La madre de Malén: "Cuando me detectaron cáncer, mi única preocupación era que me pasara algo y no saber qué ocurrió con mi hija"

En el reloj marcan las seis. Es lunes, 2 de diciembre de 2013. Todavía es de noche, pero en la habitación de Malén, en la localidad mallorquina de Calviá, suena el despertador. "Suelo ponerlo a las seis (de la mañana), y acabar levantándome a las seis y media", había confesado la adolescente, de 15 años, días antes en redes sociales. "Luego me toca correr para prepararme, comerme la cabeza para saber qué me pongo y correr más, porque NO TENGO TIEMPO".

Ya en pie, mira al lado derecho de su armario: "ahí tengo camisetas de grupos de música que me encantan". Lo descartó. Aquella mañana eligió la de su lado izquierdo, cogió sus vaqueros rotos y una camisa de cuadros. "Me lavo los dientes… Ahí ya son las siete y diez, y a las ocho salgo corriendo que tengo que pillar el bus del insti". Lo pilló. Fue la última vez que fue al instituto. En torno a las cuatro de la tarde de ese mismo día, tras bajarse del autobús de vuelta a casa, se perdió su rastro.

Subida en su patinete verde, aquella tarde Malén desapareció. Iba a casa de su novio a comer, en su ruta había tres cámaras de seguridad: la primera registró la última imagen que se tiene de ella; la siguiente captó planos con muy poca resolución; en la tercera, ubicada a unos 500 metros, la niña ya no aparece. Desde entonces no hay respuestas. No hay indicios. No hay nada. No está Malén.

Ocho años atrás

"Se me paró la vida". Natalia Rodríguez, madre de Malén, recorre ocho años atrás en el tiempo. “En ese momento estaba fuera (de España) de viaje, mis hijos estaban en casa de su padre”. La terrible llamada llegó un día después de que Malén desapareciera: “Estaba en Tailandia, a miles de kilómetros de Mallorca. Recorrí medio mundo muriéndome en el camino. El día anterior de la desaparición, cuando estaba en un mercado, escuché “mamá”. Fue una sensación muy extraña. Es como si hubiera presentido que me llamaba. Cuando llegué a España se constató”.

La Guardia Civil, que no descartaba en aquellas primeras horas que se tratara de una fuga de la adolescente, poco más tarde le dio la razón. “Chaqueta vaquera, mochila, camisa de cuadros, pantalones rotos, y zapatillas rosas. Buscan a una niña de 15 años desaparecida en Magaluf, Mallorca”. Los primeros titulares no tardaron en llegar. “Iba montada en su patinete verde flúor, si alguien ha visto algo que llame a la Guardia Civil”.

Una foto de Malén cedida por su familia.

La isla se llenó de alertas con su nombre y los medios de comunicación difundieron su imagen de forma constante durante prácticamente todo el mes. Malén Zoe, la niña que no entendía de modas, fiel a sí misma, fan de Nirvana, Guns n' Roses y Rolling Stones, la adolescente que amaba los tatuajes, dibujar y leer, acababa de desaparecer. Casi ocho años después no hay ni una sola pista que ayude a encontrar a Malén.

No se cruzó con su hermano

"Cuando salió del instituto cogió el autobús de vuelta, se bajó en la parada de casa y se dio cuenta de que no tenía llaves", cuenta Natalia, que ha dibujado esta escena en su cabeza más de una vez. "Entonces, decide ir a comer a casa de su novio, Dani. Un chico con el que salía desde hacía unos meses. Intenta avisar a su padre, que no le puede coger el teléfono, y le dice a la secretaria que se lo diga, mientras va de camino a casa de Dani. Se bajó del autobús en la Rotonda de los Piratas para continuar en patinete hasta Son Ferrer, dónde vive este chico”. Nunca llegó a encontrarse con él.

En la ruta que traza Malén en monopatín se encontraría con, al menos, tres cámaras de seguridad. "Es una zona transitada, con coches, personas. Una cámara capta a Malén a las 15:51 horas, es la de un vivero que hay en Sa Porrassa. Un poco más adelante está la de la gasolinera, pero tiene muy poca calidad, no se ve nada, y en la siguiente, que sí que sería, digamos, la buena, ya no sale Malén. Mi hija desaparece en poco más de 500 metros".

