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SALUD

Trastornos del comportamiento alimentario, enfermedades graves a tratar de forma precoz

Además de la anorexia y la bulimia, la práctica clínica encuadra en este bloque el trastorno por atracón, la vigorexia y la ortorexia

El trastorno por atracón es una de las patologías de la conducta alimentaria.

Los trastornos del comportamiento alimentario son enfermedades mentales graves cuyo pronóstico mejora en la medida es que se detectan y se tratan precozmente. Su prevalencia en cuanto a género tiende vertiginosamente a igualarse. "Años atrás veíamos como eran trastornos asociados especialmente a las mujeres, hace apenas 10 años hablábamos de que sólo un 5% de estos trastornos eran padecidos por hombres, este índice se ha disparado hasta un 30% que sigue aumentando año tras año". comenta María Ferreiro, directora de un centro psicológico especializado en este tipo de patologías en Vigo.

La mayor parte de la población agrupa este tipo de trastornos en anorexia y bulimia, sin embargo en la práctica clínica nos encontramos además con trastornos por atracón (ingesta excesiva de alimentos en poco tiempo unida a sensación de pérdida de control, no poder parar y acusado malestar), vigorexia (deseo de ganar masa magra unido a una alteración de la imagen corporal por la cual se ven pequeños/ débiles, habitualmente asociado al consumo de hormonas esteroideas o esteroides anabolizantes y al excesivo ejercicio físico) y ortorexia (obsesión por la comida sana, hasta un nivel que cabe considerar patológico).

A pesar de que las personas que rodean a estos pacientes inicialmente observan sólo una alteración alimentaria y del peso, el origen es siempre psicológico; baja autoestima, tendencia al perfeccionismo extremo, impulsividad, idea sobrevalorada acerca del cuerpo y la silueta,...

La baja autoestima es una característica común en las personas que sufren un trastorno alimentario. Podemos definirla como la valoración que hacemos de nosotros mismos, la confianza que sentimos en el momento de tener que enfrentarnos con éxito a las distintas situaciones que se nos plantean a lo largo de la vida. Esta baja autoestima, en el caso de un trastorno alimentario, viene muy determinada por la percepción del aspecto físico de la persona.

Una baja autoestima puede conducir a una insatisfacción corporal importante y al inicio o mantenimiento de dietas restrictivas o conductas patológicas para perder peso. En numerosas ocasiones encontramos también factores de riesgo como la excesiva impulsividad, falta de control de impulsos; o en la cara opuesta un exceso de exigencia hacia si misma/ os, altos niveles de perfeccionismo /control.

A veces el miedo a admitir que un hijo o pareja sufre una enfermedad mental puede llevar a minimizar determinados comportamientos que se manifiesta, a quitarles importancia o justificarlos con "son cosas de la edad". Señales de alerta que pueden hacernos sospechar que estamos ante un trastorno del comportamiento alimentario son: utilización injustificada de dietas restrictivas, estado de preocupación constante que puede llegar a la obsesión por todo lo que esté relacionado con la alimentación y/ o el físico, pesarse continuamente, interés exagerado por recetas de cocina, dietas y calorías, preferencia por comer a solas, interés en cocinar para los demás y hábito de encontrar excusas para no comer, sentimiento de culpabilidad por el hecho de haber comido, comportamiento extraño en las comidas (comer de pie, desmenuzar la comida en trozos muy pequeños, jugar con ella, esconderla?), levantarse de la mesa e ir al baño después de cada comida, pérdida de peso injustificada, miedo y rechazo exagerado respecto al sobrepeso, percepción errónea de que se está gordo, intentos esconder el cuerpo utilizando ropas amplias, hacer ejercicio en exceso y mostrarse nervioso sino lo hace, utilización del ejercicio para adelgazar, constante disminución de las relaciones sociales con tendencia al aislamiento y aumento aparente de las horas de estudio o trabajo.

María Ferreiro subraya que el diagnóstico debe ser realizado siempre por un profesional, hay diferentes subtipos de TCA y los criterios de inclusión para cada patología son muy concretos, sin embargo en la realidad cada caso es diferente. En buena parte de ellos no se cumplen todos los criterios, de ahí que se requiera un tratamiento altamente personalizado.

"El tratamiento psicológico ha de orientarse a modificar las actitudes relacionadas con el peso, la imagen corporal y el temor a la ganancia de peso; además debemos intervenir en el ámbito nutricional para recuperar un rango de peso adecuado, en el psicoeducacional para aprender e instaurar nuevos hábitos de comportamiento y en el ámbito familiar (la intervención con la familia es crucial para lograr consolidar los cambios). Hemos de tener en cuenta que en un número considerable de casos la medicación es necesaria en ciertas etapas del tratamiento", señala María Ferreiro, quien añade: "Debemos en todo caso hablar de un tratamiento integral y multidisciplinar que actúe sobre cada uno de los ámbitos de la vida de la persona que han sidoafectados"

De acuerdo con los datos obtenidos en el estudio de por Steinhausen podemos hablar de un 47% de curación total, un 33% conserva algún rasgo patológico que puede llevar a sufrir alguna recaída a lo largo de su vida, un 15% cronifican y no olvidemos que sigue existiendo un 5% de mortalidad. Un TCA es un trastorno mental grave cuyo fin último puede ser la muerte si no se interviene con un tratamiento adecuado.

Según María Ferreiro las pautas específicas y personalizadas que se dan en terapia favorecen que la persona afectada pueda afrontar la enfermedad con éxito. También ofrece consejos que podemos poner en práctica desde casa: dejar de presionar o forzar a a la afectada para que coma más, pues con ello se provoca un enfrentamiento directo y no se consigue solucionar la situación; evitar hacerle preguntas sobre cómo se ve, sobre la comida o relacionadas con si está delgada o no, así como no darle suplementos vitamínicos sin que lo sepa puesto que esto también empeoraría la relación; no preparar comidas distintas si no quiere lo que se ha puesto el plato; procurar que coma siempre en compañía; interesarse por las actividades y preocupaciones, así como por las cosas que le gustan y de las que quizá hace tiempo que no hablan; buscar actividades agradables para hacer juntos y recuperar la complicidad la confianza mutua y la comprensión; evitar etiquetar a la persona, sustituir frases como "mi hijo es así" por "mi hijo ahora se comporta de esta forma pero puede cambiar". Dialogar, acompañar y apoyar al paciente son otras pautas a hacer en casa. Se trata de hablar con ellos, manifestarle nuestra preocupación, escuchar y respetar sus explicaciones sin acusar de manipular y respetando sus silencios, emplear el leguaje no verbal (una sonrisa o un gesto trasmite sentimientos y son importantes en esos momentos) y mostrar grandes dosis de empatía.

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