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El gallego que arriesga la vida por Rambo, Bond e Indiana

Jordi Casares es director de All4Action, una de las principales empresas de especialistas del cine internacional. Ha doblado escenas de acción de Sylvester Stallone, Harrison Ford, Pierce Brosnan o Schwarzenneger

Jordi Casares.

En octubre de 2000, el director Álvaro García Capeto rueda en Madrid su primer largometraje, Canícula. El joven especialista de 21 años Álvaro Burgos Goizueta debía arrojarse desde el Viaducto de la calle Segovia para simular el suicidio del protagonista. Entre los testigos de la escena estaba su madre. Alguien calculó mal las cuerdas de seguridad y el joven se estrelló contra el asfalto. "Ya llega la ambulancia, hijo", se oyó decir con desesperación a su madre. Pero Álvaro nunca se levantó. Había cobrado 30.000 pesetas por el salto fatídico. A veces, muere gente en los rodajes, pero nunca son las estrellas. Son los especialistas, los actores en la sombra que se encaran de verdad con las escenas más peligrosas. Y una de las principales referencias internacionales en este mundo de acción y riesgo es un gallego, Jordi Casares, el hombre que rodó los momentos más trepidantes de las sagas de Rambo, Indiana Jones o James Bond y dirige ahora All4action, una de las principales empresas de stunts, la denominación que reciben los especialistas en Hollywood.

"Una cosa es el actor y otra el personaje", diferencia Jordi Casares. "Para mí es un honor haber doblado a personajes como Indiana Jones o James Bond. Te crea una reputación. Son también héroes tuyos. Cuanto más estrellas son, más reconocen el mérito de nuestro trabajo y son conscientes de la necesidad de tener sus especialistas buenos para desarrollar el personaje. Ellos hacen su trabajo, la parte dramática, y nosotros nos encargamos de que el personaje de acción sea real", afirma el especialista gallego.

En su haber están buena parte de las películas de mayor éxito del cine español, así como una completa colección de las superproducciones de Hollywood como Legend o 1492, de Ridley Scott, su padrino en esta profesión; Desafío Total, de Paul Verhoven con Arnold Schwarzenegger; La Misión, de Roland Joffé, con Robert de Niro; Rambo III, de Peter Mc Donald con Sylvester Stallone; La última cruzada, de Steven Spielberg, con Harrison Ford; Titanic, de James Cameron, o la última entrega de la saga James Bond, con Pierce Brosnan. Por si fuera poco, el stunt gallego ha doblado también a Mel Gibson, Christopher Lambert, Tom Cruise, Gerard Dépardieu y Timothy Dalton. Uno de sus últimos desafíos ha sido la quinta temporada de la serie Juego de tronos y la película Caza al asesino (The gunman), estrenada este año en Venecia y protagonizada por Sean Penn y Javier Bardem.

Su empresa All4action es responsable también de las tomas más arriesgadas de los espectaculares anuncios publicitarios de multinacionales como Coca-Cola, Mercedes, BMW, Adidas, Heineken, Volvo o Nike.

Los especialistas de cine españoles empezaron tirándose de caballos al galope, como pistoleros o indios, para dar vida al spaguetti western de Almería por un buen puñado de dólares, y en el caso de Casares han llegado hasta a hundirse con el Titanic de Cameron.

Siempre en el filo de la navaja, aprendieron a ser anónimos clones de las grandes estrellas del cine de acción. Se prenden fuego, saltan desde coches en marcha o con la onda expansiva de una explosión, se baten en duelos y no dudan en asomarse al precipicio. Pero su principal temor poco tiene que ver con el riesgo que corren.

"A lo que más teme un especialista es a no hacerlo bien. Al fracaso profesional, más que al accidente. Es una responsabilidad muy grande. Te pagan muy bien y cada vez que se rueda una escena de acción todo lo que la rodea es muy caro. Cuanto más arriesgada, más pendiente está todo el mundo, más efectos, más equipo, más movimientos de cámara. Si fracasas, es muy triste. Ese es el miedo de verdad", explica Casares.

La escena más peligrosa que tuvo que rodar fue en 1492, de Ridley Scott, su mentor en el mundo del cine. "En realidad, quien me metió en esto fue Vic Armstrong, el director de acción más importante del mundo, al que conocí en Madrid cuando buscaba caballos para los unicornios de Legend. Me llevó con él a Londres y me lo enseñó todo sobre este oficio. Tuve el mejor maestro. En 1492, yo doblaba a Michael Wincott, que se suicida saltando de un precipicio. Era una caída muy complicada. Estabas a 40 metros del airbag y luego había otros 60 metros para abajo. Había dos stunts ingleses muy prestigiosos y se negaron a hacerlo porque lo veían imposible. Para mí entonces era la oportunidad de dar el salto, nunca mejor dicho, en mi carrera. Afortunadamente, salió bien".

Lo más duro llegaría con Titanic, en la que hubo sus más y sus menos con el mismísimo James Cameron. "Éramos 90 especialistas y veías cómo iban cayendo uno tras otro. Eran muchos días jugándotela. Cuando vimos sobre una maqueta de la proa del Titanic lo que Cameron quería hacer, le dije al coordinador que iba a haber muchos accidentes. En la primera toma, dos especialistas se fueron al hospital y Cameron dijo por un micrófono: "venga, que todavía nos quedan 88". Las ambulancias no llegaban y Cameron quería rodar sin ellas. Hasta que nos plantamos".

Pocos pueden decir como este gallego que ha enseñado más de una cosa a las leyendas del cine de acción. A Stallone, por ejemplo, a cabalgar. "Algo sabía ya. Hay una escena en Rambo III en la que recoge al galope un cordero del suelo. Me dijo que le enseñara a hacerlo. Jugaba todos los días conmigo al polo en el desierto. Schwarzenegger es un como un especialista más. Se divierte con nosotros, nos invita a sus cumpleaños. Con Robert de Niro es con quien he sentido más cariño de verdad. Y con Harrison Ford. Salíamos a comer, teníamos muy buena relación".

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