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MEMORIAS - Antonio Alonso Fontán

"Mi rebeldía ante la injusticia empezó cuando era un niño"

El poeta destaca por sus inquietudes culturales y literarias

Antonio Alonso Fontán, entre los libros de la Penzol. // Adrián Irago

Nació en 1931 en Meder, y por Antonio "de Meder" le conocen muchos por su intensa vinculación humana y literaria con esta parroquia que tanto ensalzó en su poesía. La suya fue una infancia rural cuya memoria ha llevado a sus versos. A los 20 años se trasladó a Vigo, donde con su madre montó una tienda de ultramarinos con larga despensa de vinos que le permitió a los 25 años sentirse, como dice él con su medida sorna, "como un soltero sino de oro al menos de plata", casarse y tener dos hijas. Su faceta comercial tuvo siempre otro polo de atención, sus inquietudes culturales, que le llevaron a ser uno de los fundadores del Festival de Poesía do Condado, a tener sus pinitos políticos desde la óptica del nacionalismo (proletario) gallego, a participar en numerosos recitales poéticos en Galicia y Portugal o a escribir muchos artículos en periódicos gallegos como FARO DE VIGO. Ya pasados los 70 años decidió volver a El Dorado de su infancia, Meder, en Salvaterra de Miño, donde acompañó a su madre los últimos años de su vida, y donde ahora sigue a sus 83 años, en ese ambiente rural y bucólico que él tanto recreó en sus escritos.

Un lugar para nacer y soñar.

Con 5 años juanto a su madre y vecinas de Meder. // Archivo familiar

"Nací -puedo jurarlo- en el histórico barrio de la Tapia en Meder, en Salvaterra de Galicia, lugar bucólico donde vivir, dormir y soñar. Un hábitat campesino de familia proletaria. Allí en la propiedad de mi abuelo materno recibida por herencia desde varias generaciones vivían mis abuelos, sus cinco hijos varones, mi madre y una hermana llamada Antonia, cuando irrumpí triunfante como nieto número uno. Inicié mi ciclo vital amadrinado por un ángel, mi tía Antonia. Me crié en un ambiente natural de viñas y frutales, cuadras para animales domésticos, incluido un regular gallinero con su perro guardián, alpendres suficientes para guardar aperos de labranza, un telar para tejer la lana del rebaño y el lino de nuestra cosecha. Había bueyes y carro del país, bodega para el vino y horreo para el maíz. Horno casero para cocer las boronas de un pan terceado, tres partes de harina de maíz y una de centeno. Recuerdo con profunda nostalgia a mi queridísima madrina, tan bonita como buena, y sin duda, de preclara inteligencia. Me enseñó las primeras palabras, seguidas de las primeras letras. Tenía la hermosa edad de 16 años cuando me amadrinó y me tomó a su cuidado, reemplazando en lo posible a mi madre, quien siendo una madraza en su centenaria vida, era más autoritaria que cariñosa. Mientras tanto, mi madrina, rebosante de juventud y belleza, me iniciaba en todo lo necesario para ser un niño bueno. Aquella inmensa felicidad incipiente se me truncó en una calurosa tarde de mayo, en la que se desplazó a una finca cercana y en una fatal caída perdió su vida. No sé bien como pasó todo. La perdí de vista y la seguía buscando por los rincones de costumbre y al no encontrarla rompía en desconsolado llanto, con lo que aumentaba el dolor por aquella tragedia familiar".

La edad escolar.

En el colegio de Tortoreos, donde entró en 1945. // Archivo familiar

"Llegué a la edad escolar y mi madre me llevó a la escuela parroquial, que en principio me sirvió de distracción. El maestro me asignó un pupitre a compartir con otro niño llamado Rui, uno más de los sesenta niños en edad escolar de toda la parroquia. Nos hicimos amigos con entrañable ternura infantil. Cuando más feliz me sentía, los niños vecinos de su barrio de Nogueiró trajeron recado de sus padres al maestro de que Rui no podía asistir a clase por estar enfermo del mal del "crudo". La noticia me entristeció, y mucho más a los pocos días, cuando en una alegre mañana primaveral, las campanas de la parroquia doblaron a muerte por "anxiño". El maestro nos recomendó que a la mañana siguiente fueramos con ropa de domingo para ir todos al entierro de Rui. Allá fuimos y allí estaba mi querido amigo, inmóvil dentro de un ataúd pequeño y blanco. Los adioses para siempre de su desconsolada madre y el conmovedor llanto hablado de su desesperado padre me hacían estremecer. Entre responsos del señor cura y gemidos de los acompañantes, los niños mayores portaron el féretro al cementerio parroquial. Yo seguía muy de cerca a mi amigo muerto. Después del funeral el sepulturero depositó el ataúd en el hoyo abierto del camposanto y con su azadón rellenó el hueco abierto con la misma tierra, sobre la que colocó una cruz de madera y una pequeña corona de rosas, que indicaban que allí yacía un niño pobre."

