Un intenso olor a quemado, un manto de cenizas y el color negro se han adueñado de la cumbre de la isla de Gran Canaria, que comienza a respirar tras el incendio que ha calcinado 12.000 hectáreas y ha obligado a la evacuación de más de 9.000 vecinos. Los operativos siguen blindando la zona y apagando el calor que aún existe bajo la superficie. El fuego ha sido contenido y los desalojados han empezado a regresar a su pueblos para comprobar qué queda de ellos.

Cabras alborotadas, alteradas, hambrientas y sin ordeñar pudieron desahogarse ayer con la llegada de sus dueñas, Olga y Benedicta, las hermanas de El Roque, quienes también poseen una afamada quesería en Tejeda, el pueblo grancanario azotado en algo más de una semana por el incendio. Lo mismo, pero con menos animales, el matrimonio formado por Domingo Ravelo y Felisa Araña, además de ordeñar y alimentar a sus 7 cabras y 2 vacas, tuvieron tiempo para hacer queso.

Una labor que ha sido para ellos y otros ganaderos una suerte de contrarreloj para realizar en 90 minutos el ordeño de sus animales y alimentar a sus cabras, vacas y gallinas, a los que tuvieron que abandonar cuando las llamas se cernían sobre las zonas donde residen. Una tarea que habitualmente realizan en varias horas durante el día, pero el acecho del incendio no da tiempo para más y así lo admiten los afectados, quienes al menos han podido comprobar el lunes y ayer el estado de sus rebaños, cultivos y viviendas después de que fueran desalojados por los servicios de emergencias el fin de semana.

Sin embargo, no todos tuvieron la fortuna de aproximarse a sus animales, ya que la reactivación del fuego en el barrio de La Degollada sobre las 14.00 horas frustró definitivamente su deseo. En la barrera policial ubicada en el cruce de Cueva Grande desde primera hora de la mañana los dueños de los animales eran acompañados por patrullas de los cuerpos de seguridad hacia sus granjas o terrenos para que atendieran a sus animales y una vez acabada la tarea, regresar al albergue habilitado en el polideportivo de San Mateo o a las viviendas donde estén alojados.

Fueron los casos de Suso de El Chorrillo y Simón Socorro, de Ángeles y varios de sus familiares, de La Degollada o de dos vecinos con sus viviendas a escasa distancia de Cueva Grande, pero sin animales, a los que nos les permitían el paso. Esperaron durante horas para que les tocara el turno de escolta de las patrullas organizadas por el Cecopin y el PAM, pero el tiempo pasaba y sin noticias de su visado a sus terrenos y viviendas. No hubo oportunidad para cumplir su propósito por el incendio reactivado en La Degollada.

Más suerte tuvieron Olga y Benedicta, las hermanas de El Roque, propietarias de 130 cabras en este barrio de Tejeda y reconocidas queseras de la Cumbre. Les acompañaba Santiago Velázquez, trabajador del servicio de conservación de carreteras. Los tres venían más tranquilos después de comprobar que el rebaño, aunque alborotado y asustado, se encontraba en buen estado. "Los animales estaban alterados, muy nerviosos y sin apenas comer porque se tuvo que evacuar a las personas por el peligro del incendio y nadie ha podido subir hasta días después", apunta Santiago, mientras Olga y Benedicta, con semblante serio, aunque tranquilo, evidencian los nervios y ansiedad sufridos desde el pasado fin de semana.

Tampoco es que fuera una visita distendida, sino una especie de "corre corre" para realizar la faena que tenían por delante. De regreso a San Mateo, donde están albergados en el polideportivo municipal unos 400 vecinos de Tejeda, aunque otros están en sus viviendas en ese municipio, la sensación era de alivio por ver que los daños han sido menores de los esperados y el rebaño se ha podido salvar. "El ambiente es desagradable, con todo el campo ennegrecido, árboles y cultivos quemados y las cabras muy alteradas. Las hemos dejado sueltas y ya subiremos cuando nos lo permitan para ver cómo están y volver a darles de comer y ordeñar".

Domingo Ravelo Torres y Felisa Araña Santana también tuvieron oportunidad de atender a sus animales. Su vivienda y terrenos se encuentran muy cerca del control policial en Cueva Grande y aunque fueron desalojados por precaución, ya que el fuego no se acercó a su zona. "Hemos podido ver como las siete cabras y las dos vacas que tenemos estaban bien y nos hemos dedicado a darles de comer y ordeñarlas porque el fin de semana no pudimos".

En este escenario, hubo también espacio para el lado tierno pese a la tragedia. Así, soldados de la UME rescataron a un perro de raza podenco de las llamas y lo trasladaron en un jeep de la Policía Militar a un lugar seguro después de sus penurias. Lo descubrieron cuando escoltaban a tres vehículos con los ganaderos autorizados a llegar a sus viviendas.