Bernardo Montoya secuestró, torturó y mató a Laura Luelmo cuando ella regresaba a su casa en El Campillo (Huelva) tras hacer la compra, el 12 de diciembre de 2018. Las cámaras de seguridad del supermercado la muestran con un chaquetón verde, pantalones vaqueros y zapatillas de deporte. Aquel día, el último de su vida, Laura compró dos botellas de agua, un paquete de patatas fritas y huevos frescos. La Guardia Civil recuperaría luego el ticket de esa compra y las últimas imágenes en las que se la ve viva, como la que ofrece ahora CASO ABIERTO, el canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica. La joven profesora de Zamora se había instalado en El Campillo para dar clases a niños en un instituto cercano. En la puerta de enfrente vivía, desde que había salido de la cárcel por tercera vez, Bernardo Montoya.

La vida de Laura Luelmo, joven profesora de niños, 27 años, con carrera, con pareja, con futuro, se cruzó allí con la de su nuevo vecino, Bernardo Montoya, 50 años entonces, asesino confeso, ladrón, ex adicto a las drogas, acosador, sin empleo conocido, ocho hermanos, varios de ellos delincuentes, uno de ellos gemelo y encarcelado. Durante días, Montoya acechó a Laura y finalmente la secuestró y la asesinó dentro de su casa en El Campillo (Huelva).

Una anciana, una joven

No era la primera vez que mataba. En 1995, Montoya, entonces enganchado a la heroína, entró en la casa de una anciana de 82 años que vivía en el pueblo de Cortegana y a la que ya había robado anteriormente. La mujer iba a declarar contra él en el juicio por el robo. Montoya la apuñaló siete veces, hasta matarla. Fue condenado a 17 años y nueve meses de prisión.

En la cárcel tuvo buen comportamiento y se ganó la confianza de los funcionarios por sus trabajos como electricista y otras ñapas. Comenzó a disfrutar de permisos de salida. Pero en uno de ellos, en el año 2008, volvió a las andadas. Ya en El Campillo, instalado en casa de su padre, acosó y trató de agredir a una joven de 27 años en un parque. Ayudada por su perro, con el que estaba paseando, la mujer se resistió. Montoya entonces apuñaló al animal. Fue condenado por amenazas a un año y seis meses de cárcel.

Salió definitivamente de prisión en marzo de 2015. En diferentes días de junio de ese año asaltó y robó a dos mujeres. Fue de nuevo condenado, a dos años y diez meses de cárcel. Salió en libertad en octubre de 2018. Dos meses después, asesinó a Laura Luelmo.

Ataca solo a mujeres

Montoya, según las fuentes consultadas por CASO ABIERTO, es un delincuente frío, que ataca solo a mujeres y que ha alegado diferentes problemas sexuales y de impotencia para tratar de evitar ser condenado por violación. Cuando fue detenido por su último crimen, explicó que primero había abandonado el cuerpo de Laura Luelmo, sin ropa de cintura para abajo y con el chaquetón que muestran las imágenes del supermercado, pero tapado con una manta.

Aseguró entonces que, tras dejarla en el suelo, la tocó y sintió que el cuerpo estaba caliente, que la joven estaba viva y que entonces se despidió de ella diciéndole: "No te preocupes, que vas a morir pronto. Descansa en paz". Tras ese arranque piadoso, sin embargo, explicó que había regresado al lugar y se había llevado la manta, para no dejar ninguna prueba que pudiera acusarlo del crimen.

El jurado deberá decidir si condena a Montoya por secuestro, agresión sexual y asesinato, como pide la fiscalía, que reclama para él la prisión permanente revisable. En la nevera de su casa, el lugar del crimen, se encontraron los huevos que había comprado Laura Luelmo poco antes de que él la secuestrara. En el maletero de su coche, donde llevó el cuerpo de la joven después de torturarla, estaba una de sus botellas de agua. Cuando los investigadores de la Guardia Civil le preguntaron dónde estaban las patatas fritas, el asesino respondió con frialdad: "me las comi".