Cara al sol con la camisa nueva

"Volví a casa con la cabeza hecha un remolino de entendimiento, empecé por comprender que eramos traídos a la vida sin consultarnos, que nos la sacaban contra nuestra voluntad, y teníamos que aceptarlo. De nuevo en la escuela avivando conceptos, serio y resignado inicié un ascenso deseoso de saberes. A mi disposición, una escuela menesterosa regida por un maestro asustado. Unos cuantos libros de Historia Sagrada. Un encerado para escribir con tizas. En las paredes cinco grandes mapas geográficos de los correspondientes continentes. Ellos fueron los que más me animaron en mi devorador deseo de saber. Aprendí a señalar con una varita los principales puntos y nombres de aquellos mapas, que más que pronunciarlos los cantaba. Un día a la semana, y cuando la visita del inspector provincial, salía a recorrer el mundo con mi imaginación revolucionada. Transcurrieron cerca de los siete años de mi edad escolar, en aquella época de hambres, tristezas y muertes violentas, amenizadas con cantos corales de 'Cara al sol con la camisa nueva'. La situación se hacía insoportable, mis hormonas despiertas en una inconformidad justificada me inquietaban. En nuestra familia y en la vecindad hubiera muertos en el campo de batalla, y se iban olvidando en la lejanía de las fosas comunes, aquellos jóvenes enterrados por los que llegaba carta oficial comunicando a sus padres que fueran unos valientes que dieran la vida por Dios y por España. Mis dos tíos abuelos me contaban sus guerras de ultramar. Uno, combatiente en Cuba, el otro en Filipinas. Por más atención que les prestaba, no entendía qué motivos pudiera haber para tantas guerras. En la escuela seguía la misma disciplina dictatorial, los que no asistieran a misa pasaban la mañana del lunes de rodilllas contra la pared, hasta que un día me negué tajantemente: de rodillas, nunca. Y me fui. Allí quedaron sesenta testigos contando en sus casas, cada uno a su manera, aquel mi acto de rebeldía ante la injusticia. Yo era siempre respetuoso pero nada obediente a los abusos de los mayores".

Los frailes de Tortoreos.

"Días más tarde fui a solicitar permiso para asistir a las clases del Convento de los Frailes de Tortoreos. Me atendió el director y gran profesor de matemáticas don Bernabé Ibarreta Balsategui con todas las formalidades, agrado y buen humor. Empecé mi época gloriosa de recibir enseñanza en aquel palacio de grandes aulas en el bajo. En la primera planta estaba instalado el laboratorio, la sala de máquinas de escribir, con seis máquinas cuidadas y en buen uso y el gran salón de teatro con espacioso escenario donde se representaban obras teatrales y se proyectaban películas de cine mudo algunas tardes de domingo. Las clases eran de escrupúlosa atención y puntualidad, aplicadas por aquel equipo de profesores pulcros y asotanados de la Orden de los Sagrados Corazones. Toda la religión, en aquel convento, consistía en rezar un padrenuestro al finalizar las clases de los sábados por el eterno descanso de la Señora Marquesa de Pazo de la Merced, quien había costeado la fundación. En aquel inolvidable Tortoreos de mi juventud este convento y el otro cercano, de monjas dedicadas a la enseñanza y noviciado de internas, aportaban un ambiente compostelano a toda la comarca de Condado de Salvaterra, con numerosa juventud estudiantil y deportista de la que formé parte activa. Quiero recalcar un reconocimiento especial a la labor que hizo en todos los órdenes de la vida el muy querido don Bernabé y la enseñanza superior de matemáticas que impartía con incansable dedicación. Su gran deseo era que sus alumnos superaran el algébra para que pasaran a ocupar puestos bancarios o a ser contables de grandes empresas. Colegio de mis recuerdos infinitos. ¡Cuántas cosas de ti en mi memoria!: amigos, profesores, enseñanzas y juegos que me dan al recordar eterna gloria. Pero aquella mi etapa inolvidable requería un cambio de escenario, y me trasladé a la prometedora e importante ciudad de Vigo".

La llegada a Vigo.

