Entraron por la fuerza con un camión sin los permisos necesarios, abrieron el contenedor correcto pero no encontraron la droga que debían haber rescatado —había casi 300 kilos de cocaína—, se dejaron una pisada sobre uno de los sacos de azúcar entre los que estaba camuflada y, además, fueron grabados por las cámaras del Puerto de Valencia cuando uno de ellos escalaba los contenedores. Y todo eso, a plena luz del día. El resultado: a prisión por un delito de tráfico de drogas.

Así lo determinó ayer por la mañana el juez de Instrucción número 14 de Valencia, que, en funciones de guardia, recibió a los tres detenidos el pasado lunes en el Puerto de Valencia cuando fracasaron en su intento por sacar un cargamento de 300 kilos de cocaína, llegado a modo de gancho perdido, del interior de un contenedor de la terminal CSP, tal como adelantó en exclusiva Levante-EMV, diario perteneciente al mismo grupo editorial que este medio.

Parece el guión de una película de Berlanga, pero en realidad es el fracaso de una operación a gran escala para introducir en València un cargamento valorado en la friolera de casi 11 millones de euros, por lo que sorprende la sucesión de errores que han llevado a los dueños de la droga a perderla.

Los ahora detenidos llegaron a bordo de un camión a la terminal de CSP a las once de la mañana del lunes pasado. Al llegar a la barrera, el camionero exhibió un documento para transportar un contenedor de otra terminal, por lo que se le informó de que no tenía autorización para acceder al recinto de CSP y que debía darse media vuelta. Pero no lo hizo. Al contrario, continuó la marcha y entró en esa terminal pese a las protestas de los empleados, que avisaron de inmediato a la Guardia Civil aplicando el protocolo de Aduanas precisamente para tener un control férreo de quién entra y sale en esos recintos, y evitar, sobre todo, operaciones de narcotráfico.

Pretendían volver a salir

A la media hora, el camión volvió a la barrera para irse, pero ya le esperaba la Guardia Civil del Puerto. Al examinar la cabina, vieron escondidos detrás del chófer a dos hombres. Uno de ellos, que jugaba el papel de ‘notario’ —persona de confianza de los dueños de la droga que da fe de la limpieza de la operación— se hizo el dormido y el otro, salió corriendo, pero fue interceptado poco después. Al parecer, confesó de manera espontánea que alguien le había pagado 15.000 euros por adelantado por escalar hasta el contenedor, del que matizó que sabía que estaba ubicado en una cuarta altura, y sacar la droga que venía oculta dentro.

Dentro de la cabina, los agentes encontraron parte de un precinto con la numeración de un contenedor. A partir de ahí, los agentes de la Guardia Civil y de Aduanas revisaron todas las grabaciones del circuito de videovigilancia del recinto y vieron a esa hombre encaramándose al contenedor.

Una vez localizado, vieron que era el único que no llevaba precinto y que, caído en el suelo, estaba el trozo de precinto que faltaba del pedazo encontrado en el camión. Una vez depositado en tierra, el equipo conjunto abrió la puerta y encontró, tal como había descrito el detenido, los sacos de azúcar de caña refinada que traía el contenedor. Y encima de uno de ellos, que el presunto traficante había pisado a modo de escalón, detectaron la pisada con la marca de la suela de la zapatilla.

Al revisar en profundidad la carga, la Guardia Civil y Aduanas constató que 13 de los sacos de 50 kilos eran distintos a los demás. Al abrirlos, estaban repletos de pastillas de cocaína de un kilo —había 298—, perfectamente empaquetadas con film transparente.

Además, dentro de uno de esos sacos hallaron otro precinto exactamente igual al roto, que es el que los ahora encarcelados debían haber colocado en la parte exterior de la puerta del contenedor, si hubieran encontrado y rescatado la droga, para que nadie hubiese percibido la manipulación.