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El rey del marisco

La vieja entrada de "El Canario", en Chapela.

Creador del banquete "de los 7 mariscos", en 1975 llegó a fletar un avión cargado de langostas procedentes del Caribe; eran los años de máximo esplendor del restaurante "El Canario", de Chapela. Manuel Rodríguez Casal, "el Santiagués", fallecido el pasado Jueves Santo, fue pionero en la introducción del marisco en los banquetes de boda y también del servicio de catering en Galicia.

Manuel Rodríguez había nacido en Santiago de Compostela en 1931 y se adentró en el mundo de los fogones durante su estancia en Vigo para cumplir el servicio militar en el desaparecido Cuartel de la Molinera. Antes de montar su propio negocio, trabajó en Vigo en "Casa Cal", un pequeño restaurante conocido popularmente como "O Buraquiño". En 1959 se lanzó en solitario con su propio restaurante, "El Santiagués", situado en la calle La Palma, detrás de la Colegiata. Ese mismo año se casó con Lucía Cerdeira, con la que tuvo cuatro hijos, todos ellos vinculados también con el mundo de la hostelería y el turismo. Su nuevo local se especializó en mariscos de la ría y muy pronto se convirtió en uno de los mejores restaurantes de la ciudad olívica.

En el verano de 1964 abrió en Chapela su nuevo restaurante, "El Canario", que disponía de amplios salones para banquetes. Fue entonces cuando introdujo el marisco en los banquetes de boda, pues hasta entonces el menú se basaba en carnes de cordero o de aves. En "El Canario" empezó sirviendo dos tipos de marisco y poco a poco fue ampliando su oferta, negociando con marineros y mariscadores de las Rías Baixas, hasta que llegó a servir siete clases distintas de marisco en las bodas. En alguna ocasión ese récord se amplió con 50 ostras de Arcade por persona, a las que seguían los platos de pescado y de carne.

A mediados de los años 70, el restaurante "El Canario" se llenaba todos los días, y los fines de semana se sucedían los banquetes sin interrupción. Eran asiduas allí las celebraciones de diversos colectivos vigueses, como la Peña Madridista. Paralelamente, Manolo el Santiagués, como era conocido, cocinaba para diversos eventos tanto en Vigo como en otros lugares de Galicia. Precursor de los servicios de catering en Galicia, desde 1978 preparaba y servía el menú de las celebraciones familiares de los hermanos Vázquez Raña en la localidad ourensana de Avión. Organizaba también la romería de los trabajadores de la Caja de Ahorros de Vigo en la finca de San Roque, a la que acudían unas 1.500 personas. Ya en los años 80, fue famoso el banquete que preparó en el García Barbón para un congreso de Censores Jurados de Cuentas. Su hijo Carlos recuerda que tras un incidente en las obras de construcción del puente de Rande, cuando los obreros se vieron obligados a trabajar tres días seguidos, tanto su padre como él y sus hermanos se pasaron la noche preparando cientos de bocadillos para facilitarles la comida.

Además de cuidar al máximo la calidad de sus platos, Rodríguez Casal era un genio de la organización de grandes eventos. Así lo destaca su colega y amigo José González Solla: "Era un gran profesional, muy competente. Siempre me admiró su gran clase, además de su calidad humana".

Le encantaba viajar y recorrió diversos países. De sus viajes siempre traía alguna idea para incorporar en su negocio de hostelería. Una de sus innovaciones fue la de presentar los platos a los comensales antes de servirlos, algo que aprendió del segoviano Cándido, del que era gran amigo. De trato afable, se volcaba siempre con el cliente. Comenta su hijo Carlos que en alguna ocasión se quedaron sin marisco en la celebración familiar de Navidad porque su padre se lo vendió a un cliente que llegó a última hora sin haber hecho antes el encargo. "Ante un cliente era incapaz de decir que no", resume Carlos Rodríguez.

Aunque tuvo ofertas para trabajar en Madrid, "el Santiagués" decidió quedarse en Chapela, donde, además de ampliar su negocio, realizó una importante labor social, con su apoyo constante a asociaciones culturales y deportivas de la localidad redondelana; era todo un espectáculo, por ejemplo, cuando aparecía con la comida en los campamentos de verano que organizaba el Club Altamar. Colaboró generosamente con los Hermanos Misioneros de los Enfermos Pobres, de Teis, y también con el colegio de los Jesuitas. Algunas de sus aportaciones eran incluso desconocidas por su propia familia, como su donación para construir el parque infantil de la playa de Arealonga. Como resume su hijo Carlos, "siempre estaba pendiente de los demás, sin esperar nada a cambio".

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