieron aquellas manifestaciones, lo que en Occidente se conoce como Primavera Árabe, la verdad es que yo y gente como yo estábamos muy esperanzados. Pero las cosas no fueron como debían. De hecho, fueron a peor. El régimen incrementó todavía su represión y fue entonces cuando alguna gente creyó que para derrocar a Basher había que apuntarse a las filas del integrismo islámico; mucha gente jaleaba al Daesh por aquel entonces, pero ya han comprobado que se equivocaron radicamente. Y en esas estamos ahora.

Los rusos. Las potencias occidentales se equivocan totalmente si creen que apoyando a los rusos, que su vez apoyan a Basher, solucionarán el conflicto. Nada más lejos de la realidad. Los rusos están allí por su propia conveniencia,hoy controlan grandes territorios, algunos incluso ya se los han apropiado, y se ocupan se realizar el trabajo sucio del dictador: bombardear indiscriminadamente con sus aviones ciudades y matar a bombas a miles de civiles inocentes con la excusa de querer acabar con el Daesh. Pero, ya digo, cometen un gran error y actuando así lo que hacen es darle la razón al Daesh. La solución del conflicto pasa, en primer lugar, por acabar definitivamente con el régimen de terror de Basher al Assad.".

¿Y después? "Estoy completamente seguro de que el pueblo sirio, una vez caída la dictadura, no permitirá que el Daesh tome el poder. Con Basher y su gobierno aniquilados, al menos en Siria no tendrán ya excusas y la gente, si ya no confía ahora, mucho menos confiará en ellos después".

Asentado en Galicia. Pase lo que pase, para bien o para mal, Kamal Aldalati no regresará a su país hasta que acabe la carrera de Medicina que cursa en la Universidad de Santiago. A la hora de partir para Alemania, cuando habló con FARO, aún no sabía cuánto tiempo iba a pasar allí, pero lo que sí tiene claro es que en septiembre estará en Compostela para iniciar el segundo curso. "Mira -finaliza- yo comprendo que en Europa haya miedo, y no me atrevo a exigir que nos acojan porque nadie puede obligar a nadie. Por eso, humildemente, se lo pido como un favor, como el favor que me han hecho a mí. En nombre de todos los que ya no pueden estar en Siria: ¡Por favor, acójannos, hasta que este infierno termine!".

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