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"Rasgando lo invisible", una metáfora visual de la violencia

Adela Rodríguez expone su última serie fotográfica en la Casa da Muller, hasta el 22 de noviembre

Adela Rodríguez en el acto de inauguración de la exposición. // José Lores

Metáfora visual de la violencia hacia la mujer, "Rasgando lo invisible" es el relato fotográfico creado por el objetivo de Adela Rodríguez para narrar una situación de maltrato que se clava en la retina del espectador como cristales rotos.

Rotas están también las copas que la artista transforma en trasunto de una mujer maltratada (y de sus hijos) que desaparece ante sus propios ojos y ante el resto del mundo cubierta por un velo de crueldad.

La serie fotográfica, concebida expresamente para la sala de exposiciones de la Casa da Muller, donde permanecerá abierta hasta el 22 de noviembre, es una selección de imágenes de un proyecto más amplio que la fotógrafa desarrolló entre 2015 y 2017, fundamentalmente en las residencias de artistas de La Fragua, en Belalcázar (Córdoba), y de La Rectoría, en San Pere de Vilamajor (Barcelona).

Un texto de la propia Adela y un espejo donde el espectador se refleja sin distorsiones son el prólogo de una historia narrada como si de un Via Crucis se tratara, a través de pasos con títulos muy reveladores: "Rompiendo la autoestima", "Amor quebrado", "Abrazo amenazante", "El grito", "Sobrevolando el encierro"...

La copa, cada vez más rota, se inserta en escenarios cada vez más oscuros al lado de espejos cada vez más velados, hasta llegar a la imagen central de la exposición, metáfora de un asesinato que, por su potencia, la artista colocó frente a la puerta de la sala para impactar en el espectador.

Pero "Rasgando lo invisible" es también el relato de un renacimiento, de cómo en ocasiones es posible romper con la espiral de la violencia. "La segunda parte de la exposición es la resiliencia, la superación del maltrato gracias al apoyo de otras mujeres, algunas también heridas; de la familia, representada aquí por las amapolas y el trigo; y del movimiento feminista, reflejado en las flores moradas", explica Rodríguez.

Otra imagen de gran formato, donde la copa se transforma en un pájaro gritando, un ave fénix resurgiendo de las cenizas, da paso a las imágenes más esperanzadoras, donde la simbología del color se deja ver a través de tonos dorados hasta desembocar en unas copas recompuestas a modo de Kintsugi japonés -el arte oriental en el que las fracturas de una pieza de cerámica se reparan con resina de oro- y en un espejo de nuevo sin velos que deformen la imagen del público.

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