Natalia coge aire, y continúa: "Su hermano, que curiosamente iba en sentido contrario aquel día, pasa por la misma cámara que graba a Malén a las 16:09 horas, es decir, veinte minutos después. Él venía del punto al que se dirigía ella, pero no se cruzaron, cuando deberían haber coincidido en el espacio/tiempo". En ese sitio y en ese tramo, en ese marco de tiempo, 20 minutos, está la clave de lo que le pasó a Malén.

Una decena de sospechosos

La alerta saltó cuando llegó la noche. Malén no regresaba a casa. Interpuesta la denuncia en el cuartel de la Guardia Civil de Calviá (Mallorca), desde el principio el cuerpo investigador mantuvo todas las hipótesis abiertas. Casi ocho años después ninguna de estas ha sido certera, ninguna ha arrojado luz. Nada ha llevado a dar con el paradero de Malén.

"No se la puede tragar la tierra. Hay un culpable o culpables de la desaparición de mi hija y es alguien que mi hija tiene que conocer"

Veinte minutos misteriosos, crueles, y un tramo, 500 metros, que los investigadores no han dejado de recorrer. Llevan cerca de ocho años mirándolo. Policía Judicial, miembros del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS), helicópteros, perros de la Unidad Cinológica… En total son cientos los agentes de diferentes unidades de la Guardia Civil los que han participado en la investigación. Una decena de sospechosos han estado en el punto de mira. Pero nada, absolutamente nada, ha llevado a dar con el paradero de Malén.

"Necesitamos ojos nuevos. Necesitamos respuestas. No quiero vivir siempre como la madre de una niña desaparecida. Necesitamos hacer justicia para Malén. Ruego que la Unidad Central Operativa (UCO) coja el caso. Ruego que le den un nuevo aire a la investigación", pide Natalia.  "¿Qué pasó con mi hija?". Las respuestas no llegan. "Malén era cabezota, adolescente… pero muy madura. No se le puede tragar la tierra. Sin duda tuvo que irse con alguien. Hay un culpable o culpables de su desaparición. Y es alguien que mi hija tiene que conocer".

Imagen publicada en redes sociales por Malén.

"Facebook no contesta"

Como toda adolescente, Malén se movía como pez en el agua en redes sociales. "En esa etapa, en la adolescencia, el abanico se abre. Hay amistades que no conocíamos, seguro. Ni yo, ni el padre ni sus amigos”, lamenta Natalia.

La Guardia Civil analizó sus perfiles en redes sociales pero chocaron con el muro de Facebook. Sin claves, cortado todo tipo de acceso, no pudieron entrar a la zona privada de la adolescente. "Hace seis años pedimos la apertura del Messenger de Malén, y siguen sin contestar a la comisión rogatoria”. La falta de colaboración de Facebook supuso una losa en la investigación. Un investigación que sigue abierta, policialmente, con un sumario que suma ya 12 tomos y 25.000 folios.

Levantado el secreto de las actuaciones, Natalia se enfrenta a él. “Es tremendamente duro, no he podido acabar de leerlo”. Con el dolor aún más acentuado porque se acerca el 28 de octubre, "día en que cumple 22 años Malén", afronta los días como puede. Lleva ocho años buscando, caminando, sin guía, improvisando y luchando con el único de objetivo de encontrar. "Vives con un agujero negro en el corazón. Te transforma completamente", cuenta Natalia. "Cuando me detectaron cáncer, mi única preocupación no era que me pase algo a mi, mi única preocupación era que me pase algo y no saber qué ocurrió con mi hija. Si no lucho yo, si no la recuerdo yo, si no hago porque no caiga en el olvido, realmente es cuando Malén va a desaparecer".

Desde aquel 2 de diciembre, Natalia vive por hacerle justicia, vive por y para saber la verdad. "El mundo gira, y respiro, aunque muchas veces quiera dejar de respirar... Vivo por y para encontrarte mi hija hermosa, vivo por ti Malén”.

Natalia y Malén, madre e hija, en una foto que protagoniza el álbum familiar.