En 2013 en Trasalba. // Archivo familiar

"Fue mi querida y leal ciudad de Vigo la forja amable de mi consistencia olívica con más de medio siglo de actividades convulsas, tanto en lo laboral como en lo social, principalmente en todo lo correspondiente a la comunicación humana, bien grabada en mi mente. Mi buena memoria me facilita recordar por sus nombres propios, con el mayor respeto y especial cariño y entrañable reconocimiento, a todos aquellos que traté. El primer año como ciudadano vigués fue como empleado competente y responsable. Seguidamente con mi madre de patrona y su sobrina y ahijada como dependienta, mi querida prima, para mí como una hermana, formamos un trío armónico de vendedores dentro de aquel berenjenal de sancionadores: la fiscalía de tasas, los consumeros, la brigadilla de los Maqueiras y unos cuerpos de inspectores de auxilio social y jefes locales del Movimiento y hasta los de la policía municipal recién motorizados en sidecar. Aún así, trabajando con denuedo a los veinticinco años pagué religiosamente las deudas contraídas para iniciarnos como comerciantes vigueses. Sin que me lo propusiera podría ser considerado un soltero por lo menos de plata cuando se me presentó la ocasión de matrimoniar. El primer gran premio fue el nacimiento de una preciosa niña en la maternidad Santa Cruz,Sofía, y lleno de paternal ternura experimenté un cambio de valores. A los dos años me cayó el segundo premio, Pilar, otra preciosa niña llegaba triunfal al Sanatorio del Castro. Mis intenciones y esfuerzos para conseguir un mundo mejor para mis niñas y para todas las niñas, me forzó a pensar, hablar y escribir con insistencia sobre temas sociales. En los intermedios de mis variadas ocupaciones siempre dediqué un tiempo a la vida cultural. Asistí a lo largo de mi vida a numerosas conferencias, donde recogí lecciones para mí y para hacer llegar a otros. Asistí y participé en recitales poéticos, homenajes ? con el cine tuve menor relación, pero trate y conocí a Chano Piñeiro llegando a participar en su película 'Esperanza'. En otra película, coproducción con Noruega, hice de doble de Paco Rabal, una noche pescando centollas ¡en Zamanes! y otra esperando la salida de la luna en el Faro de Cíes".

Mi vida cultural.

Colaboré en diversos periódicos gallegos, entre ellos el Faro... participé en algunos premios literarios y obtuve algunos galardones: el de la villa de Arbo, el de Carballiño, dos en Salvaterra do Miño, el Convivio de Guimaraes, en el centro Gallego de Madrid... Me siento agradecido a todos los galleguistas, a los del Seminario de Estudios Galegos, de las Irmandades da Fala, de Galaxia... mis guías patriciales que me instruyeron en el aprecio a Galicia. El primer gran acto cultural al que asistí en esta ciudad fue el de entrada en la Academia Gallega del gran arquitecto Gómez Román. Entusiasmado y expectante acudí al teatro García Barbón esperando oír en tan magno lugar la lengua en la que aprendí a hablar. Empezó el discurso de don Ramón Otero Pedrayo en castellano y en esta lengua se desarrolló todo el acto, la reivindicación galleguista pude apreciarla en el estallido de aplausos que se produjo al pronunciar éste el nombre de Castelao. Al salir le pregunté, yo creo que a Paz Andrade, por qué en castellano y me respondió: "Pregúntele a sus jefes". Me debió de confundir con alguno de los policías distribuidos entre el público". Tuve estrecha relación con personajes ilustres de la cultura, y compartí momentos inolvidables con Alberto Casal, quien me dejaba sorprendido con su sabiduría bondadosa; con Laxeiro; con Luis Soto, con quien viví el reencuentro del pasado en Mondariz, lugar que abandonó disfrazado de mujer en un primer momento y de fraile después, escapando de un fanatismo que persiguió a maestros y pensadores en 1936.También aquellas inolvidables cenas de las Letras Gallegas en Samil con cientos de asistentes entre los que puedo destacar desde Filgueira Valverde hasta el querido Armesto Faginas y otros muchos como Alonso Montero, Mendez Ferrín, Villares, Freixanes... que recuerdo igual y que llevo en mi buena memoria y con frecuencia los saco al bulevar de mi imaginación; a todos, que son muchos, los recuerdo con cariño y agradecimiento en mi Meder natal acompañado del canto de los gallos."

"Aranguren comió lamprea en mi casa"

  • "Aranguren vino a dar una conferencia a Vigo y se me ocurrió, al ver que le quedaba un día libre en Vigo, invitarle a mi entonces vieja casa de Meder, aún no rehabilitada, donde vivía mi madre. De inmediato dijo que sí, le recogieron en el hotel mis hijas y pasó todo un sábado con nosotros, con mi madre haciéndonos empanada, lamprea... en la vieja lareira. Por esa casa pasó gente como Ferrín, Alonso Montero, Ciro Bustos (lugarteniente del Ché), el abogado Nemesio Barxa con Maribel R. Collazo... y siempre mi madre, por la que dejé Vigo y me fui a vivir a Meder la última etapa de mi vida; les hizo gozar de su hospitalidad y su ´enxebre´ cocina".

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