"Yo no vendía droga en mi local. Fueron los clientes de una cena que se desmadró quienes dejaron papelinas y ocultaron en el almacén la bolsa con una balanza de precisión y otros útiles de corte. Cuando llegó la Policía hubo una revuelta, unos se enfrentaron a los agentes y otros aprovecharon para ocultar todo. El dinero que tenía yo procedía de las cenas, cobré a menú cerrado". Esta es la explicación que facilitó el dueño de un furancho de Vigo, juzgado ayer en la Sección Quinta de la Audiencia y acusado de vender droga en local abierto al público, para quien el fiscal solicita siete años y medio de prisión.
El 18 de marzo de 2018, sobre las tres de la madrugada -según el escrito de acusación- se produjo un intercambio de 2,5 gramos de cocaína por 259 euros. Un supuesto cliente llegó en un taxi en busca de droga, pero el acusado niega que le entregara ningún tipo de estupefaciente.
Tras salir este hombre, agentes de la Policía Nacional entraron en el establecimiento e intervinieron al acusado una papelina, 170 euros en un bolsillo y 985 euros en la cartera. Encontraron en el suelo otra papelina de cocaína adulterada y 155 euros en billetes ocultos en el marco del mueble de la caja registradora. En el almacén del local, escondida en el conducto de ventilación, hallaron una bolsa negra de tela con una báscula, una cucharilla de postre y 7,235 gramos de cocaína en su interior.
La Fiscalía sostiene que el acusado tenia dichas sustancias con el ánimo de destinarlas a la distribución de terceros, aprovechando el local que regentaba, donde realizaba dichas transacciones.
También se encontró bajo la caja registradora un cogollo de cannabis de 0,26 gramos y valorado en 1,32 euros.
El acusado reiteró que aquella noche algunos jóvenes que fueron a cenar al local "estaban crecidos" y que organizaron a revuelta al llegar la Policía par esconderla la bolsa en el hueco de ventilación. "Los chavales estaban crecidos, alguien lo tenía y lo escondió", concluyó.