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Sálvese quien pueda

El duro oficio de leer con tanto curre y ruido de redes

Hay demasiados reclamos que evitan una lectura como las de antes . // FDV

Siempre he sospechado que todos aquellos que manifiestan en su haber, exhibiéndolo a veces, muchos libros leídos al cabo de cada año esconden algo que les favorece la lectura. O están en paro, o tienen un trabajo a tiempo parcial o uno de aquellos, no hace mucho, en que se respetaba la ley y nos permitía ocho horas para dormir, ocho para currar y ocho para todo lo demás. También podría aceptar que si leen tanto es porque están entre rejas o porque son funcionarios de la Enseñanza Pública y aprovechan las vacaciones y horarios más aligerados o, haciendo un esfuerzo de comprensión supino, porque la naturaleza les dotó de una capacidad de lectura suprahumana. Todos los demás, mienten como bellacos. Si eres una persona normal, con un trabajo propio de estos tiempos y por tanto de los que pertenecen a esa fase de explotación del capitalismo inicial al que ya hemos vuelto, y si a eso añades el tiempo que puede distraerte la televisión o atender tu correo, whatsap y twitter, por no decir Facebook, difícilmente podrás leer algo sostenido. Yo, si mi caso sirve de algo, sobrevivo al placer de la lectura porque no abro la televisión hasta casi medianoche y, aunque utilizo el correo electrónico intensivamente para mi trabajo, no me sirvo de facebook o cualquier otra red social de Internet. Nunca he puesto "me gusta" a nada. Aún así debo hallar rendijas en mi tiempo laboral, que me ocupa de la mañana a la noche. Acaso sea porque soy periodista y adicto al trabajo.

Tengo, sin embargo, una gran biblioteca, mermada por los libros que últimamente voy regalando al comprobar, ya ocupadas las paredes, la progresiva colonización literaria de los suelos de mi casa. Tengo muchos libros y del más diverso cariz aunque debo decir que no hallo en ello mérito intelectual alguno porque desde hace muchos años me llegan regalados por razón de mi trabajo, y así he podido reunir una biblioteca en que a la novela se suman los ensayos más diversos, desde la historia a la psicología, el estudio del cerebro, la biografía... Muchos están incluso subrayados; otros, la mayoría, aún vírgenes y en bastantes he aplicado mi capacidad de lector apresurado de prólogos y epílogos, que me ha permitido hacer tantas presentaciones de libros o entrevistas a sus autores haciéndoles creer que me había leído toda su obra. Pero un trabajador del común de hoy, y por tanto de esa masa a la que el capitalismo ha conseguido bajarle el sueldo y hacerle creer que hay que trabajar más horas para salvar el sistema del caos, no tiene apenas tiempo de leer. El poco que le quede lo pasará llorando al ver a lo que ha llegado la clase trabajadora, en otro empleo que le permita llegar a fin de mes o, los más pocos desgraciadamente, haciendo la revolución para minar las bases del sistema que defienden los de la 13 Televisión desde ese plató que apesta al cadavérico olor del peor neoliberalismo.

Yo tengo en casa, por ejemplo, una estantería de libros de las colecciones Impedimenta y Rey Lear que esperan en su mayoría ser abiertos y que yo tengo la ilusión, por lo exquisitamente que han sido elegidos por su editor, de leer algún día que una baja paralice mi vida laboral. Algo difícil porque estoy acabándola y nunca he tenido baja alguna, así que tendré que esperar ese tiempo para mí no lejano en que podamos recitar, por derecho propio y conquistado, la poesía de Celso Emilio: "Agora tomo o sol/ pero até agora/ traballei 40 anos sen sosego/. Dínlle ao patrón a frol do meu esforzo e a miña mocedade./ Nada teño./O patrón está rico a miña conta./ Eu, a súa, estou vello".

Y a mi izquierda, en el suelo, en una caja recién abierta, tengo mi mejor regalo de Navidades. Fue el que me hizo la editorial Galaxia con los primeros libros de Mar Maior, su primera apuesta en castellano para llevar a los autores gallegos más allá del Telón de Grelos que dibujan la Canda y el Padornelo. Abro la caja y lo primero que encuentro es un inédito de Pardo Bazán, El vidrio roto, excelentemente diseñado como el resto. Debajo, cuatro libros del Cunqueiro que dirigió FARO: Vida y Fugas de Fanto Fantini, Tertulia de Boticas Prodigiosas y Escuela de Curanderos, Flores del Año Mil y Pico de Ave y El Año del Cometa con la Batalla de los Cuatro Reyes. ¡Qué prodigioso era Cunqueiro ya desde sus títulos y qué placer sumergirse de seguido en su lectura si tuviera tiempo para ello! Más abajo, en esa caja que es como la avanzadilla, la tarjeta de presentación de Mar Maior ante el mundo, otros tres libros de la narrativa actual gallega y un cuarto de Ramón Villares y su Historia de Galicia. Y, llegado estas navidades por otra vía, el sorprendente libro de un siempre brillante amigo: Antón Beiras Cal y su A verdade xurídica, o pensamento zombi e a tradición republicana, de la editorial Laiovento.

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