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Investigación

“Salvo milagro, este asesinato queda sin resolver”, teme la familia de Sheila Barrero

El crimen de la joven asturiana cumplirá el martes 18 años sin que los investigadores ni el sistema judicial hayan sido capaces de abrir juicio oral

Monolito en recuerdo de Sheila Barrero en el lugar de su fallecimiento.

El crimen de Sheila Barrero cumple el martes 18 años sin que el sistema judicial haya sido capaz de dar con el autor de un crimen a sangre fría ni de ofrecer respuestas a la familia de la joven, que ya se teme lo peor. “Este asesinato va a quedar sin resolver, salvo que haya un milagro divino”, declaraba el domingo a La Nueva España su hermana, Mónica Barrero, en las vísperas de un aniversario que nunca hubieran querido vivir ni ella ni sus padres, que no encuentran explicación lógica a las idas y vueltas a las que ha estado sometida la investigación de este caso.

Una queja contra la Fiscalía Superior de Asturias supone, por ahora, el último paso en un proceso que echó a andar en la noche del 25 de enero de 2004 cuando Sheila Barrero, de 22 años, recibía un tiro en la nuca cerca del alto de La Collada. Estaba en su coche, un Peugeot 206, en el que solía viajar todos los fines de semana desde Gijón, donde trabajaba en una agencia de viajes, hasta su pueblo de Degaña para estar con su familia.

Seis meses después del crimen la Guardia Civil detenía a un joven de Villablino, Borja Vidal, amigo de Sheila, porque en una prueba de parafina practicada a lo largo de la investigación le habían detectado restos compatibles con la detonación de la bala hallada en el coche de la víctima, y porque en los asientos traseros se localizó una fibra textil de una chaqueta suya.

Primero el juez de Cangas del Narcea, en 2007, y después una nueva jueza, a instancias de la Fiscalía, tras reabrirse el caso en 2015, decretaron el sobreseimiento al considerar que no había pruebas concluyentes en una investigación con errores desde un inicio. “Nosotros, la familia, estamos en medio de lo que dicen los investigadores de la Guardia Civil por un lado y la Fiscalía, por otro. La Guardia Civil, considera que la investigación está resuelta”, comentaba la hermana de Sheila. La argumentación de la familia es que, con las pruebas existentes, al menos debería haber un juicio, “para que los expertos, gente capacitada para ello, puedan valorar si son o no suficientes y haya un veredicto en un sentido o en otro. Eso es algo que no debe hacer un Juzgado de instrucción”.

La familia de Sheila Barrero no comprende que “si los investigadores lo tienen tan claro, no pueda haber siquiera un juicio” y rechaza que hubiera una predisposición contra el joven de Villablino porque, aseguran, “no era sospechoso, no le conocíamos de nada, no sabíamos quién era, ni que había una relación hasta que se le detuvo a los seis meses”.

Mónica Barrero es consciente de que el empeño de la familia para esclarecer el crimen de Sheila molesta. “Si estas callado malo, porque está todo parado, y si hablas peor. Falla el sistema, no sé si por falta de profesionalidad o por falta de interés”, sostiene la hermana de la joven asesinada en las inmediaciones del alto de la Collada.

El de Sheila es un caso incómodo y no sabemos por qué”, abunda Mónica Barrero, quien tampoco entiende la inacción o la asunción por parte del sistema judicial de que “haya ahí fuera alguien que mató a una persona y que esté libre”. Y tiene la sensación de que “la Fiscalía no se emplea con la misma energía” en aclarar la autoría del asesinato que en informar sobre el sobreseimiento de la investigación.

“Estamos ante un muro, no hay nada que hacer y lo ves todo perdido. Para mis padres la vida casi terminó, pero toda esta situación los va mermando todavía más”, concluye Mónica Barrero dieciocho años después del fin de semana que marcó, para siempre, la vida de su familia.

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